En este periodo de crisis del coronavirus, estamos experimentando -o sufriendo, según los casos- cambios repentinos en el terreno de la comunicación a través de la red y la nube o cloud . Vídeo-trucadas familiares o de amigos a través de Whatsapp ; reuniones de trabajo con las herramientas de vídeo-conferencia que hemos ido descubriendo; los directos al Instagram para escuchar conciertos o dar clase de gimnasio. En total, más datos subidos a la nube y más dependencia de este universo virtual.
El aumento de la captación de datos y las utilidades que le podemos dar estas, el llamado BigFecha , es una realidad que todas y todos lo vivimos en primera persona. Empezamos conociendo el kilobyte (kB) para más tarde enterarnos del megabyte (MB). Después evolucionamos hacia el gigabyte (GB) y poco después el terabyte (TB). Y ahora empezamos a escuchar, astorats por sus dimensiones y las cantidades de ceros que traen, el petabyte (PB) o incluso el yottabyte (YB).
La importancia que tiene la gestión de la información es evidente y nadie pone en entredicho las grandes oportunidades que da. En todo caso, las criticas vienen por el miedo al uso que se haga de esta cantidad enorme de información que entidades y organizaciones pueden reunir de cada uno de nosotros.
Toda esta información sirve para generar nuevos servicios y productos, o para crear contenido cultural, de entretenimiento o deportivo. Pero, ¿nos podemos preguntar si toda la información del pasado servirá para crear de forma innovadora, inesperada y sugerente? ¿Sirve para poder crear conceptos, historias o acontecimientos diferentes?
"¿Toda la información del pasado servirá para crear de forma innovadora, inesperada y sugerente? ¿Sirve para poder crear conceptos, historias o acontecimientos diferentes?"
La capacidad disruptiva de la creatividad, intrínseca en su mismo concepto, es útil y necesaria en un entorno con más presencia de trabajo de datos. La inteligencia artificial y el Big Data trabajan en algoritmos que predicen el futuro basándose en el pasado. Repasando exhaustivamente que ha pasado, se prevé que pasará. Los patrones utilizados hasta ahora nos dirán cómo serán los patrones futuros. Por lo tanto, damos por hecho que el pasado condiciona y concreta el presente y el futuro. La mayoría de veces es así, el sentido común nos lo dice y muchas ciencias humanísticas nos lo confirman.
Pero, ¿si precisamente lo que buscamos, si lo que queremos, es justamente romper con el pasado? Si se pone de moda las películas de piratas o de mosqueteros, la lógica predicción nos apuntará que la audiencia pide que hacemos más películas parecidas o similares. Pero será la creatividad la que puede crear un futuro basándose en temas diferentes y tomando caminos divergentes y distintos.
Si nos reinventamos, no podemos dejar que el pasado condicione plenamente el presente ni el futuro. Esto, el hecho de romper con el pasado, la libertad de decidir, nos lo da la creatividad, que quiere predecir que nos puede gustar, apasionar, hacernos sentir y disfrutar basándose en múltiples aspectos, tantos cómo queramos o seamos capaces de encontrar.
La colaboración -o inter-acción- entre el Big Data y la capacidad creativa del ser humano será clave tanto a escala personal como de empresas u organizaciones.