Dicen que hay vicios que mueven mucho dinero. La envidia, por ejemplo, que técnicamente podría definirse como la tristeza o el deseo por algo que tiene otra persona, es un estímulo de compra muy poderoso para quien no consiga cierta distancia crítica con esta primera reacción. El marketing lo sabe, y lo explota de formas muy sofisticadas.
Pero hoy no quiero hablar de la envidia sino de la pereza, un vicio que el diccionario define como "repugnancia al trabajo, a la acción", y que está propiciando un boom de primer orden en las propuestas de entretenimiento y consumo. En concreto, pensaba en la economía de la pereza en el hilo de las reacciones en el artículo anterior, sobre la desintermediación de las audiencias. Existe una crisis de la intermediación profesionalizada por el periodismo en el consumo de la información, y segmentos significativos de las audiencias están optando por consumir la información o bien directamente del protagonista -como el Twitch de Luis Enrique- o bien a través de plataformas que organizan automáticamente el consumo.
La economía de la pereza aplicada al periodismo favorece la brevedad, la simplificación, la polarización y la hiperestimulación
El mandregamiento vendría a favorecer consumos de información donde el esfuerzo personal se exige menos, y el rato se puede pasar más fácilmente sin darle vueltas. Y la pereza hace mal gestionar todo esto del periodismo. Sí, consumir periodismo -un buen telediario, un diario de los de papel de antes, un documental o un libro de ensayo- requiere una disposición a emplearse para una buena comprensión lectora, aplicar la capacidad crítica, hacer- es una composición de lugar para después salir con la impresión de que quizá la realidad es aún más compleja de lo que imaginabas. Y si, además, la verdad ha dejado de interesarte, pues ¿por qué complicarse consumiendo productos que me confirman que el mundo es complejo y lleno de matices, si a un clic de distancia puedo tener productos de fácil digerir, ¿qué me confirman que el mundo es como yo lo imagino?
Así las cosas, la economía de la pereza aplicada al periodismo favorece la brevedad, la simplificación, la polarización y la hiperestimulación. Y dramáticamente, dado que los costes de fabricación de contenidos tienden a reducirse, la comoditización del sector es evidente: existe una presión sobre los costes por efecto del exceso de oferta, y no existe una demanda suficientemente significativa que esté dispuesta a pagar por algo mejor.
A la luz de los registros de audiencias, el volumen de consumo y eventualmente de negocio está fuertemente acondicionado por la pereza. Las promesas de que con un cursillo en un santiamén serás el mejor inversor de bolsa o el gran analista de la guerra de Ucrania, los tutoriales imposibles, determinadas soluciones mágicas para el bienestar personal -la industria de la autoayuda y las terapias alternativas- y todo tipo de estrafalarios y estafadores digitales, todo esto no tendría ningún éxito si no existiera la pereza que nos empuja hacia buscar los duros a cuatro pesetas.
A la luz de los registros de audiencias, el volumen de consumo y eventualmente de negocio está fuertemente acondicionado por la pereza
Que la economía de la pereza vive su esplendor lo demuestra también cómo nos hemos acostumbrado a que el consumo digital en las redes esté condicionado no por las relaciones que nosotros hemos establecido -personas que seguimos, amigos que hemos aceptado- sino por algoritmos que han estudiado nuestros gustos y nos proporcionan lo que mejor nos entrará... sin necesidad de cambiar de canal ni preguntarnos por qué narices ya he pasado media hora en TikTok viendo vídeos de gente que ni conozco haciendo cosas que ni imaginaba y aportando información que no había buscado. Una nueva intermediación, más invisible, pero eficaz; no le orienta el criterio de relevancia del periodismo, sino -entre otros factores- la posibilidad de holgura implícita en la propuesta.
Todo ello viene a cuento porque Instagram, la semana pasada, ha anunciado que proporcionará a los creadores de contenido unas herramientas de transparencia gracias a las cuales podrán saber por qué sus publicaciones se hacen visibles o no en los feeds de la audiencia, porque cada vez es más difícil que a uno le vea la gente, por más seguidores que tengas.
.Al final, la intermediación termina volviendo. Decidme anticuado, pero a veces ya empiezo a añorar lo que nos hacía el periodismo de calidad.