Llegar a la Fira de Barcelona Gran Via bajando del Maresme por la mañana es una odisea porque implica entrar en dos ciudades a hora punta: en Barcelona y en el MWC. El truco es salir a las seis y media de la mañana, a pesar de que una hora y veinte de coche no te la quita nadie. Llegar una hora y media antes de que no abran permite todavía encontrar aparcamiento en la calle y tocando a la Fira si sabes alguno de los trucos del oficio (palabras clave: furgonetas de los mossos y gasolinera).
El punto de encuentro con el socio es en una de las cafeterías de formato americano que hay en los hoteles de delante del recinto ferial, donde estoy sentado haciendo un café mientras escribo este artículo. Digo americano a conciencia. Si no abres la boca, eres un asistente internacional más del congreso y lo más probable es que los dependientes de detrás de la barra se dirijan a ti en inglés como me acaba de pasar. Miro a mi alrededor y me parece que soy el único catalán del local. En la mesa de mi izquierda un señor sudafricano blanco habla con uno chino sobre cómo establecerse en Europa y en la de mi derecha un norteamericano con sobrepeso mira las noticias en Fox News en el móvil.
Escribo en miércoles, cuando ya llevamos tres días de MWC, dos de oficiales y un —domingo— de no-oficial que ya hace años que es lectivo a todos los efectos. Cuando leáis este artículo ya será en el último día del MWC y ya empezaréis a escuchar valoraciones. Todavía no tenemos cifras oficiales, pero todo el mundo está muy contento con la edición de este año. El pasado congreso del audiovisual ISE fue un buen presagio de lo que hemos visto. Este año es el primer MWC que se celebra con toda normalidad desde la pandemia. Se sabía desde el momento en el que el número de expositores asiáticos había superado las cifras prepandemia. La presencia asiática es relevante y no solo por las cifras: a menudo lo que presentan no se ha visto fuera de China, Corea, Japón o Taiwán. La presencia por primera vez del operador chino China Mobile remacha la clave de este éxito asiático.
"Como siempre pasa en tecnología, enl MWC y en la vida, aquello esencial es invisible a los ojos"
Y es en esta línea que tenemos que enmarcar la presencia de Xiaomi y el anuncio que la marca ha hecho en Barcelona. Xiaomi, uno de los grandes chinos en cuanto a teléfonos móviles, ha acaparado todos los focos de esta edición y no precisamente con su último modelo móvil. Más bien al contrario. Xiaomi ha presentado el SU7 Max, un coche eléctrico diseñado por el ex-BMW Chris Bangle y que llega para competir con los Tesla y los Porsche. La empresa no ha dado detalles, pero sabemos por filtraciones que tiene una batería de 73,6 kWh que le da una autonomía teórica de 668 km, que tiene una velocidad punta de 265 km/h, que acelera de 0 a 100 en 2,28 segundos y que tiene un coeficiente aerodinámico de 0,195, el más bajo de la historia. A los que os guste el diseño Tesla, el SU7 os cautivará; a los que os interese el precio también: según las filtraciones (siempre en el terreno de la especulación) podrían ir de 32.000 euros a 47.300 euros todavía más.
Pero como siempre pasa en tecnología, en el MWC y en la vida, aquello esencial es invisible a los ojos. También por filtraciones sabemos que lleva componentes europeos como los frenos de la italiana Brenbo y controladores de la alemana Bosch. Y más importante: los chips y los sistemas de navegación autónoma que lleva son americanos; los chips de la californiana Qualcomm y el sistema de navegación del fabricante de GPU Nvidia. Xiaomi no dispone de la tecnología que hace falta para fabricar los chips que le hacen falta a su modelo SU7 Max porque China no tiene fábricas de chips por debajo de los 7 nanómetros. En cambio, a solo 70 millas náuticas tienen al productor del 90% de los chips avanzados del mundo. La dependencia de chips de otros de China es claramente una amenaza para Taiwán y a la vez su salvoconducto: el resto del mundo también dependemos.
"Este vehículo, además de ser un prodigio tecnológico es también un prodigio de la geopolítica"
No hay que entrar en más detalles para ver que este vehículo además de ser un prodigio tecnológico es también un prodigio de la geopolítica. Este sí que es el coche que realmente cuenta del MWC de este año. El otro, el que todos los medios, el MWC y su iluminado empresario nos han vendido como coche volador, ni vuela, ni es un coche; es un dron con una carcasa impresa en una impresora 3D, que no ha levantado el vuelo y que no llega a la medida de una bicicleta. Todo lo contrario que el SU7 de Xiaomi.