Por motivos de trabajo asistí, ya hace muchos años, a la reunión que la ciudad de Londres, el comité organizador de los Juegos Olímpicos (London 2012) y el gobierno británico mantuvieron con los miembros del Comité Olímpico Internacional (COI). La reunión fue interesante porque fue más allá de los aspectos puramente deportivos.
No se piensen que por parte del gobierno británico asistió ningún ministro o secretario de estado. No señor. Asistió Sir Andrew Turnbull, que era en aquellos momentos el secretario del gobierno. Una de las preguntas que le hicieron los miembros del COI fue: "Miren", vinieron a decir, "ahora manda el primer ministro Tony Blair, pero cuando se organicen los Juegos, probablemente mandará otra persona. ¿Qué garantías tenemos que las promesas que ahora hacen se cumplan cuando llegue la hora?". El secretario explicó sus funciones. Se trata de un cargo administrativo (un alto funcionario) que es independiente del gobierno. Su misión es tomar nota de las decisiones del gobierno y garantizar la ejecución, mande quién mande. Con los años he podido observar que muchos gobiernos se dotan de organismos independientes que controlan que los proyectos políticos salgan adelante.
Una de las características del pésimo sistema de gobierno que impera en todas las administraciones españolas (gobierno central, autonómicas o municipales) es la falta de aquello que conocemos como "pasar cuentas" y que en inglés se conoce como accountability. Es muy normal, fuera de aquí, que cuando se explica cualquier organización -pública o privada- alguien pregunte: "¿Ante quién pasa cuentas?" (To who is accountable?). Porque esta es la clave. Entre nosotros el hecho es inaudito. La carencia tiene unas profundas raíces culturales. No nos gusta tener que pasar cuentas a nadie. Personalmente, estoy convencido de que es uno de los orígenes que imposibilitan el crecimiento de nuestras empresas. Una empresa familiar, pequeña o mediana, o grande, que tiene un dueño que hace y deshace, difícilmente acepta aliarse con nadie -por ejemplo, un socio que le ayude a crecer. No está dispuesto a dar explicaciones. Antes prefiere vender la empresa que pasar cuentas.
Una de las características del pésimo sistema de gobierno que impera en todas las administraciones españolas es la carencia de aquello que conocemos como "pasar cuentas"
Ahora hace unos días he leído las denuncias sobre los tradicionales incumplimientos de los gobiernos españoles en cuanto a las inversiones comprometidas en Catalunya. Uno se da cuenta de que la palabrería es la tónica. La frivolidad de los políticos. Acuerdan una cosa y, después, nadie se hace responsable de su cumplimiento. En este sentido, parece que todos los acuerdos a los cuales llegan los representantes de los partidos catalanes en Madrid posteriormente no se ejecutan. Y estos mismos representantes se escandalizan de esta situación. Me recuerda aquel malvado que decía: "¡A veces me asusto de mí mismo!". El caso tiene solución, como tantas cosas que nos pasan. Pero requiere dosis de preparación, responsabilidad y ganas de pasar cuentas -cosa que nuestros políticos ni pueden ni quieren hacer.
Por ejemplo, si yo mandara en la Generalitat -cosa que, no sufran, nunca tendrá lugar- crearía una oficina de alto rango -dependiente del presidente- que se dedicara a controlar como van los proyectos que se han aprobado en Madrid. O sea, yo habría creado una mesa de diálogo pero de características puramente económicas. Y cada mes haría una rueda de prensa. Pero esto nunca tendrá lugar. ¿Y saben por qué? Pues porque el primero que no cumple con aquello que promete es el gobierno de la Generalitat. Y tal como sucede con la falta de transparencia y con el déficit de financiación, nadie quiere ser acusado de echar una primera piedra que se le volverá.
Si yo mandara a la Generalitat, crearía una oficina de alto rango que se dedicara a controlar como van los proyectos que se han aprobado en Madrid
Se trataría de implantar aquello que existe en otros gobiernos europeos: una oficina que controlara las ejecuciones de los compromisos de gobierno de la Generalitat y que, de paso, podría controlar las promesas de Madrid. ¿Pero, claro, cómo pretendes controlar los de fuera si no eres capaz de controlarte tú mismo? ¿Entienden ahora por qué nunca nos interesará controlar las ejecuciones de las promesas de Madrid?