Deulofeu y Borràs en Hollywood

El reciente intento de asesinato del expresidente naranja Donald Trump demuestra una vez más el papel indispensable del periodismo de calidad a la hora de preservar la integridad democrática. El sábado, a medida que se fue difundiendo la escasa información sobre el intento de magnicidio, las redes sociales se fueron llenando de teorías de la conspiración de ambos extremos del espectro político. Si algo detestan los medios sociales es el vacío.

Una teoría ampliamente difundida defendía que el tirador era un extremista de izquierdas que buscaba incitar al caos, mientras que la contraria postulaba que el acontecimiento era una operación de falsa bandera, un montaje del trumpismo para alimentar el frentismo y asegurarse las elecciones.

Estas teorías, propagadas sin pruebas, ilustran cómo funciona el panorama mediático actual: mientras los profesionales callan porque, o bien están haciendo su trabajo, o están aplicando su código deontológico, el vacío que se genera se llena de ruido de conspiranoicos partisanos, sin ningún tipo de estándares periodísticos y sin escrúpulos. Y esto es un negocio multimillonario.

En medio de este entorno caótico, y reitero, interesado, el trabajo de los periodistas acontece un bien de primera necesidad. Es la prueba la icónica foto de un Trump ensangrentado levantando el puño después de recibir un impacto en la oreja (horas de ahora hay la duda razonable de si fue una bala o un corte de vidrio del teleprompter). Una foto que según los expertos es perfecta en cuanto al momento, la composición y la luz, que ya os avanzo que ganará todos los premios, de Pulitzer en abajo. La foto es del experimentado fotógrafo de Associated Press Evan Vucci.

La fotografía de Vucci ganó el estatus de icónica al momento, poniéndose a la altura de otras fotos históricas. Viéndola es inevitable hacer la comparación —seguramente por la bandera y la composición— con la foto de Joe Rosenthal de los marines plantando la bandera en la isla de Iwo Jima en 1945. De hecho, era la analogía que los seguidores de Trump hacían correr por las redes. Pero la comparación está envenenada: la foto de Iwo Jima fue preparada una vez la isla ya estaba pacificada.

Esto dio munición conspiranoica a algunos escépticos que pusieron en entredicho la autenticidad de la fotografía de Vucci. ¿Había sido un teatro? Llegados aquí, y conociendo la cruenta historia de los EE.UU., todo podía ser. Si hacemos un repaso rápido por la historia reciente veremos el magnicidio: los presidentes Lincoln, Garfield, McKinley y Kennedy fueron asesinados en ejercicio de sus funciones; Robert Kennedy cuando era candidato; Roosevelt sobrevivió a un intento en 1933; Truman, en 1950, Ford, dos en 1975; Reagan, en 1981; Bush, en 2005. A ver si el problema sea la facilidad de acceso a armas. Biden también debe de haber olvidado esta parte de la historia cuando afirma que "no hay lugar en América para este tipo de violencia".

Por suerte para los que tenemos urticaria a la conspiranoia, las imágenes de vídeo del directo aportaron contexto a la foto. El vídeo muestra cómo en el momento en que las balas del francotirador vuelan hacia el escenario también vuelan una muchedumbre de fotoperiodistas buscando la foto del momento, que podía ser la foto de su vida o todo lo contrario. Vucci es uno de estos. El otro es Doug Mills, fotógrafo del NYT y el autor de la secuencia de fotos donde se ve una bala que pasa por detrás de la cabeza de Trump. Mills lleva retratando presidentes de los EE.UU. desde Ronald Reagan y es premio Pulitzer.

Sin estos testigos gráficos de profesionales que se jugaron la vida y sin el "cómo se hizo" del directo de televisión, hoy el mundo sería todavía más mierdoso. Un ejemplo más que ilustra cómo los fotoperiodistas nos aportan el contexto necesario para entender el mundo. Los hechos sin contexto son datos que cada cual puede interpretar como quiere —Trump se inventó los hechos alternativos—. Los datos por sí solos no sirven para nada si no los convertimos en información añadiendo el contexto.

"Una cosa es hacer fotos con un iPhone y la otra ser fotoperiodista"

La democracia no puede sobrevivir sin una base de información fiable y precisa. Para hacer una democracia hacen falta ciudadanos, libertad e información de calidad. Si este lugar lo ocupa la opinión de indocumentados desinformando desde un canal de Telegram mientras hacen de vientre por la mañana, quiere decir que tenemos un problema, y gordo; las decisiones de los ciudadanos pueden estar en libertad, pero nunca serán decisiones informadas.

Para salvaguardar los principios de la democracia, es imprescindible que los profesionales de los medios de comunicación se adhieran a códigos y estándares éticos estrictos. Una cosa es hacer fotos con un iPhone y la otra ser fotoperiodista. Del mismo modo, acumular un gran número de seguidores en las plataformas de redes sociales no confiere a nadie el estatus de periodista. Ser fotoperiodista requiere un profundo compromiso con la verdad y unos objetivos que no pasan por hacer más seguidores en las redes sociales.

Los reguladores y las empresas de redes sociales tienen un papel crucial en la aplicación de estos estándares. Las plataformas tienen que asumir la responsabilidad de los contenidos que difunden y garantizar que solo aquellos con un compromiso demostrado con la integridad periodística puedan influir en la opinión pública. Este enfoque no consiste en ahogar la libertad de expresión, sino en proteger la integridad de la información que constituye la base de la toma de decisiones democrática.

"El futuro del periodismo y, por extensión, la resiliencia de la democracia, depende de nuestro compromiso colectivo para apoyar a los medios de comunicación de calidad"

El futuro del periodismo y, por extensión, la resiliencia de la democracia, depende de nuestro compromiso colectivo para apoyar a los medios de comunicación de calidad. Esto incluye no solo fomentar el periodismo con estándares elevados, sino también garantizar que las organizaciones de medios de comunicación tengan los recursos y la independencia necesarios para llevar a cabo su trabajo de manera eficaz. El apoyo social al periodismo independiente, mediante suscripciones, donaciones y defensa de la libertad de prensa, es esencial en este sentido.

Las consecuencias de abdicar de este compromiso social con la información de calidad nos las podemos imaginar. Se las imaginaron el farmacéutico catalán Alexandre Deulofeu (y su matemática de la historia) y el sociólogo y matemático noruego Johan Galtung. Los dos estudiosos advirtieron que las contradicciones estructurales profundas y la erosión de información fiable precipitarían la desintegración de las estructuras sociales. Deulofeu predijo el derrumbe de la Unión Soviética y en términos similares predijo también el declive de los Estados Unidos.

A quien le cueste más de imaginar y le de pereza leer Deulofeu solo hace falta que vaya al cine a ver la película distòpica Civil War, que de tan premonitoria parece también parte de la conspiración (podéis añadir a la conspiración al grande fotoperiodista y amigo Jordi Borràs, que fue quien me la recomendó). Protagonizada por unos excelentes Kirsten Dunst y Wagner Moura, Civil War muestra un posible futuro inmediato de los EE.UU. donde todas las estructuras sociales se han derrumbado y donde una sociedad norteamericana partida en dos se enfrenta en una guerra civil. Cuando en un momento determinado uno de los fotoperiodistas temiendo por su vida dice a un paramilitar que lo está apuntando "soy americano", éste le pregunta "¿de qué lado?". Galtung, Deulofeu y Borràs en Hollywood.

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