El Enxaneta, el primer nanonsatélite catalán, ya está en órbita. Su despegue fue solo un pequeño hito para el cohete ruso Soyuz, que lo propulsó al espacio desde el Kazajistán, pero un gran estímulo para la autoestima tecnológica catalana. El sector del aeroespacio es uno de los más productivos de la economía mundial, con mayor capacidad tractora y mayor sentido estratégico para los gobiernos. Somos hijos de la conquista del espacio. Gran parte de las aplicaciones digitales que utilizamos hoy trazan su genealogía a los años de la cursa espacial. Los chips, estos pequeños dispositivos de silicio de los que hoy hay escasez mundial, fueron probados en aplicaciones relacionadas con el espacio, antes de avanzar hacia el mercado masivo. Los sistemas de control del módulo lunar Eagle, con los que Neil Armstrong aterrizó en la luna, son considerados el primer ordenador portátil de la historia.
Aun así, el Enxaneta no es el primer proyecto orientado a desarrollar una industria aeroespacial en Catalunya. A principios de los años 2000, se constituyó la asociación Barcelona Aeronàutica i de l'Espai (BAiE), el llamado "clúster aeroespacial de Catalunya". Las administraciones de la época también consideraron este proyecto como estratégico. La Generalitat, el Ayuntamiento de Barcelona y el Ministerio de Industria fueron miembros fundadores y aportaron una financiación importante para iniciar sus actividades. Una serie de empresas, como Mier Comunicacions, Gutmar, GTD, Mapro, Promaut, NTE, y otras, se involucraron profundamente en la iniciativa, y ejercieron un gran liderazgo en la generación de proyectos y atracción de inversiones en el sector. La sede de la BAiE se encontraba en el edificio Nexus, en el Campus Nord de la Universitat Politècnica de Catalunya.
Algunas de las empresas aeroespaciales catalanas creadas en los años 2000 desaparecieron o se vendieron, incapaces de competir contra 'players' globales con apoyo financiero de sus administraciones
Entre sus objetivos estratégicos estaban el impulso a la industria y la tecnología aeroespaciales, la atracción de inversiones y talento en el sector, y el establecimiento de relaciones estratégicas y acuerdos de cooperación e I+D, especialmente mirando a la cercana Tolouse, centro de fabricación de Airbus. La BAiE tuvo directivos excelentes, expertos en el sector, con prestigio y gran capacidad ejecutiva. A sus juntas de gobierno, acudían altos representantes políticos. La Generalitat declaró "estratégico" este sector, y publicó líneas de financiación específicas para el impulso del I+D en esta industria. Como extensión, con liderazgo público, se impulsó también la creación del Centre Tecnològic de l'Aeronàutica i de l'Espai (CTAE), con sede en el Parc Tecnològic de Viladecans. Para dirigirlo, se convenció y contrató a un alto directivo de la ESA (European Space Agency), el catalán Joan de Dalmau, hoy presidente de la International Space University. Importantes científicos locales, como el catedrático Adrià Camps, de la Universitat Politècnica de Catalunya, se implicaron. Fue una época vibrante, de fuertes liderazgos, y de emergencia de un incipiente clúster de alta tecnología en Catalunya.
Desgraciadamente, los tiempos cambiaron. Y con ellos, los gobiernos. Nuevos responsables se hicieron cargo de las políticas de industria e innovación y percibieron que aquel no era su proyecto. El entusiasmo inicial se convirtió en indiferencia. Se estranguló la financiación y se desvaneció el apoyo público. El Centre Tecnològic recortó sus líneas de investigación. El sector fue despriorizado primero e ignorado después. Los compromisos adquiridos por gobiernos anteriores cayeron en el olvido. Llegó también la crisis. Algunas de estas empresas, con tecnología propia y equipos humanos de gran talento, y con pedidos en cartera, sufrieron problemas de financiación. Apenas fueron recibidas en las conselleries.
Intentar desarrollar de nuevo un sector aeroespacial en Catalunya me parece acertado, pero habría que dotarlo de 10 veces más de presupuesto para hacer proyectos de I+D
Viví las épocas de euforia y las de decadencia. La BAiE se disolvió, el CTAE se integró en el Eurecat, después de unos años de quiniela del desierto. Joan de Dalmau volvió a Estrasburgo, imagino que muy decepcionado. Tal cual apareció, el clúster cayó en el olvido y se difuminó. El talento que vino a Catalunya volvió a marchar. Por el camino, esfuerzos inconclusos, frustración y pérdida de tejido industrial. Algunas de aquellas empresas desaparecieron o se vendieron, incapaces de competir contra players globales que disfrutaban del apoyo financiero estable de sus administraciones, en un sector donde la colaboración publicoprivada era esencial. Recuerdo una llamada de un emprendedor, brillante ingeniero aeroespacial formado en el MIT, exempleado de Boeing, con una startup tecnológica ubicada en Catalunya, que expresaba con amargura: "Me han llamado de Singapur. Allí, me ofrecen espacios y financiación abundante para mi proyecto, e incluso me ayudan a buscar escuela para mis hijos".
La iniciativa de intentar desarrollar de nuevo un sector aeroespacial en Catalunya me parece acertada, siempre que tenga una finalidad tecnológica e industrial de largo plazo. Pero habría que dotarla, al menos, de 10 veces más de presupuesto para hacer proyectos de I+D con masa crítica y capacidad de generar ventajas competitivas reales. Y, sobre todo, haría falta que respondiera a un consenso entre los agentes económicos y sociales de Catalunya. ¿Habrá continuidad? ¿Cómo garantizamos que el próximo gobierno, o el posterior, hagan suya esta iniciativa, la impulsen y la hagan crecer? ¿No se repetirá la historia de la BAiE y el CTAE? Esta, de hecho, es la historia de las políticas de innovación y tecnología en Catalunya. Cada gobierno ha hecho sus propias apuestas (el espacio, la biotecnología, la logística...), sin consenso y sin continuidad. Y los agentes económicos y sociales no han actuado como garantes de su estabilidad. Aparecen y mueren iniciativas, instrumentos e instituciones, sin consenso estratégico previo y sin evaluación posterior. Al final, la suma de n vectores aleatorios tiene resultando nulo. Esperamos que no sea el caso, que hayamos aprendido de los errores y que el incipiente sector aeroespacial catalán realmente tenga una larga y fructífera vida.