Desmontar castillos en el aire

Las personas que tenemos una mente idealista, hasta el punto de ser fantasiosa, solemos construir castillos en el aire sobre las cosas que nos apasionan. Creamos ilusiones rápidas de cómo nos gustaría que fueran las cosas, nos entusiasmamos pensando que la vida será, finalmente, como la hemos soñado siempre, y proyectamos grandes expectativas sobre nuestra vida profesional y sentimental. Sin embargo, los castillos en el aire se desvanecen con un soplo de viento, y luego debemos volver a tocar tierra, a la realidad en la que por un momento habíamos olvidado que vivíamos.

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La semana pasada fui a ver un ensayo de castells. Mi amiga Cèlia ha estado involucrada en ellos durante años, y en todos los años que hemos sido amigas nunca la había ido a ver. Mi relación con los castells va poco más allá de la admiración y la curiosidad, el aprecio por una de las tradiciones más bonitas de nuestro país y el testimonio de algunos amigos castellers que me cuentan las anécdotas de los ensayos.

Los Xiquets de Reus son una de las colles más antiguas de Catalunya y ensayan en el centro de la ciudad, en un local tan bonito como cálido, donde no esperaba encontrar a más de cien personas. Allí, saludando a algunas caras conocidas y con el color avellana y los pañuelos rojos con puntos blancos como uniforme del ambiente, me sentía como una invitada a una realidad cotidiana, querida y cercana de muchas personas que, al verse a menudo, ya se consideraban algo más que conocidos.

"Estar tan cerca de un grupo de personas sudorosas amontonadas unas sobre otras me recordó que la fortaleza de las personas está en trabajar como las hormigas"

Al cabo de un rato, el primer castell. Siempre me he emocionado al ver uno; supongo que por mucho que lo intente, nunca dejaré de ser un poco sentimental, pero aquella vez me maravilló. No sé si fue por la proximidad, por ser la primera vez en años que veía uno, o si por estar conformado por amigos y personas que conocía. El caso es que estar tan cerca de un grupo de personas sudorosas amontonadas unas sobre otras me recordó que la fortaleza de las personas está en trabajar como las hormigas: en grupo, coordinados y con un mismo objetivo común y bello.

Después de unos cuantos castells, de repetir esa sensación una y otra vez con pausas para ir a beber agua, saludar a una criatura muy bonita que iba de brazos en brazos mientras todos elogiaban a sus padres y de idas y venidas de mi amiga que quería asegurarse de que estaba bien, llegó lo que ya temía que era el momento más esperado por todos: la cervecita de después. Allí, Andreu me explicó el origen de los castells, cómo venían de los bailes de valencianos y las muixerangues, de cómo los castells eran una parte del baile y finalmente se convirtieron en una parte en sí, cuando descubrieron que podían hacer torres humanas mucho más grandes que la representación original de la cruz de Cristo. "Al final, esto de los castells surge por la competición. Si lo piensas bien, ¿cuál sería la gracia de hacer castells más grandes si no es para ganar al pueblo de al lado?". Siempre me ha hecho gracia cómo se expresa Andreu. Es de esas personas que en Girona decimos que "no se anda con rodeos", y siempre he agradecido las explicaciones de este tipo de gente. Después de la visión histórica, me explicaron cuáles son las principales colles, los encuentros y otras curiosidades que poco tuvieron que ver con el mundo de los castellers, como la mejor manera de pedir pescado con salsa de perejil en Portugal.

"Construir tiene un sentido de progreso, de esperanza, de crecimiento. Construir tiene lo inesperado de lo que no sabemos qué pasará, la emoción por lo que vendrá y las sorpresas que ocultará"

Lo que más cuesta de los castillos en el aire no es hacerlos, sino desmontarlos. Comprender que, por la razón que sea, debemos volver a tierra. Que la fiesta se ha acabado, pero debemos terminarla de una manera suave y sostenida para evitar males y golpes. Y es en ese esfuerzo añadido donde radica toda la fuerza de voluntad de las personas: en saber bajar bien, en desmontar de manera que la llegada a tierra no sea fatal. Construir tiene un sentido de progreso, de esperanza, de crecimiento. Construir tiene lo inesperado de lo que no sabemos qué pasará, la emoción por lo que vendrá y las sorpresas que ocultará. Tiene riesgo, por supuesto, pero es un riesgo que las soñadoras estamos acostumbradas a tomar y lo hacemos con gusto.

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Sin embargo, desmontar no tiene un final más esperado que volver al punto de partida, y por eso no es tan emocionante. El único riesgo que se corre es la posibilidad de que algo salga mal, y todo lo que puede pasar es que todo vuelva a estar como estaba antes. Bajar, desmontar, regresar, tiene un punto de retroceder que puede parecer triste. Sin embargo, cuando ya se ha llegado hasta lo más alto, cuando un techo no te ha permitido subir más o el mismo límite de la complejidad humana te ha dicho "hasta aquí", no hay más remedio que desmontar los castillos en el aire y regresar al lugar donde todo comenzó.

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