Este martes Google ha dado un paso de gigante en la era del capitalismo de la vigilancia: está en disposición de cruzar datos de uso de las tarjetas de crédito con los datos de publicidad, de forma que puede saber si los anuncios que hemos visto a Google nos han traído a comprar en una tienda física.
Hasta ahora, el buscador analizaba los usuarios a partir de datos de navegación, del uso del Gmail, de visionaments de YouTube (que es una empresa suya), de las compras a Google Play, o de nuestros movimientos a través de Google Maps. Ahí es nada. Ahora, pero, cruzará todo este conocimiento sobre nosotros en Internet con datos de nuestro gasto real a la tienda de la esquina, y de este modo podrá tener más argumentos para pedir a los anunciantes que paguen por publicidad.
Aseguran, eso sí, que han desarrollado una tecnología de encriptación que permite que los datos de los usuarios –es decir, nuestra identidad- permanezcan privadas, seguras y anónimas. Al menos, así lo recogía el Washington Post.
"Google cruzará todo el conocimiento que tiene sobre nosotros en Internet con datos de nuestro gasto real a la tienda de la esquina"
La expresión capitalismo de vigilancia la acuñó hace cosa de un par de años la profesora de Harvard ShoshanaZuboff. A Big Other: Surveillance Capitalism and the Prospects of an Information Civilization, Zuboff sostiene que empresas como Google nos están haciendo entrar en una nueva civilización, que ella ha bautizado con este nombre. Viene a ser una versión alterada del Gran Hermano de ficción del que hablaba George Orwell a 1984. Ahora, más que un hermano grande, es un Grande Otro, que no es un pariente, sino una nueva expresión de poder, constituido "por mecanismos inesperados y a menudo ilegibles de extracción, mercantilització y control" de datos sobre nuestro comportamiento, a partir de las cuales abre "nuevos mercados de predicción y modificación del comportamiento".
El capitalismo de vigilancia se define de forma menos inquietante con la expresión data-driven companies, o compañías basadas en datos, con tres firmas al frente: Google, Facebook y Amazon. A la postre, las tres se centran a ofrecer servicios adaptados a nuestras necesidades. Google nos ayuda a encontrar, Facebook (y las empresas de su grupo, como Instagram y Whatsapp) a compartir y dialogar, y Amazon a comprar. Las tres basan su éxito en la capacidad de adaptarse lo mejor posible a nuestras preferencias, basándose en todo aquello que conocen de nosotros.
"Nadie nos obliga a estar vigilados, sino que lo escogemos e incluso decidimos buena parte de los datos que dejamos que recojan de nosotros"
Comenta en Ganyet en este diario que cuando estamos a Facebook, "a cada clic que hacemos, cada compartición de contenidos o cada página o usuario que seguimos, estamos haciendo de editores y validando aquello que leemos". Efectivamente, tenemos individualmente una responsabilidad muy concreta en la generación de este Grande Otro: nadie nos obliga a estar vigilados, sino que lo escogemos e incluso decidimos buena parte de los datos que dejamos que recojan de nosotros. El capitalismo de vigilancia consigue generar, así, la extraña paradoja del hecho que los ciudadanos de las democracias más avances aceptamos y autorizamos estar más vigilados que no lo estaban los ciudadanos de dictaduras de siglos pasados. El que está para ver es si las democracias seremos capaces de convertirnos en amos de la información en lugar de ser esclavos u objetos pasivos.