Los últimos artículos los he dedicado a reflexionar sobre un hecho trascendental: nuestros diputados -ya sean los del Parlament o los de las Cortes españolas- no se deben al territorio. Saben, lo sabemos todos, que los que los eligen para determinar si serán diputados o no es su partido. La población, el contribuyente, el mal llamado elector, solo refrenda una lista cerrada. ¿Hay mucha gente que refrenda una determinada lista? Pues saldrán designados, que no elegidos, más diputados de aquella lista. Por eso nuestros políticos y periodistas viven pendientes de las encuestas, mucho más que en otros lugares. Es el termómetro que dice la relevancia de un individuo dentro de un partido. Si un individuo va primero en la lista quiere decir que el partido lo considera. Si va el último quiere decir que el partido no lo considera. Y si se quiere saber la importancia de los de enmedio, pues que miren las encuestas. Esto es todo.
El hecho es que los diputados de los partidos catalanes no se deben al territorio -la comarca o población donde habitualmente viven- sin embargo, al menos, se deben a Catalunya, puesto que su elegibilidad, su futuro no va más allá. El problema es que los diputados del resto de partidos ni siquiera se deben a Catalunya. Se deben a España, puesto que su elegibilidad viene marcada por este territorio. Es por eso que el terrón de azúcar siempre se encuentra en Madrid y nunca Catalunya es suficiente premio. ¿Ejemplos? El presidente José Montilla ha sido, después de presidente de la Generalitat, senador. Un premio -haber sido presidente de la Generalitat no era suficiente categoría-. Alicia Sánchez-Camacho, Jorge Fernández Diaz, etc. han ido a triunfar a Madrid. O Miquel Iceta. En este último caso, ha quedado demostrado que tiene más consideración ser ministro en Madrid que ser, teóricamente, líder regional; porque líder del PSOE en Catalunya solo hay uno y está en Madrid. ¿Y que me dicen del mayordomo Enric Millo? ¡Ahora trabaja en Sevilla, él! Catalunya, como digo, nunca es suficiente premio. Además, en España siempre recibirán con los brazos abiertos a cualquier botifler. No importa el color. Es una constante histórica. Desde la intelectualidad (Eugeni d'Ors) hasta los payasos (Albert Boadella).
Como escribí, el hecho de lamentar que el diputado no se deba de al territorio no tendría que ser exclusividad del votante nacionalista, catalanista, independentista o separatista. No señor. Tendría que ser motivo de repulsa por parte de cualquier ciudadano: unionista, españolista, indiferentista, etc., como lo es en toda Europa -ya les expliqué el caso francés, sin ir más lejos.
Lo que se podría aplicar, mientras no vienen tiempos mejores -que tardarán-, consistiría en efectuar primarias para confeccionar las listas
Mientras la idea no cale y el ciudadano se considere elector, la ley no cambiará. Mientras tanto, podría aplicarse una solución que, de momento, se basaría en diferenciar "el producto" -el diputado, en este caso-. Consistiría en vender que el diputado de un partido determinado es diferente. Algunos partidos podrían ver una cierta posibilidad de ganar escaños. Sobre todo los partidos catalanes, que se encuentran, en este momento, con una realidad: no avanzan, han tocado techo.
Lo que se podría aplicar, mientras no vienen tiempos mejores -que tardarán-, consistiría en efectuar primarias para confeccionar las listas. Y que este proceso estuviera abierto a todos los catalanes con derecho de voto. Sin exclusión. Sin necesidad de ser del partido -pero inscribiéndose como participantes, está claro-. Al menos, los ciudadanos motivados podríamos componer las listas. No sería un sistema perfecto, ni mucho menos, pero permitiría la participación y, lo que es más importante, cumplir con dos principios fundamentales:
- Que el elegido se sintiera condicionado al voto de la gente y lo hiciera libre de la dirección del partido -lo que permitiría que profesionales independientes se apuntaran a hacer de diputado por un partido, sin necesidad de ser miembros ni tener que lamer al dueño-.
- Cumplir con el principio democrático que dice que, en unas elecciones, el elector, como mínimo, puede echar a los que hay actualmente. Es decir, echar de las listas de una vez las típicas ratas de partido, grises, amantes del cuartel general y de los pasillos. Y, sobre todo, echar a los botiflers.
Si los partidos catalanes se apuntaran a esta opción, dejarían en evidencia los partidos foráneos, los de disciplina española. Porque ellos no podrían aplicar esta metodología. Necesitan, para sobrevivir, que las listas se confeccionen fuera de Catalunya, de lo contrario pasarían a ser catalanistas -o regionalistas, o localistas, o llámenlos como quieran; como denominen en otros países a aquellos diputados que defienden la tierra y no se comportan como renegados-.
Necesitamos que aquellos que se opongan a los intereses de Catalunya sean estigmatizados; que aquellos que no tienen como prioridad Catalunya sean expulsados
El país está urgentemente necesitado de que se abran las ventanas y se ventile el sistema. Hemos llegado al final de un callejón sin salida, por si alguien no se había dado cuenta. Necesitamos que aquellos que se opongan a los intereses de Catalunya sean estigmatizados. Que aquellos que no tienen como prioridad Catalunya -no hace falta que sean nacionalistas- sean expulsados del sistema sin contemplaciones.
Acabo con una anécdota importante. Teniendo el Brexit a la vista, el Reino Unido estaba negociando determinados tratados con Estados Unidos -acuerdos que no se han cerrado, por ahora-. Uno de los puntos era la posible importación de pollos y otras carnes que contienen determinadas hormonas toleradas en Estados Unidos pero no en la Unión Europea. Los gobiernos de Escocia y Gales se oponían a esta importación que el gobierno de Londres (tory) no veía tan preocupante. Pues bien, el líder del partido conservador (tory) en Escocia, Douglas Ross, advirtió que si su partido ponía a votación este tema en el parlamento de Westminster, él votaría en contra, porque iba contra los intereses de los ganaderos y agricultores escoceses. Y que ya estaban advertidos: "My number one priority is delivering for the people of Scotland. I'm 100 % committed to that" (sic) ("Mi prioridad número uno es cumplir con la gente de Escocia. Estoy 100% comprometido con esto"). Un claro unionista británico. ¿Hay dudas?
Nota al margen: Una demostración del aberrante sistema de representación que tenemos montado lo encontrarán en el reciente cambio de 'cromos' entre el Govern y el Ayuntamiento de Barcelona. Vergonzoso. A los regidores del consistorio barcelonés no se los ha designado para aprobar presupuestos del Govern sino para gobernar Barcelona. ¿El ciudadano? ¿El distrito? ¡Me río de todos ellos y de sus intereses! Esto no tiene lugar en ningún país de los nuestro en torno. Al regidor correspondiente, que en las grandes ciudades europeas se elige por distrito, no lo volverían a votar si hiciera lo que han hecho en Barcelona. Por tanto, él ya no se prestaría a este papel de marioneta.