Allá por los años setenta nació en el País Valencià un movimiento cooperativo de inspiración mondragoniano del cual quedan algunas cooperativas importantes cómo Consum (distribución alimentaria), Caixa Popular (banca) y La Florida (enseñanza), entre otras. Se articularon en, lo que fue, el Grup Empresarial Cooperatiu Valencià. Sus líderes e impulsores habían visitado varias veces Mondragón y estaban dispuestos a trasladar una experiencia cooperativa similar a la cuenca mediterránea. Entre ellos había Joan Aragonés que formó parte activa entre los años 1976 y 1997, siendo presidente de Caixa Popular y del grupo cooperativo en este periodo. En el año 1987 escribió el libro Cooperativisme, participació i poder, para mí, un libro iniciático y de cabecera a lo largo de mis primeros pasos cooperativistas.
Una de las cosas que me cautivó fue cuando explica, que a menudo le pedimos purismo a las cooperativas en cuanto a participación y democracia y no le admitimos la más pequeña falta. Si la democracia en las dimensiones que la conocemos en nuestra sociedad tiene todavía mucho recorrido de mejora, ¿cómo puede ser que a la democracia económica en forma de cooperativa le exigimos una perfección casi idílica, si todavía se encuentra en una fase incipiente con una exigua implantación en el tejido empresarial? Os suena la frase hecha que dice "esto no es una cooperativa?" Pues esto. Esta reflexión en su momento me pareció muy acertada y ahora mismo me parece de rabiosa actualidad. Le pedimos tanto a la cooperativa, tantos adjetivos para definirla que queda reducida por una selecta minoría. Lo que le pedimos a la cooperativa le pedimos también al cooperativista (obviamente porque las cooperativas las forman los cooperativistas) y a veces puede parecer que uno tiene que formar parte de un movimiento casi religioso con dogmas de fe incluidos.
Seguramente tendremos que volver a lo básico. La cooperativa de trabajo es una sociedad de personas, democrática (una persona, un voto) que tiene que generar resultados positivos que reparte (parcialmente) entre sus socios en función de su aportación, es decir, de su trabajo. A diferencia de las sociedades mercantiles, donde el poder está en el capital y los resultados remuneran también al capital. Se trata de un modelo radicalmente diferente del hegemónico que se basa en las personas en lugar del capital. Desde mi punto de vista como común denominador no hace falta nada más. Eso sí, cada cooperativa puede añadir todos los complementos y condicionantes (en sus estatutos, reglamentos internos y acuerdos) que consideren sus socios soberanamente.
"A menudo le pedimos purismo a las cooperativas en cuanto a participación y democracia y no le admitimos la más pequeña falta"
A menudo me pregunto por qué el cooperativismo no es un modelo empresarial que llame la atención de los jóvenes (quiero decir de manera relevante) tanto por los que son emprendedores cómo por los que se pueden incorporar. Mi primera respuesta es pasar la pelota a los otros: que la culpa sea del sistema es un clásico, el cooperativismo no se conoce ni se enseña en los diferentes niveles educativos, los medios de comunicación no hablan, los poderes económicos y fácticos nos hacen la coz. En realidad se trata de excusas para no afrontar lo que es realmente importante, la responsabilidad del mismo cooperativismo. Quizás en este punto, la pregunta que realmente nos tenemos que hacer es: ¿Ofrecemos un mensaje realmente potente y seductor que anime a las personas a implicarse en el cooperativismo, más allá de una lista interminable de deseos, preceptos y principios a cumplir cómo un catecismo al personal?
Ningún modelo ha triunfado a lo largo de la historia de la humanidad sin el ejemplo. Y justamente el ejemplo es lo que puede convencer a las nuevas generaciones para atraparlos en el cooperativismo y por extensión en la economía social. Ver cooperativas sólidas y con proyección, con proyectos que sean atractivos para el desarrollo profesional y personal, donde se puedan ganar bien la vida (ganarnos bien la vida, porque si escogemos la cooperativa, ya sabemos que no nos haremos ricos, pero tampoco queremos cooperativas de pobres).
Con un abanico salarial más ajustado que el mercado puro, pero que no tenga un diferencial alejado del sector donde se actúa. Queremos personas que tengan una motivación trascendente pero compatible con una remuneración justa. Y hoy por hoy, el cooperativismo, en general, tiene serias dificultades para la captación y retención de talento, especialmente en las áreas directivas y de mando. Y precisamente esto, el talento es el que marca la diferencia de las empresas (¿Al cooperativismo lo tenemos claro, es un modelo empresarial basado en las personas, verdad?)
"El cooperativismo, en general, tiene serias dificultades para la captación y retención de talento"
Si de verdad nos creemos que la empresa cooperativa es mejor, también lo tendría que ser económicamente o al menos igual que el resto. Las personas son socias y trabajadoras a la vez, por lo tanto, existe un nivel de implicación mayor que al resto de empresas. Por qué en un sector determinado no tendríamos que disponer de la misma masa retributiva (con un abanico salarial más pequeño, de forma que los sueldos más bajos sean más altos y los más altos más bajos pero no escandalosamente más bajos).
Para que esto sea posible necesitamos disponer de empresas cooperativas con suficiente dimensión (las empresas necesitan, por regla general, disponer de una talla media mínima para ser competitivas y poder pagar mejores sueldos) y alianzas en forma de grupos u otras modalidades para hacerlas más sólidas y eficientes, que puedan aportar recursos financieros capitales para hacer frente a las inversiones y crecimiento.
Y el cooperativismo justamente dispone de un modelo que puede ser muy atractivo aplicando justamente sus mecanismos y principios de funcionamiento (nada más y nada menos). ¿Es interesante para los jóvenes formar parte de un modelo empresarial cooperativo en la propiedad y también en la gestión? Seguro, cada vez es más importante, además del sueldo en qué proyecto estamos, qué propósito tiene y cómo son sus líderes. Ir a la asamblea y decidir está bien, pero la auténtica participación la tenemos en la gestión del día a día en los equipos de trabajo. Por poner un ejemplo relevante podemos hablar de Irizar cooperativa, el fabricante de autocares más eficiente del mundo que basa su modelo de participación, entre otras cosas, con la autogestión de las cadenas de montaje. Y finalmente la participación en los resultados. Una parte de los resultados se tiene que aplicar a los socios que lo han generado, así de claro.
Así cuándo, por ejemplo, un ingeniero, recientemente diplomado, quiere formar parte de nuestra cooperativa le podemos ofrecer una propuesta muy atractiva de triple participación en la propiedad, en la gestión y en los resultados. De forma que de antemano (el salario para entendernos) le añadimos la parte de resultados que le corresponde en función de su aportación (su trabajo). La suma de resultados positivos y negativos, si la cooperativa es sostenible los primeros a la larga sumarán más que los segundos, se queda en la libreta del socio incrementando su capital social, de forma que continúan financiando la cooperativa y se devuelven al socio en el momento de baja o jubilación.
"¿Es interesante para los jóvenes formar parte de un modelo empresarial cooperativo en la propiedad y también en la gestión?"
Y para hacerlo no tendríamos que proyectar la idea que las cooperativas (pata negra) son las denominadas sin ánimo de lucro (aquellas que no pueden en ningún caso repartir resultados entre sus socios). Es una parte de las cooperativas, pero no tendría que ser la única, ni por supuesto el mejor modelo ni el hegemónico. Al contrario, la cooperativa tiene que ganar dinero para cumplir su misión, compatible con sus valores y vocación de legado (tendríamos que grabarnos esto a fuego), el excedente para los socios es por su actividad, no retribuye en el capital y es una buena opción (es variable condición necesaria que la cooperativa gane dinero) para tener un paquete retributivo con equidad interna y competitividad externa. No nos engañemos y hagamos trampas al solitario, hagamos el ejercicio de sumar los anticipos y excedentes y compararlo con nuestro sector.
Las personas, por suerte, son libres y tienen otras opciones alternativas a la cooperativa. El salario emocional y la implicación en un modelo y proyecto es muy importante, pero la retribución no puede estar a las antípodas del sector donde nos movemos.
En resumen, hagámoslo y expliquémoslo fácil, con una propuesta seductora que no haga echar atrás a la gente que puede pensar que esto solo es por una selecta minoría de creyentes. Hay que proyectar, comunicar y dar visibilidad a un cooperativismo con vocación de impacto que sea atractivo para las generaciones futuras. Y por encima de todo, enseñar y reivindicar las experiencias exitosas. Además de los valores, ver que es posible y funciona es lo que más convence.