Desde la infancia y ya en la misma escuela, casi de forma inconsciente empezamos a jugar a fútbol. Quizás debido a su escaso coste inicial (una simple pelota), o para ser un juego de equipo que permite jugar entre amigos, repartidos en dos equipos, y ver quién es el mejor. Es el inicio de esta competitividad en la cual en un futuro nos veremos rodeados y que, invariablemente, va asociada a triunfo, a éxito y como no, a beneficio.
Dicho esto, es de sobra conocido que el fútbol es el rey dentro de las disciplinas deportivas. Hay equipos en colegios, barrios, pueblos, ciudades, fábricas o empresas que compiten en trofeos locales, regionales, nacionales, internacionales y mundiales.
Pero es en estas tres últimas categorías donde deporte y economía confluyen de tal manera que su volumen económico asciende a cifras astronómicas. Fichajes, federaciones nacionales e internacionales, publicidad e intereses financieros de diversa índole convierten el fútbol en uno de los negocios más lucrativos.
Para un país, por ejemplo, conseguir ser designado como sede de un Mundial asegura un importante beneficio económico, social, laboral y empresarial a todos los niveles. Tener uno o varios equipos "propios", del país o ciudad, compitiendo en una de las copas de prestigio, indudablemente genera idénticas ganancias. Pero no olvidamos que alrededor de todo esto existe una gran red de intereses políticos y económicos.
Centrándonos únicamente en el terreno económico, su importancia es tal que incluso aquellos que obtienen su cuota de negocio mediante actividades de ingeniería financiera (bufetes de paraísos fiscales, gestores de sociedades offshore o especialistas en evasión de impuestos), cuentan con un importante papel y son recurso habitual de algunos personajes cercanos a la cúspide de la pirámide del deporte rey.
Desde casas de apuestas de sobra conocidas, con residencia fiscal en zonas de baja tributación (Gibraltar, Luxemburgo o Irlanda, para poner un ejemplo), curiosamente publicitades por futbolistas de primerísima línea, a comissionistes entre los agentes de deportistas de 1a división y los clubes interesados a ficharlos.
Por eso no es de extrañar que en un solo fichaje por una cifra astronómica, parte del dinero circulen entre sociedades de Nueva Zelanda, Panamá o Gibraltar, haciendo una parada técnica a las Islas Vírgenes Británicas o en Luxemburgo. Todo ello para volver a las cuentas de una sociedad lateral con sede en Londres, a una tributación exigua. O que las cifras derivadas de contratos de publicidad de marcas comerciales, deportivas o no, sigan una trayectoria similar.
Probablemente no es casual que Suiza acoja la sede de la FIFA, organismo que protagonizó un escándalo económico reciente, en el cual se vio envuelto su Presidente y los otros federaciones. Una investigación y seguimiento que se inició en los Estados Unidos.
Llama también la atención que el país helvético no figure en los primeros lugares del ranking de cabeza de las principales ligas europeas (Inglaterra, Italia, España, Alemania y Francia). Tal vez porque no le hace ninguna falta...
Dicho esto, es de sobra conocido que el fútbol es el rey dentro de las disciplinas deportivas. Hay equipos en colegios, barrios, pueblos, ciudades, fábricas o empresas que compiten en trofeos locales, regionales, nacionales, internacionales y mundiales.
Pero es en estas tres últimas categorías donde deporte y economía confluyen de tal manera que su volumen económico asciende a cifras astronómicas. Fichajes, federaciones nacionales e internacionales, publicidad e intereses financieros de diversa índole convierten el fútbol en uno de los negocios más lucrativos.
Para un país, por ejemplo, conseguir ser designado como sede de un Mundial asegura un importante beneficio económico, social, laboral y empresarial a todos los niveles. Tener uno o varios equipos "propios", del país o ciudad, compitiendo en una de las copas de prestigio, indudablemente genera idénticas ganancias. Pero no olvidamos que alrededor de todo esto existe una gran red de intereses políticos y económicos.
Centrándonos únicamente en el terreno económico, su importancia es tal que incluso aquellos que obtienen su cuota de negocio mediante actividades de ingeniería financiera (bufetes de paraísos fiscales, gestores de sociedades offshore o especialistas en evasión de impuestos), cuentan con un importante papel y son recurso habitual de algunos personajes cercanos a la cúspide de la pirámide del deporte rey.
Desde casas de apuestas de sobra conocidas, con residencia fiscal en zonas de baja tributación (Gibraltar, Luxemburgo o Irlanda, para poner un ejemplo), curiosamente publicitades por futbolistas de primerísima línea, a comissionistes entre los agentes de deportistas de 1a división y los clubes interesados a ficharlos.
Por eso no es de extrañar que en un solo fichaje por una cifra astronómica, parte del dinero circulen entre sociedades de Nueva Zelanda, Panamá o Gibraltar, haciendo una parada técnica a las Islas Vírgenes Británicas o en Luxemburgo. Todo ello para volver a las cuentas de una sociedad lateral con sede en Londres, a una tributación exigua. O que las cifras derivadas de contratos de publicidad de marcas comerciales, deportivas o no, sigan una trayectoria similar.
Probablemente no es casual que Suiza acoja la sede de la FIFA, organismo que protagonizó un escándalo económico reciente, en el cual se vio envuelto su Presidente y los otros federaciones. Una investigación y seguimiento que se inició en los Estados Unidos.
Llama también la atención que el país helvético no figure en los primeros lugares del ranking de cabeza de las principales ligas europeas (Inglaterra, Italia, España, Alemania y Francia). Tal vez porque no le hace ninguna falta...
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