Una de las características de los gobiernos populistas consiste en no explicar la verdad al elector. Nunca decirle que el país va mal y que, por lo tanto, alguna responsabilidad tienen todos juntos: los que mandan y los administrados. Y cuando el populismo destapa que hay un problema siempre es para buscar el enemigo fuera. Un ejemplo claro lo tenemos en el gobierno español de Sánchez. Sacar una pseudo-ley de ayudas para combatir "el chantaje energético de Putin" es tener unas un morro considerable. El populismo en España es tradición y está por todas partes: gobiernos autonómicos, ayuntamientos, diputaciones, etc. El hecho, sumado a la incompetencia de los políticos, convierten a la clase gobernante española en altamente tóxica, capaz de devastar cualquier cosa que se ponga por delante -cómo sucede tradicionalmente en Latinoamérica, que por eso son lamentables herederos políticos del hispanismo que los conquistó.
En Catalunya ya hace tiempo que se utilizan las mismas técnicas. He intentado explicar en sucesivos artículos pasados que el problema económico más grave que sufre Catalunya -como parte de la profunda españolización que sufrimos desde la muerte de Franco- es la falta de productividad. Peor todavía: el descenso de la productividad que ha ido reduciéndose en los últimos años (ved "¿Qué pasa con la productividad a Catalunya?"). Esta baja productividad se debe, principalmente, al desgobierno. Es decir, a no tener unos gobernantes suficientemente preparados que determinen cómo tiene que estar compuesto el PIB del país. En los últimos dos decenios, e impulsado por las Olimpiadas de Barcelona, los desgobiernos de Catalunya han dejado el equilibrio de la composición del PIB en manos de quienes más tiran de la sábana. Sin tener en cuenta que este hecho es gravísimo, puesto que el sistema económico tiende a comportarse como cualquier sistema natural: las malas hierbas se comen el cultivo. ¿O se piensan que los labradores echan herbicidas por el placer de pasar el rato? Triunfa aquello que crece más fácilmente y requiere el mínimo esfuerzo hasta que lo invade todo. En el caso de la economía mediterránea el hecho significa dejar el futuro en la economía "gandula" -a la que también se la puede denominar "de gandula", puesto que me refiero al turismo, la hostelería, etc; es decir el "panching"-. Como que esta economía no llega a generar el excedente suficientemente necesario para mantener el estado del bienestar, cuando acontece un sector primordial -que es nuestro caso- el estado del bienestar empieza a quebrar. Y ya hemos llegado a este punto.
También mantengo que, por el hecho de pertenecer a la Unión Europea, no llegaremos nunca a la situación de quiebra de Argentina, por ejemplo, que está sola. Afottunadamente, nosotros tenemos quién nos tutele. Quiero decir que las cifras macroeconómicas vienen siempre controladas desde fuera. Y esto es bueno. En este sentido, iremos avanzando. Pero, si lo recuerdan, siempre he mantenido que el deterioro lo notaremos los catalanes en todo aquello que dependa exclusivamente de nosotros -el ejemplo lo ponía en el paquete que viene de Alemania y tarda un día en llegar a Catalunya y que tarda tres en ser distribuido por Correos-. Pues bien, este momento ya ha llegado: nuestra Sanidad ya ha empezado a flaquear. Hemos tocado el hueso. De hecho, el drama ha empezado hace tiempo, pero se nos ha escondido -la covid ha constituido una excusa fantástica-. No ha sido hasta ahora, cuando las cifras de enfermos han vuelto a una cierta normalidad, que las voces de los profesionales captan nuestra atención. Y no hablo de los sindicatos que tienden a la reivindicación sostenida. Hablo de los profesionales del sector.
Catalunya no genera suficiente excedente para mantener el estado del bienestar del cual, hasta ahora, había disfrutado
El año pasado el Reino Unido se llevó de España 10.000 enfermeras, que son las que se forman en toda España en un año. El año pasado se colegiaron 1.900 médicos en Catalunya. 900 de ellos, extranjeros, mayoritariamente latinoamericanos. Sin pruebas de capacitación suficientes, sin títulos convalidados de manera adecuada. De saber catalán, ya ni hablo. Mientras tanto, el gasto en formación de profesionales se tira, toda vez que, cuando acaban la carrera, los titulados huyen del país hacia lugares donde se les remunere convenientemente. Un desbarajuste de mal gobierno. Aquí les dejo el enlace de la noticia. Prefiero que escuchen a los profesionales que saben. Y paren atención a lo que se dice: los cinco próximos años serán peores.
Todo esto es el resultado de una cosa relativamente sencilla de explicar. Catalunya no genera suficiente excedente para mantener el estado del bienestar del cual, hasta ahora, había disfrutado. No se trabaja bastante, ni bastante bien. Nuestra torpe economía, fruto de unos gobiernos pésimos, ha implantado la cultura de la terraza de bar, donde se espera siempre pagar poco a pesar de tener un servicio que es una porquería gracias a un camarero inmigrante explotado. Ahora esta manera de hacer ya ha llegado a la Sanidad, también. Eso sí, en el caso de los sanitarios, el tema consiste en querer compensar su explotación a golpe de aplauso fariseo. Y es que las consecuencias de una clase política tóxica son peligrosísimas. Los malos gobiernos acaban, incluso, degradando el comportamiento social de la población, también. Una mala clase política lo devasta todo. Todo. Hasta el último rincón. Incluso pervierte el buen sentido de la población, que acaba pensando que con ridículos aplausos soluciona los problemas.