El último encuentro de los países del G-7, durante este mes de mayo en Hiroshima, ha supuesto un notable giro en sus relaciones con China. Estados Unidos, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Canadá, Japón y la UE han definido a China, no solo como un competidor comercial, sino como un rival. Han desplegado un nuevo concepto estratégico, "la eliminación de riesgos", y han acordado reducir la dependencia económica y tecnológica de Pekín. Pese a esta declaración, entre la UE y Estados Unidos hay una visión muy diferente de cómo deben ser las relaciones con China.
Estados Unidos lo ve como un rival directo, un potente competidor en el campo económico y tecnológico y una amenaza militar que intenta cambiar el actual Orden Mundial, que ahora domina Estados Unidos. Por lo que es necesario frenarle la economía y la innovación tecnológica. En cambio, desde Europa, reconociendo que China es un competidor y en ciertos aspectos un rival del que la UE debe protegerse, se ve como un gran mercado al que exportar y un gran proveedor de productos de consumo y tecnológicos, aunque habrá que evitar una excesiva dependencia, especialmente de suministros estratégicos básicos y en las inversiones que China quiere realizar en empresas europeas.
Y es que para algunos países, especialmente Alemania y Francia, las relaciones económicas y empresariales con China son de gran calado; es la segunda economía mundial y un gran mercado para las empresas europeas. En muchos campos tiene una avanzada capacidad tecnológica y es una importante fuente de aprovisionamiento de productos de consumo y tecnológicos. Hasta la invasión de Ucrania por parte de Rusia, la globalización no dejaba de expandirse por todo el mundo, siempre buscando países y empresas de menores costes. La guerra de Ucrania lo ha cambiado todo. Ha demostrado que mucho más relevante que los bajos costes es garantizar la seguridad y el suministro de los productos esenciales y evitar tener una dependencia excesiva de otros países. Un caso de escándalo es la altísima dependencia de Rusia, que tenían algunos países europeos para aprovisionarse de gas y petróleo.
La UE debe tener claro que, pese a tener muchos intereses comunes con Estados Unidos, no siempre son coincidentes
De repente, países como Alemania se quedaron sin proveedor de un elemento tan vital para el funcionamiento de un país como es la energía. La grave crisis generada ha hecho ver la urgencia de revisar las cadenas de suministros, tener capacidad de producción propia de productos estratégicos y de diversificar las fuentes de suministro, lo que obligará también a la UE a reindustrializar a los sectores estratégicos y a buscar nuevos mercados y fuentes de suministro.
La nueva realidad mundial ha hecho aflorar debilidades que la UE tenía escondidas. Entre ellas, la falta de unidad política en el Proyecto Común Europeo, la dependencia económica y tecnológica de China y Estados Unidos y la incapacidad de tener una política propia de defensa. La UE debe tener claro que, pese a tener muchos intereses comunes con Estados Unidos, no siempre son coincidentes. La UE debe defender su soberanía política, económica, tecnológica y de seguridad, definir sus propias políticas y así poder servir mejor a los intereses de sus ciudadanos.