Hay momentos que significan auténticos puntos de inflexión en la dirección de la Historia. Sin duda, este es uno de ellos. Cosas que tendrían que pasar en 10 años, pasarán en pocos meses. La Covid ha significado una disrupción en toda regla, un auténtico torpedo attack a la línea de flotación de nuestra civilización. Caracterizaría el cuadro actual con los siguientes puntos:
- El virus ha sido el mismo en todas partes. La respuesta organizativa de los países, no. La Covid ha sido una prueba de fuego de la calidad de los sistemas de liderazgo e innovación de los diferentes países. La nación que ha liderado el mundo en los últimos 80 años, Estados Unidos, ha tenido una respuesta nefasta, que pone en peligro su propia estabilidad democrática y social.
- La administración Trump tiene multiplicidad de frentes abiertos. Uno de ellos, la debilidad en su sistema de innovación, que ha demostrado que no es capaz de dar soluciones organizadas y rápidas a un acontecimiento inesperado como una pandemia, a pesar de invertir más en investigación biomédica que en agricultura, espacio y energía juntos. La pandemia ha puesto en evidencia el enorme gap entre ciencia y soluciones, entre conocimiento e innovación.
- Un segundo frente es la amenaza de un estallido social en Estados Unidos. La nación que más invierte a nivel bruto en I+D, la primera potencia económica del mundo, tenía cuarenta millones de pobres antes de la crisis. Ahora, esta cifra se ha doblado en pocos meses. Casi un tercio de la población americana está amenazada de pobreza y exclusión, con especial impacto en las minorías étnicas. El asesinato de en George Floyd, estrangulado en la calle por un agente de policía, es sólo la chispa que encendió una hoguera que se contiene ahora con más autoritarismo y represión, en un peligroso círculo vicioso.
- En tercer lugar, Estados Unidos se encuentra inmerso en una guerra tecnológica de consecuencias imprevistas. Para competir en el mundo digital, y hacer posibles escenarios de inteligencia artificial avance, industria 4.0, smart cities, vehículo conectado o medicina digital, hay que superar un cuello de botella tecnológico: el despliegue de redes 5G. Pero es una empresa china, Huawei, quien lidera esta tecnología, y quien la puede ofrecer a menor precio por sus inmensas economías de escala. Desplegar de forma eficiente y rápida redes 5G significaría instalar miles de antenas de tecnología china en nuestras ciudades. Estados Unidos se opone, y presiona a sus aliados para vetar Huawei. El Reino Unido lo acaba de hacer. Japón, Taiwán, Australia y Nueva Zelanda también. Canadá, Alemania y Francia se lo están pensando.
- En el mundo bipolar que se acerca, los diferentes países tendrán que elegir en qué órbita quedan: Estados Unidos o China. No será evidente. Habrá que acercarse en unos Estados Unidos en decadencia, que dejarán de liderar tecnológicamente el mundo; o una China autocrática capaz de ofrecer a sus aleados recursos económicos (préstamos de reconstrucción) a bajo coste y ceder tecnología punta posiblemente mejor que la americana. China puede franquiciar sus sistemas de vigilancia digital ciudadana y prestar asistencia económica y de defensa a todo tipo de regímenes a cambio de recursos naturales y votos en las asambleas de los organismos internacionales. El cinturón de influencia chino puede extenderse por todo el Hemisferio Sur, desde Oriente Medio en África y Latinoamérica.
- En este contexto adverso, tenemos la última oportunidad de cohesionar Europa y evitar que los diferentes países de la Unión caigan en este dilema subóptimo: alianza con unos Estados Unidos decadentes o una China dictatorial. Decadencia o dictadura, este es el dilema. Ninguno de los dos regímenes es el campeón mundial de la democracia, la libertad y el bienestar, como lo ha sido Europa en los últimos años. Europa se tiene que reafirmar como tercer poder. Y, en la reciente cumbre, la respuesta europea inicial, federal y hamiltoniana, ha sido positiva. Sin generosidad ni ingenuidad, ha sido una respuesta geoestratègica de altura: Europa, liderada por Alemania, quiere construir una muralla de competitividad y un espacio de mercado propio en un mundo inundado de un tecno-nacionalismo feroz. Es cuestión de supervivencia. Ahora, Europa tiene que recuperar el tiempo perdido: tendrá que construir su 5G propio, reinventar su sector del automóvil (quizás alrededor del hidrógeno), crear estructuras democráticas de datos (hoy, los datos de los europeos están en manos de Google y Facebook), desplegar una estrategia de inteligencia artificial al nivel de la china o la americana, estructurar sistemas de ciberseguridad y defensa; y generar un modelo industrial innovador, limpio e inclusivo. Nos tenemos que ganar la soberanía tecnológica. Una tarea titánica y alentadora, para hacer emerger una tercera fuerza en el escenario global. Europa tiene que hacer en cinco años lo que EEUU hizo en 80, y China en 20. Ahora o nunca.
- Sorprendentemente, la Covid y la aceleración del tiempo geoestratégico que ha comportado puede ser el contrapunto que cohesione y haga posible el sueño europeo encontrando su espacio propio en medio de dos influencias no deseables. Es el momento de los grandes liderazgos europeos y de las grandes inversiones en tecnología para desarrollar este espacio propio. Si no lo hacemos, caeremos en la órbita de países que sólo nos pueden llevar a perder derechos sociales, calidad de vida y bienestar. Europa ya ha hecho antes grandes ejercicios de reconstrucción y superación. No en balde, al poco de la devastadora Peste Negra de la Edad Media, llegó el esplendor del Renacimiento.
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