Una economía estreñida. Donde estábamos y dónde estamos (II)

27 de Julio de 2021
Xavier Roig VIA Empresa

La semana pasada acababa el artículo hablándoles de la desconfianza que, en el pasado, habían mantenido tanto las derechas cómo las izquierdas catalanas respecto a Madrid -representativo del poder de toda España-. Incluso, las derechas catalanas colaboradoras con Franco. Pues bien, esta actitud tácita y transversal quedó liquidada al llegar la democracia.

Los catalanes de izquierdas pasaron a creer que en Madrid habían finalmente llegado los amigos -el antifranquismo unía mucho-. Mientras que los de derechas vieron la posibilidad de hacer negocios descaradamente gracias a un Puente Aereo que, sin darnos cuenta, nos ha vaciado el cajón empresarial. No hay que decir que el gran perdedor -la historia lo ha demostrado- ha sido el liberalismo. El espíritu liberal. Tanto político, cómo económico y social.

No hay que decir que el gran perdedor -la historia lo ha demostrado- ha sido el liberalismo. El espíritu liberal. Tanto político, cómo económico y social

A las postrimerías de la Guerra Fría uno de los asesores de Gorbachov le dijo a los negociadores americanos: "Les hemos hecho el peor favor que les podríamos ofrecer: librarlos de su peor enemigo". La Transición nos hizo bajar la guardia que nos prevenía de los peligros y nos protegía de las veleidades españolistas. En Milán saben muy bien que, con democracia o con Mussolini, da igual, en Roma les joderán la cartera y que de todo lo que tiene lugar más abajo del Emilia Romanya más vale no fiarse de ello. Lógico. Y puesto que hablamos de Italia miren qué escribió Umberto Eco: "Tener enemigos es importante no solo para definir nuestra identidad, sino para tener un obstáculo con relación al que medir el propio sistema de valores. Cuándo el enemigo no existe, conviene construirlo". Nadie puede acusar Eco de belicista, más bien al contrario.

Como fruto de nuestra relajación, se cometieron algunos errores de consecuencias históricas. Y han quedado cómo estructurales de la democracia española -cómo todo lo que se escribió durante la Transición-. En cuanto a la financiación general de los recursos públicos de Catalunya nos relajamos por muerte de esta "solidaridad" con una España que, parecía, que ya nunca más nos tenía que fastidiar. Parece que hay gente que todavía no quiere enterarse de que Franco no era el origen de ningún mal, sino la consecuencia de una retahíla de quiebras históricas acumuladas por España. Franco no generó ningún tipo de España. España generó Franco. Y quedará cómo eterna incógnita saber qué hubiera tenido lugar si hubieron ganado la Guerra Civil los republicanos. Porque a ellos también les había generado España.

El caso es que tanto las derechas cómo las izquierdas catalanas picaron el anzuelo de la historia que entre todos nos explicamos. Esto, cómo digo, provocó a nivel público la implantación de una mala financiación para Catalunya -sin querer sacar responsabilidades a nadie, quiero recordar que, cuando todo esto se pactó, antes del 1980, dominaban Catalunya las izquierdas-.

El otro gran error consistió en aceptar un mal sistema de financiación de partidos. Esto ha hecho mucho daño a la gobernanza que ha sido siempre víctima del chantaje. Los partidos catalanes no se dieron cuenta de que el PSOE y AP (precursor del actual PP) formaban parte de partidos multinacionales (la internacional de cada uno de los partidos) que les ayudaban económicamente, y con influencias internacionales. Su corrupción era multinacional. Mientras, nosotros estábamos solo, pensándonos que jugábamos a primera. Una vez más no nos dimos cuenta de la trampa: no tanto solo no jugábamos en primera, sino que no jugábamos sobre el mismo terreno de juego, tampoco formábamos parte del mismo equipo y, todavía menos, jugábamos el mismo partido. Las formas se habían hecho más tolerantes, pero las élites españolas no habían cambiado. Y nosotros no lo supimos prever.

En cuanto a las finanzas privadas -hablo de las grandes corporaciones, claro- lo mejor que podemos decir es que han sido prácticamente inexistentes. La mayoría de los llamados "empresarios" por nuestra prensa, ciertamente ignorante, no han sido tales. No han pasado de ejecutivos muy pagados -demasiado bien pagados, dados sus méritos y vistos los resultados-. Nombrados por intereses políticos y mediante la cooptación. Todos los negocios de volumen los han hecho individuos vinculados al poder -en general el de Madrid, disimulado por el de Catalunya-. El resultado lo sufrimos ahora. Después de haber pasado por etapas de una euforia indescriptible, y que muchos tomaron como definitiva, el batacazo ha sido de dimensiones siderales. Se apostó por ser los primeros de España en lugar de querer ser los terceros de Europa. La fuga de sedes corporativas a toque de silbato del amo es la demostración irrefutable.

El barco insignia de esta estrategia ha sido La Caixa, que en España, y no digamos en Catalunya, lo ha podido todo pero que, solo con llegar al Pertús, uno se da cuenta de que ya no es nada. Y esto es muy grave

El barco insignia de esta estrategia ha sido La Caixa, que en España, y no digamos en Catalunya, lo ha podido todo pero que, solo con llegar al Pertús, uno se da cuenta de que ya no es nada. Y esto es muy grave. Inevitablemente, el día que se ha debilitado La Caixa no ha quedado nada. La antigua Abertis, adiós. Ninguna eléctrica. Recuerdan la añorada Catalana de Gas, pasada a Gas Natural y finalizada en Naturgy? La gran operación para convertir una empresa puntera nuestra en un esbirro de las élites españolas, en lugar de venderla a los franceses o a los ingleses o a los alemanes? De todo aquello, nada! La Bolsa de Barcelona no existe, y la bolsa de España es la de Madrid. Bien, todo ello un caso auténtico. En el sector ya más privado, a mucha menor escala, tenemos como paradigma de estos desastres los del sector del cava. Españolear hasta niveles de botiflerismo avanzado les ha servido de poco. En general, la apuesta para querer ser los primeros de España se ha demostrado, por si no había quedado claro a ingenuos y aprovechados, el equivalente a ser los primeros de Múrcia.

Vuelvo al ejemplo de la querida Italia: los de Milán no son tan burros y nunca han caído en esta trampa. Nunca han querido ser los simpáticos de Italia ni, mucho menos, buscarse socios indeseables por el simple hecho de que son romanos y se encuentran en la capital. El caso es que, ahora, estamos dónde estamos. La tradicional "avara povertà di Catalogna" a la que se refería Dant al hablar de la Sicilia catalana, nos ha llevado aquí.

Continuaremos comentando la jugada la próxima semana.