Este es el décimo aniversario de la quiebra del banco de inversiones Lehman Brothers, un hecho que precipitó una crisis sin precedentes en el ámbito mundial y que puso el foco sobre los riesgos que comporta una industria financiera sin escrúpulos. Todos los medios publicaron las sorpresivas imágenes de los trabajadores del gigante financiero abandonando sus oficinas y aquel 15 de septiembre de 2008 quedó marcado en nuestro calendario como un agrio recuerdo de que no tenía que repetirse. Ahora, 10 años después, nos toca mirar atrás y preguntarnos qué ha cambiado desde entonces.
Muchos han hecho el ejercicio de reflexionar sobre las lecciones que nos dejó aquella crisis. Lamentablemente, llama más la atención el que no hemos aprendido. El corto plazo sigue predominando sobre la sostenibilidad a largo plazo y, sobre todo, el dinero siguen siendo el astro rey alrededor del cual giran todas las decisiones, por encima de cualquiera otro factor. Si nos adentramos en los máximos órganos de gestión de una organización, independientemente de su sector o actividad, en la mayoría de casos su máxima era y continúa siendo "si genera más dinero, es bueno" con el único requisito que sea, además, legal. Parece que todo sigue siendo válido si genera más ingresos, así pues para ganar un euro más el único que pedimos es que no sea ilegal, sin tener en cuenta connotaciones éticas, medioambientales, de sostenibilidad ni de cualquiera otro tipo. Es el que se denomina 'dinerologia', una forma de gestionar las organizaciones que se sigue imponiendo a nuestra sociedad con el único objetivo de ganar más dinero.
"Llama más la atención el que no hemos aprendido: el dinero siguen siendo el astro rey alrededor del cual giran todas las decisiones"
Es una fórmula en la cual no caben preguntas como, por ejemplo, si el que hoy nos da más beneficios comprometerá la sostenibilidad de la organización de mañana. Tampoco tiene en cuenta qué efectos tendrá en las personas o en el medio ambiente, en los trabajadores o en los proveedores. Lehman Brothers y el escándalo de las emisiones contaminantes de Volkswagen son dos casos extremos de las consecuencias de un cóctel explosivo que mezcla la ambición para aumentar la cuenta de resultados y la carencia de ética empresarial. Las dos organizaciones comprobaron que las acciones de hoy pueden tener efectos devastadores sobre la empresa de mañana.
No deja de ser sorprendiendo que muchas organizaciones sigan centrándose únicamente en el beneficio económico. Además de poner en riesgo su reputación y continuidad, demuestran una actitud contraria al que demanda la ciudadanía. Cada vez más, consumimos productos y servicios teniendo en cuenta más factores aparte de su precio y calidad. El auge del turismo sostenible, la alimentación ecológica o la movilidad eléctrica revela que la sociedad valora las organizaciones que son conscientes que no son piezas aisladas y que tienen que ser respetuosas con su entorno. Entonces, por qué algunas empresas siguen operando al margen de la tendencia que marca la sociedad?
"Consumimos productos y servicios teniendo en cuenta más factores aparte de su precio y calidad"
Ser un empresario ambicioso (en el buen sentido de la palabra) no es negativo, esta ambición es un gran motor para conseguir buenos resultados, incrementar la productividad y la eficiencia en todo tipo de sectores. Las empresas tienen que ser rentables y ganar dinero, por eso se han creado, pero no lo tienen que hacer a base de renunciar a la ética y la sostenibilidad. Hasta que las organizaciones no sean plenamente conscientes que hay otros factores, más allá del económico, que también son importantes para su propio futuro no habremos aprendido de los errores de 2008. Unos errores que, un golpe superados, nos ayudarán a construir un mundo mejor.