No deja de ser curioso que en una sociedad como la actual, abierta, global, desacomplejada, en la que desnudamos nuestras vidas en las redes, todo el tiempo, y hablamos sin rodeos de política, religión y sexo, comentar con amigos, familiares, pareja o compañeros de trabajo lo que cobramos a final de mes, siga siendo aún hoy un tema tabú.
Y es que, por inverosímil que pueda parecer, en términos generales a todos nos cuesta hablar de dinero, y muy especialmente de lo que ganamos. Se trata de un tabú histórico y cultural, fuertemente arraigado, qué estudios sucesivos se empeñan en resaltar una y otra vez.
La verdad, y en esto no hay vuelta de hoja, el secretismo que se genera en torno a los salarios favorece que se produzcan desigualdades dentro de las empresas privadas, ya que nadie sabe lo que está ganando el de al lado.
"El secretismo que se genera en torno a los salarios favorece que se produzcan desigualdades dentro de las empresas privadas"
En este sentido, el próximo 7 de julio de 2026, dentro de menos de dos años, las empresas europeas, y por extensión las de España y las de Catalunya, vivirán un antes y un después en cuanto a la transparencia retributiva. A partir de ese momento, en cumplimiento de la Directiva 2023/970 del Parlamento Europeo, los empleados de las compañías podrán conocer los salarios de sus compañeros. La medida busca erradicar la brecha salarial entre hombres y mujeres y, por lo tanto, exigirá a las empresas ser más abiertas y equitativas en sus respectivas políticas salariales. En definitiva, corregir los desequilibrios que afectan las retribuciones finales y que tienen relación directa con los sesgos de género que predominantemente infravaloran las tareas que realizan las mujeres. Porque, aunque se han logrado muchos y notables avances en materia de igualdad de género, en 2020 la brecha salarial entre los dos sexos aún seguía siendo del 13% de media.
Pero los cambios no acaban aquí. La directiva también afectará los procesos de selección, que obligará a las empresas a publicitar el salario o rango retributivo correspondiente a las vacantes ofrecidas. Y es que no explicitar el sueldo o esconderlo con frases como “salario competitivo” o “según la valía personal” son prácticas que se han normalizado y que deberíamos abolir definitivamente. Las referencias son irrefutables. Según se extrae del informe de 2021 de la compañía de datos de compensación PayScale, solo el 12,6% de las ofertas de empleo publicadas en todo el mundo incorporaban el salario. Y, honestamente, no hay nada más irritante que saber que la empresa ofrece fruta a sus empleados todos los viernes y, en cambio, ir a ciegas en cuanto al rango salarial. En un mundo idílico hablaríamos solo del proyecto, de los objetivos y de las ilusiones, pero en el mundo en el que nos ha tocado vivir, por mucho que nos pese, necesitamos saber si un trabajo nos es financieramente viable o no. Porque, al final, y hay que ser franco, todos trabajamos por dinero.
Pero vayamos al quid de la cuestión. ¿Qué hace que las empresas oculten los sueldos en las respectivas ofertas de empleo? ¿Qué hace que en pleno siglo XXI aún vivamos los salarios con tanta privacidad? ¿Qué hace que hablar de transparencia salarial genere tanta controversia? ¿Por qué tienen el dinero tanta carga emocional? Ciertamente, no hay una clara unanimidad al respecto. Hoy en día encontraríamos prácticamente el mismo número de defensores que de detractores.
"El 12,6% de las ofertas de empleo publicadas en todo el mundo incorporaban el salario"
He de decir en este sentido que, en lo que a mí respecta, me siento invadida por un charco de contradicciones. Soy de las que preservan un total hermetismo cuando me preguntan por mi sueldo. Es un tema mío y solo mío, y me incomoda hablar de él por los recelos que suscita. Nadie quiere sentirse mal pagado o, todo lo contrario, considerado demasiado bien pagado. Somos muchos los que pensamos que la cantidad de dinero que ganamos es un asunto delicado y que se nos puede juzgar en función de ello. Es este espíritu competitivo y capitalista inculcado de padres a hijos y que, en mayor o menor medida, todos hemos heredado.
Pero al mismo tiempo, comprendo y empatizo con el porqué de esta futura legislación. Sin ir demasiado lejos, si miramos el caso de Catalunya, en 2021 por un mismo trabajo las mujeres cobraron de media 6.196 euros menos que los hombres (25.015 euros frente a 31.212 euros). Nos llenamos la boca de feminismo e igualdad, pero la brecha salarial está ahí y persiste. Los liderazgos femeninos son tan o más buenos que los masculinos e igual de plurales. Los trabajos, más manuales, más intelectuales, más técnicos, pueden ser asumidos con similar competencia por ambos géneros. Y por más que todo esto sea una obviedad, seguimos siendo una sociedad eminentemente machista, anclada en la supremacía masculina y la subordinación aún demasiado reiterada de las mujeres. Los salarios son uno de los grandes puntos de discriminación recurrente que manifiestamente hay que erradicar. La feminización de la pobreza es una evidencia que solo podremos revertir con la presión legislativa y la conciencia social.
"En 2021 por un mismo trabajo las mujeres cobraron de media 6.196 euros menos que los hombres"
Dicho esto, más allá de sexos o apariencias, soy de la opinión de que se debería retribuir a cada profesional en función de sus habilidades y resultados, por el valor que aporta a la organización. La solvencia, la actitud, la determinación y la consecución de objetivos son factores que deberían jugar un papel determinante en la configuración del rango salarial.
Me han educado en la cultura del esfuerzo y la responsabilidad y, considero, eso tiene un peso que hay que reconocer al final de mes. ¿Se quiere transparencia? Perfecto, me apunto. Pero en ningún caso compro ni compraré “el café para todos”.