Una vez, una persona que me quería mucho, me dijo que sólo sabía charlar y escribir que ésta era mi única virtud y que con esto hacía pensar a la gente que era lista, que tenía algo que decir. Durante un tiempo me hacía muy mal esta frase porque sabía que bajo el tono burlesco había una voluntad de hacerme sentir pequeña, de minusvalorar lo que hacía. A veces, amar a alguien que te hace sentir vulnerable cuesta mucho, y se esconde entre bromas lo que en realidad quieres decir, pero te niegas a aceptar. El caso es que, como mujer más bien sensible, le recriminaba, después de las cenas, que no me lo dijera, porque me hacía sentir que me lo inventaba aunque vivía del cuento. Él me respondía ofendido que era sólo una broma, y que si quería triunfar la vida no debía tener la piel tan delicada. El caso es que siempre me había dado mucha vergüenza aceptar esta descripción, pero hace unos meses que la he abrazado de otra forma. Como dirían mis amigos comunicadores, lo he reconceptualizado. Y ya sé que esta no es forma de ganar una lucha social, pero por una superación personal, de momento, me ha venido bien.
El caso es que charlar y escribir son dos de las cosas que mejor hago. En estas patéticas entrevistas donde se nos pide cuáles son nuestras cualidades más destacables, creo que respondería a estas dos. Charlar y escribir, dos cosas tan esenciales pero, en realidad, tan bonitas. Utilizar las palabras, articularlas, a partir de sonidos y grafías. Sí, creo que charlar y escribir lo hago bien, y si esto es todo lo que sé hacer, creo que tampoco está tan mal.
La idea de reconvertir algo que te ha hecho daño es, de alguna forma, romper la contradicción que supone en tu vida. Liberarte del malestar y la presión que te había traído esa frase y verla de otra forma. Como ya he dicho, esto no puede hacerse en todas las situaciones y circunstancias, pero sí es aplicable para casos particulares como el que nos ocupa. Las ideas dolorosas nos retumban en la cabeza y nos sabotean en los peores momentos. Convertirlas hace que, aunque pueden reaparecer, ya no tengan ese poder sobre nosotros. Al mismo tiempo, la superación comporta un cierto orgullo, una forma de reafirmar la valentía que tuviste en un momento de debilidad para levantarte, sacudirte y seguir. Y es que en esta superación también hay algo de esperanza por lo próximo que pueda hacerte debilitar en el futuro. Si antes lo hice, quizás hoy también puedo hacerlo.
La idea de reconvertir algo que te ha hecho daño es, de alguna forma, romper la contradicción que supone en tu vida
No me gusta la autoayuda, ni tampoco las frases motivacionales llenas de energía alegre que te vomitan sobre un arco iris para tapar los problemas que te ocupan. La vida está llena de momentos felices y momentos tristes, de momentos emocionantes y momento aburridos. No dar la importancia necesaria a los negativos puede resultar en un desequilibrio que, en última instancia, nos genere aún más dolor. Pienso, sin ser psicóloga ni pretendiendo serlo, que debemos dar importancia a todo lo que nos ocurre, y darle un valor a nuestro gran relato sea por su bondad, aprendizaje o superación. En lugar de taparlo, superarlo rápido o no darle importancia, pienso que hay que ponernos delante del hecho y preguntarnos: "y ahora, ¿qué hago con esto?".