La mayoría de nosotros deberíamos buscar aquí o allá el camino de las raíces que nos arraigan firmemente a esta tierra, con pocas excepciones, porque todos venimos de lejos. Tranquilo, lector, no me refiero a la tontería comercial de los "ocho apellidos auténticos", está claro. El origen es un criterio biológico-geográfico: has nacido en un lugar, es cierto, pero el origen puede tener otras variantes, y las tiene.
La semilla que nos ha traído a ser lo que somos ha sido regada por aguas de muchos lugares. Las raíces propias se alimentan de muchos sitios —de arriba y abajo, izquierda y derecha— para mantenernos firmes donde estamos. Desde el principio, los vientos lejanos nos sacuden de un lado y de otro, y aunque no nos movamos, llevamos en la piel el polvo invisible de muchos lugares. Afortunadamente.
Salvando las diferencias, ocurre lo mismo con esa misma pregunta, "¿de dónde eres?", si en lugar de hacérsela a una persona, la colocamos en el entorno empresarial. ¿De dónde es la empresa? ¿Del territorio donde tiene registrado el CIF? Cada vez hay más empresas que tienen centros de producción o toma de decisiones en diferentes lugares; cada vez hay más equipos diversos que toman decisiones, con orígenes, visiones del mundo y experiencias muy diferentes. Cada uno podría dar una respuesta diferente ante esa pregunta, pero si se busca una respuesta colectiva, ¿de dónde es hoy la empresa?
"El valor de la pertenencia reside en la decisión consciente que tomamos de estar ahí, de desarrollarnos ahí, de contribuir a nuestro alrededor"
El sociólogo Zygmunt Bauman nos dio la teoría de las identidades líquidas, describiendo esa flexibilidad para explicar que la propia naturaleza de uno mismo también cambia con el tiempo en un contexto en el que todo está cambiando constantemente. Esa es una de las características más importantes de la modernidad y la postmodernidad: nos hemos liberado de los lazos que nos daban seguridad, pero eso nos ha llevado directamente a la deriva y al territorio de la incertidumbre. Era mucho más fácil antes, ¿verdad? Con el código postal bastaba. Ahora ya no. Incluso responder las preguntas más sencillas nos cuesta.
La pertenencia no está en el origen, porque en la mayoría de los casos no se elige. El valor de la pertenencia reside en la decisión consciente que tomamos de estar ahí, de desarrollarnos ahí, de contribuir a nuestro alrededor.
Las personas y las empresas no somos tan diferentes. Todos necesitamos algo que nos arraigue en algún lugar, un proyecto, un sentimiento, una mínima certeza, y en mi opinión, ese punto de apoyo es nuestra capacidad de decisión. Además, es cada vez más importante, ya que un proyecto empresarial propio, compartido e identificable se ha convertido en un valor competitivo. ¿Cómo atraeremos el talento que necesitamos para sacar adelante el proyecto si no somos capaces de decir quiénes somos y de dónde somos?
Cuando nos preguntan de dónde somos, para simplificar la respuesta, solemos dar una única respuesta, mezclando de alguna manera la dirección biológica, geográfica y emocional. He nacido aquí, y aquí me siento de aquí. La primera parte no la he elegido, me ha tocado por azar. La segunda, sí.