La cultura se come la innovación para desayunar

Leyendo algunas reflexiones de Peter Drucker estos días me aparecía su famosa frase y como de aplicable es, no solo a la estrategia, sino también a la innovación que, en el entorno actual, cada vez más se imbrinca (o debería) con la estrategia.

Por mucho que, desde nuestras organizaciones, nos empeñemos en contratar al mejor equipo de innovación, a trabajar con los mejores consultores, a emplear las mejores metodologías, etc., no conseguiremos convertirnos en una empresa innovadora si no construimos realmente una cultura de innovación. Pero, ¿qué es una cultura de innovación? Básicamente una cultura donde los profesionales que trabajan en la compañía desarrollan capacidades de curiosidad, proactividad que los hace capaces de explotar el presente al mismo tiempo que pensar en el futuro.

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Se ha hablado mucho de las barreras de la innovación: la organización en silos, la falta de una estrategia de innovación o la no disposición de recursos humanos y económicos para llevarla a cabo, pero ninguna barrera es tan alta y difícil de saltar como la de la cultura. Y cuando hablamos de cultura, hablamos de normas, comportamientos, mentalidades, hábitos e incluso código de lenguaje que condicionan, y mucho, el desempeño de la innovación.

"No conseguiremos convertirnos en una empresa innovadora si no construimos realmente una cultura de innovación"

Según un estudio de McKinsey, el 80% de los directivos consideran que la innovación es una de sus prioridades más importantes, sin embargo, solo el 6% de ellos están satisfechos con sus resultados. Lo más relevante es que este porcentaje no ha cambiado en la última década.

Y es que, ¿cómo vamos a conseguir resultados si no empezamos por crear las condiciones adecuadas para que esta innovación florezca?

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La falta de apoyo a la experimentación, al error, a saltarse las ortodoxias de la organización, a pensar más allá del día a día, de las convenciones de la industria, de los procesos actuales y de los flujos de trabajo, así como el centrarnos permanentemente en nosotros mismos y regocijarnos en lo buenos que somos sin levantar nunca la vista para ver qué es lo que viene de fuera, no ayudan en nada al éxito de la innovación en la compañía.

Una de las cuestiones que más afecta es la asignación de recursos, ya que transmite un mensaje muy claro a la organización. Si la asignación de recursos se centra únicamente en el negocio actual, la organización entenderá que no estamos dispuestos a explorar nuevos negocios y no se sentirá confiada a proponer nuevas ideas que nos ayuden a crecer.

Pero además, establecer esta cultura no solo es favorable para la innovación, sino también para el funcionamiento general de la empresa. Aquellas empresas que obtienen resultados excepcionales en innovación (los principales innovadores que destacan en los beneficios generados por nuevos productos, servicios y nuevos negocios) suelen contar con personas más positivas, creativas y productivas.

Y, no debemos engañarnos, la construcción de esta cultura recae en la Dirección. Esta debe transmitir sus aspiraciones y asegurarse de que sus personas se alineen con ellas. El compromiso no se demuestra únicamente en grandes discursos, sino en acciones concretas: definición de una estrategia, asignación de recursos para que esto suceda, apoyo a través de incentivos para las iniciativas innovadoras, formación y metodología para hacer que las cosas pasen.

"Las personas que trabajan en innovación deben ser vistos como partners para el resto de la organización"

Y aunque no todos los empleados deben estar implicados en el día a día de la innovación, es importante que toda la organización la entienda y la apoye. Las personas que trabajan en innovación deben ser vistos como partners para el resto de la organización y ésta debe posicionar la innovación como algo necesario para continuar siendo relevantes como compañía en el presente y sobre todo en el futuro. Si no se posiciona la innovación como algo imprescindible, las personas que deben dedicarse a ella no podrán desarrollarla en todo su potencial.

Y lo más importante es crear un entorno de confianza, unas condiciones donde prime la humildad, el respeto, la honestidad, la colaboración y la transparencia, donde el error no sea penalizado y donde experimentar y aprender formen parte del día a día. Un entorno que permitirá llevar a la organización al siguiente nivel.

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