Cada día hay centenares, miles, de accidentes graves en todo el mundo. En toda Europa. En Catalunya debe de haber décimas. Cada día. El hecho me quita el sueño? Evidentemente. Sería un irresponsable sin sentimientos si no me causara pena que mucha gente pase momentos de dolor. Ahora bien, si alguno de estos accidentes lo sufre una persona próxima a mí el hecho me quita el sueño mucho más. Ya no digamos si afecta a mujer, hijos, padres, etc. Díganme egoísta por pensar de este modo. Un accidente que afecte a un joven que desconozco tiene el mismo valor, en términos de daños y dolor causado, que el que pueda pasarle a mi hijo. Esta afirmación es perfectamente objetiva. Pero si le pasa a mi hijo me afecta y me preocupa infinitamentemás.
Esta realidad tan manifiesta y evidente, Catalunya no lo aplica cuando se trata de los intereses colectivos del país. Es por eso que, a menudo, hemos salido malparats de las aventuras internacionales puesto que no cogemos que, en el ámbito internacional, los países tienen intereses que defienden enconadamente y anteponen a cualquier otra razón. Y que, ante cualquier disputa, nuestros aliados defenderán antes sus intereses que no los nuestros. Cuándo esto tiene lugar, quedamos decepcionados. Hay toneladas de catalanes que reprochan este hecho a diestra y siniestra. Que si Inglaterra nos dejó colgados el 1714, que si Churchill era un malvado porque no socorrió España después de la Guerra Civil, que si la Unión Europea no nos defiende lo suficiente, etc. Siempre salimos escaldados y dando la culpa a alguien otro, claro.
El hecho, proyectado sobre nuestra economía, es especialmente nocivo. Nadie se atreve a decir que España nos drena fiscalmente y que esta bromita se tiene que acabar. Por qué utilizo el término drenar y no expoliar? Lo explica muy bien el profesor López-Casasnovas. La sociedad catalana aceptó este sistema de manera explicita durante la Transición. Y ahora, como digo, poca gente levanta la voz. La derecha sociológica catalana lo aceptó siguiendo la línea de pensamiento que proviene de los proteccionistas que tanta guerra dieron, de manera efectiva y legítima, el siglo XIX. Viene a decir: "Dejo que me exprimas a cambio de poder hacer negocios en España sin intervención ni competencia". Pero, esclar, los tiempos han cambiado. Y ahora vender un producto en Sevilla cuesta lo mismo, aranzelàriament, que venderlo en Viena. Y los austríacos no nos drenan!
La izquierda catalana socialista y poscomunista ha seguido la tradición secular que piensa que siempre tienen que ganar los que tienen razón. Y todo esto pasado por la criba de la lucha franquista, el que los da un sentimiento de superioridad moral muy vivo. Entonces, se dedican a defender las causas más alucinantes aunque de ellas no sacamos nada. Y de entre estas causas figura ser solidario con el todo el mundo mundial, empezando por los pueblos de España. Por lo tanto, no hay que esperar nada de esta izquierda solidaria de estética internacionalista-provinciana. No fuera que a alguien se le ocurriera tildarlos de ser egoístas.
Tenemos muy mala pieza en el telar. Y es culpa de nuestra manera de ser. El diputado británico, laborista o conservador, tanto da, elegido en Escocia les dirá que su deber es defender ante todo los intereses de los escoceses. Y se peleará -de hecho se pelean cada día- con aquellos que los quieren conculcar. Y el hecho afecta a los intereses económicos. Aquí se entiende que este tipo de actuación cae en el campo de lo que se denomina nacionalismo. Y, esto, a los internacionalistas de andar por casa les hace venir urticaria. Y la realidad es que, hoy en día, ni tan solo los independentistas denuncian el hecho. Porque estos últimos deben de tener miedo de ser acusados de separatistas. O de no trabajar para ampliar las bases -aunque yo pienso que denunciando el drenaje fiscal las harían más anchas-.
Avanzaremos poco mientras, como país, no castiguemos al político que no defiende - por las razones que sean, en nombre de vayan a saber ustedes qué bien universal o de qué interés privado - los intereses económicos de Catalunya de forma radical. Más bien retrocederemos. Y el país irá perdiendo pistonada. Como ha sucedido los últimos cuarenta años.