A lo largo de las semanas que llevamos de confinamiento, el reloj tecnológico y social ha avanzado cuatro años, o incluso décadas. Algunas tecnologías como la teleconferencia, la manufactura 3D o los robots que interactúan con personas forman ya parte de la "nueva normalidad". En el plano social, observamos un cambio de valores y prioridades personales y colectivas, pero también la generación de nuevas comunidades de ayuda mutua y la estructuración de ecosistemas empresariales inéditos.
Tal como recoge el Observatorio de Capacidades Emergentes, un informe publicado por Ideas for Change que ha documentado más de 150 iniciativas sociales y empresariales surgidas a lo largo de la emergencia sanitaria, las organizaciones y la ciudadanía han demostrado en este contexto extremo su plasticidad y capacidad para generar valor.
El teletrabajo y la educación a distancia se han implementado en empresas, universidades y escuelas a toda velocidad, haciendo que el valor -y los riesgos- asociados a los datos se cuelen en las conversaciones y prioridades sociales rebelando la emergente sociedad en red. A la vez, la flexibilidad productiva de los activos y la puesta en valor de aquello abierto e infrautilizado se han manifestado: motores de limpiaparabrisas impulsan ahora ventiladores producidos en cadenas de montaje de automóviles y los vehículos particulares que descansaban en los garajes transportan estos días a personal sanitario.
Al mismo tiempo, la capacidad de transformación de los colaboradores y el papel central de la ciudadanía se han convertido en esos principales de gestión de esta crisis. Dos días de formación fueron suficientes para que una aerolínea transformara el personal de asistencia en vuelo en personal de asistencia sanitaria, a la vez que profesionales con movilidad reducida han podido ejercer en igualdad de condiciones en el contexto de teleconexión.
"Dos días de formación fueron suficientes para que una aerolínea transformara el personal de asistencia en vuelo en personal de asistencia sanitaria"
Y no sólo esto, sino que también se han reestructurado los sistemas de negocio y el valor del conocimiento compartido. Un club de fútbol de barrio o una lista de correo se han posicionado como estructuras críticas para proveer alimentos o gestionar donaciones a las comunidades, mientras que restaurantes y gimnasios han pasado a distribuir en abierto recetas o rutinas de ejercicios para mantener a sus comunidades atendidas durante el confinamiento.
Hasta el momento, hemos vivido entre dos mundos: uno para el cual la movilidad era aquello principal y otro para el que el esencial era lo conectado. El Covid-19 y sus consecuencias nos proporcionan la oportunidad de combinar lo mejor de uno y del otro en un marco de posibilidades ampliado. Elegir aquello valioso de lo que conocíamos e incorporarlo a la energía y la velocidad de las capacidades que las organizaciones y los ciudadanos hemos desarrollado en este periodo.
Un gran cambio no es necesariamente un cambio repentino. Un gran cambio es colectivo, suficiente, sostenido y posible, sobre todo posible.
El informe 'Observatorio de capacidades emergentes" está disponible para su descarga gratuita a: https://www.ideasforchange.com/-recursos-tools-/informepostcovid