La economía social está creciendo en Europa. Así lo patentiza el reciente informe sobre la evolución de la economía social publicado por el Comité Económico y Social Europeo. Actualmente la economía social proporciona 13,6 millones de puesto de trabajo directos a la UE, el que representa el 6,3 % de la población activa. Sólo las cooperativas y las mutualidades ya vinculan 232 millones de socios, cifra que sólo la miopía podría menystenir.
Existe una gran armonía conceptual entre los valores fundacionales de la Unión Europea y las diferentes modalidades de economía social. La gestión desde una democracia real y participativa de las empresas que sitúan la persona como eje principal en su producción de bienes y servicios, el compromiso y la responsabilidad hacia la comunidad y el entorno medioambiental, la solidaridad... son la base del modus operandi del grueso de organizaciones de la economía social.
A pesar de su presencia creciente, la economía social afronta retos de gran magnitud. En Cataluña, por ejemplo, contabilizamos 5.324 empresas de economía social. La mayor parte de estas organizaciones trabajan todavía en ámbitos geográficos más o menos reducidos y pocas veces en sectores emergentes. Estos disparos podrían no ser relevantes, pero resulta que si el que anhelamos es una Europa fuerte y competitiva que pueda decir en un mundo que transita por otros universos nada humanistas "Aquí estoy yo, con mis valores históricos centrados en la persona" se hace imprescindible que se allane el camino a la economía social porque gane volumen, robustez y competitividad. Para contribuir todavía más a la humanización de la economía del que ya lo ha sido haciendo hasta ahora.
En la historia del conocimiento la tecnología ha ido determinando las posibilidades de configuración de las sociedades. La progresiva descentralización del conocimiento nos ha ido permitiendo el desarrollo de ciertos niveles de democracia y derechos humanos en algunos lugares del planeta. Del mismo modo, internet y todo el que sederiva representa una oportunidad sin precedentes para continuar descentralizando conocimiento, poder y producción-consumo. Llega la hora de rediseñar las democracias y de repensar el tejido productivo desde el paradigma del conocimiento al servicio de las personas. Llega el momento de redefinir, jurídicamente también, cuál es la responsabilidad de cada agente político y económico hacia las personas que conformamos la sociedad.
"Llega la hora de rediseñar las democracias y de repensar el tejido productivo desde el paradigma del conocimiento al servicio de las personas"
Hasta ahora, las empresas de la economía social hemos hecho camino fundamentados en la necesidad de construir contrapesos en un tejido político y económico excesivamente mercantilista que periódicamente nos ofrece grandes sustos. Parece que las crisis vividas y el cansancio europeo empiezan a llamar que un cambio es necesario para crear un nuevo escenario más justo y sostenible.
No somos demasiados conscientes de la importancia histórica de las últimas seis décadas a la vieja e imperfecta Europa. Nunca hasta la llegada de este periodo se habían logrado estos niveles de paz social, de distribución de la riqueza y de igualdad de oportunidades a ningún lugar del planeta. Sí, es evidente que los hitos logrados en estos 60 años son incompletas, y que resta mucho trabajo para hacer, y que hay riesgos geopolíticos de gran magnitud que pueden acabar por siempre jamás con unos valores que desde la segunda mitad del siglo XIV han ido desplegándose y configurando la personalidad única de Europa. Existen muchas evidencias que íbamos por el buen camino. Si somos capaces de construir una economía más fundamentada en los valores y las prácticas de la economía social, Europa tendrá todavía mucho que decir. Las alternativas son más bien oscuras.