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Descarbonizando la economía: el rol de los clústeres catalanes

13 de Diciembre de 2023
Ferran Piqué | VIA Empresa

La sostenibilidad es un factor relevante para la competitividad actual de una empresa, pero determinante para su competitividad futura. Hay varios motivos que nos lo indican: el crecimiento de la sensibilización de los consumidores que incorporan esta perspectiva en sus criterios de compra, la importancia que tiene el compromiso medioambiental para atraer y retener talento, la competencia que utiliza la sostenibilidad como factor de diferenciación, inversores que tienen en cuenta los criterios ESG (environmental, social, governance), o una legislación cada vez más estricta.

Las emisiones de gases de efecto invernadero que una empresa genera fruto de su actividad se pueden clasificar en tres grandes ámbitos:

Primero: Las emisiones directas (alcance 1): que son aquellas que se provocan fruto del funcionamiento de la empresa y de aquello que controla. Por ejemplo, el funcionamiento de una máquina, o la flota de vehículos propia.

Segundo: Las emisiones indirectas generadas del consumo de la energía que una empresa compra (alcance 2).

Tercero: Las emisiones de la cadena de valor (alcance 3): que son aquellas que generan los proveedores de los cuales la empresa se aprovisiona, y las que se derivan de las actividades posteriores de la cadena de valor (la distribución, o el uso del producto). Se trata de emisiones que, igual que las del alcance 2, son de carácter indirecto.

Según datos del Pacto Mundial de las Naciones Unidas (UN Global Compact), de media el 70% de la huella de carbono de una empresa proviene de las emisiones de su cadena de valor. Esto implica que habitualmente una empresa puede llegar a reducir como máximo su huella de carbono en un 30%, pero el 70% queda en manos de su cadena de valor. En este contexto, la colaboración entre las empresas que la conforman acontece imprescindible: en primer lugar, para medir el impacto medioambiental de una actividad económica y la contribución que cada agente tiene en la huella de carbono; y posteriormente, para definir estrategias para reducirla.

"El 70% de la huella de carbono de una empresa proviene de las emisiones de su cadena de valor"

Catalunya cuenta con una ventaja competitiva para afrontar este reto: una política de clústeres de referencia a escala mundial -un modelo que se estudia como caso de éxito en Harvard- con 27 entidades de diferentes sectores (cárnica y proteína alternativa, moda, vino, deporte, belleza,...) que forman parte del programa Catalunya Clústers de Acció. En total agregan más de 2.700 agentes (empresas, centros tecnológicos, universidades, administración...) de diferentes cadenas de valor, y concentran el 36% de la facturación industrial de la economía catalana.

Algunas de las acciones que estos clústeres hacen por catalitzar el cambio hacia la sostenibilidad de nuestro tejido productivo se expusieron en la jornada sobre La importancia estratégica de los clústeres en la descarbonización y sostenibilidad de las cadenas de valor de la economía catalana organizada por el Colegio de Economistas de Catalunya. Quiero destacar algunas que los ponentes Xavier Amores (Catalan Water Partnership), Àlex Brossa (Packaging Cluster), y Josep Nadal  (CIAC – Clúster Industria de la Automoción de Catalunya) explicaron y que ilustran el activo que suponen estas iniciativas para la generación de valor compartido y el fortalecimiento de la competitividad:

  • En el caso del agua, los proyectos en el ámbito de la digitalización con herramientas de inteligencia artificial para detectar escapes, o para facilitar la gestión del ciclo del agua. Y también, proyectos directamente vinculados a la economía circular, como por ejemplo el apoyo a industrias en el cálculo de la huella hídrica y la reutilización del agua de sus procesos; o la valorización de residuos derivados de la desalinización.
  • En cuanto al packaging, acciones como formaciones para empresas sobre la sostenibilidad de manera holística en el sector, de innovación colaborativa en el ámbito del uso de biomateriales, u otros de vinculados a la industria 4.0 que de manera tangencial también afectan a la sostenibilidad -por ejemplo, a través de una optimización de procesos y una reducción de la generación de residuos.
  • En el caso de la automoción, proyectos como el de desarrollo de una herramienta de cálculo de la huella de carbono muy enfocada a las pymes del sector. El éxito de la cual es que ya se está replicando por tercera edición, y es solo uno de los casi 50 proyectos colaborativos que anualmente se desarrollan en el marco del clúster.

Todas estas acciones tienen varios denominadores comunes: responden a retos estratégicos que tienen las empresas, difícilmente una empresa de manera individual los podría llevar a cabo, hacen transferencia de conocimiento y contribuyen a sensibilizar sobre la sostenibilidad al conjunto de actores que conforman el sector. Además, ayudan a poner métricas armonizadas para medir el impacto que tienen las empresas en el ámbito de la sostenibilidad, tal como reivindicó la presidenta de la Comisión de Economía y Sostenibilidad, Ana Garcia Molina.

En su intervención, Joan Martí (director de Estrategia de Acció) hacía referencia al hecho que nos encontramos ante un "reto sistémico", la prueba del cual es la imposibilidad de resolverlo de forma lineal. Los clústeres son testigos directos de esta transformación. Se evidencia en nuevos modelos de negocio que ya se empiezan a observar fruto de algunas decisiones estratégicas, como la evolución de algunas empresas industriales hacia la servitización, o la tendencia de pasar de departamentos de sostenibilidad relacionados únicamente con la actividad de producción de una empresa (optimización de producto, proceso...) a estarlo con el ámbito de la estrategia de negocio.

Gasol: "La cuestión de cómo de mal irán las cosas no es realmente una prueba para la ciencia, sino una apuesta sobre la actividad humana"

Estos cambios implican avanzar hacia modelos de economía circular, fundamentada en el aprovechamiento de los recursos ya existentes, en detrimento de la economía lineal del take-make-waste –tal como señalaba Jordi Oliver (Inèdit). Algunas estrategias para transitar pueden ser la servitización, el ecodiseño, la reutilización, o la remanufactura. Todo ello, se trata de nuevas oportunidades para generar ventajas competitivas, que pasan por no seguir haciendo lo mismo que habíamos hecho hasta ahora, y por lo tanto suponen reconfigurar las cadenas de valor para incorporar nuevos agentes necesarios con quienes las empresas se tienen que relacionar para implementarlos –en linea con la intervención que hacía el consultor Lluís Ramis (Cluster Development).

En conclusión, haciendo mías las palabras del ex-decano Anton Gasol en la inauguración del acto: "la cuestión de cómo de mal irán las cosas no es realmente una prueba para la ciencia, sino una apuesta sobre la actividad humana. ¿Qué haremos para parar el desastre? ¿Cuándo? ¿Con qué rapidez?" El acierto de las estrategias y cambios que hoy adoptemos lo determinará.