Lo que básicamente distingue a las empresas de otro tipo de organizaciones es que obtienen un beneficio económico por la actividad que realizan. Ya sean sociedades anónimas o unipersonales, pymes o grandes corporaciones, la naturaleza mercantil de la actividad empresarial hace que esta sea la principal fuente de generación de renta y riqueza de nuestras economías.
Pero una vez generadas, esa renta y riqueza se distribuye de alguna forma, y esa distribución comienza en el interior de las propias empresas. Si ya de partida, ese reparto se hace de forma equitativa entre las personas que han contribuido a que se generen, la empresa desde el inicio contribuye a que exista menor desigualdad. Si, por el contrario, las rentas generadas en las empresas se destinan mayoritariamente a un pequeño colectivo de personas que pertenecen a las clases privilegiadas, las empresas operan como mecanismos de acumulación de riqueza para una minoría y propician que las brechas de desigualdad se incrementen.
A esto último apunta la conclusión principal que se desprende del análisis de 40 grandes empresas que hemos realizado desde Oxfam Intermón. Estas empresas son las mayores de España por nivel de ingresos y que, para tener una idea de su dimensión, baste decir que emplean de forma directa a casi 1,7 millones de personas en varios países del mundo.
"El dinero pagado por este grupo de empresas a sus accionistas equivale a la mitad del presupuesto total de la educación pública de nuestro país"
Los beneficios que estas empresas obtuvieron en los últimos tres años son equivalentes a la mitad total de prestaciones sociales que abona anualmente el Estado, incluidas las pensiones. Pero lejos de revertir en la mayoría, prácticamente la mitad de esos beneficios se dirigió a pagar dividendos a los accionistas de las empresas, que son fundamentalmente grandes fondos de inversión y personas acaudaladas, aunque también haya personas trabajadoras, pero muy en menor medida. Utilizando otra comparativa, el dinero pagado por este grupo de empresas a sus accionistas equivale a la mitad del presupuesto total de la educación pública de nuestro país.
Este tipo de actuaciones en gran parte se deriva del hecho de que los órganos de administración de estas empresas están formados mayoritariamente por representantes de los grandes accionistas o por personas vinculadas con los miembros de la alta dirección de la empresa. Por ese motivo, sus prioridades están más enfocadas en atender intereses de estos colectivos que los del resto de personas que tienen que ver de algún modo con las empresas, ya sea porque forman parte de ellas o porque se ven afectadas por su actividad.
Así, además de retribuir muy generosamente a los dueños de las acciones, estas empresas también pagan sueldos desorbitados a sus altos directivos, como queda patente en el hecho de que, en promedio, el primer ejecutivo de unas de estas empresas gana 4,5 millones de euros, y en el 60% de ellas, el máximo responsable gana más de 2 millones de euros.
"El primer ejecutivo de unas de estas empresas gana 4,5 millones de euros, y en el 60% de ellas, el máximo responsable gana más de 2 millones de euros"
Pero el éxito de una empresa no depende exclusivamente del trabajo de una persona o un grupo de personas en lo más alto de la cúspide empresarial, sino que proviene del esfuerzo conjunto de un colectivo humano, y lo justo es que todos ellos se pueda beneficiar adecuadamente los frutos de su trabajo.
Desde luego no queda nada claro que ese sea el caso cuando en estas empresas la distancia entre el sueldo más alto y la media salarial de cada una de ellas sea un promedio de 118 veces, y que en el 58% de los casos esa distancia seas superior a 50 veces. Es decir, que un trabajador promedio de esas empresas tardaría 118 años, una vida y media, en ganar lo que su máximo responsable se embolsa en un solo año.
Sería muy relevante conocer también la distancia entre el sueldo más alto y el más bajo de cada empresa, pero sirve como referencia que en un 58% de las empresas ni siquiera cuenta con un compromiso público de pago a sus plantillas de salarios dignos que cubra sus necesidades básicas.
Todo esto nos da una idea de cómo las grandes empresas conciben el reparto del valor económico que generan, y muestra el impacto que tienen en la desigualdad económica. Pero las prácticas empresariales afectan de otras muchas maneras a las desigualdades sociales. En el ámbito laboral, a través de las condiciones laborales y la calidad del empleo, no solo de las personas que emplea directamente, sino también de las que trabajan en empresas auxiliares y de proveedores y suministradores de bienes y servicios necesarios para su actividad.
"Un trabajador promedio de esas empresas tardaría 118 años, una vida y media, en ganar lo que su máximo responsable se embolsa en un solo año"
También hacia estas personas, las grandes empresas tienen una responsabilidad, dado su tamaño y la posibilidad que tienen de exigir y promover condiciones laborales y salariales dignas a las empresas que trabajan para ellas. Sin embargo, el 85% de las empresas de nuestro análisis no cuenta con ningún compromiso público en garantizar que las personas que trabajan para ellas en empresas de su cadena de valor reciban un sueldo digno.
Así que cuando nos repitan el mantra de que la gran empresa genera riqueza y empleo nos debemos preguntar a quién llega esa riqueza y si ese empleo es en condiciones dignas para todo el mundo. Según sea la respuesta a estas preguntas, podremos hablar de una empresa comprometida con la realidad social que le rodea o más bien una compleja máquina de hacer dinero para unos pocos.