Apenas hace un año que estalló el conflicto entre Rusia y Ucrania. La situación sobre el territorio ucraniano continúa sin resolverse y la Unión Europea continúa endureciendo las medidas desplegadas contra la administración rusa. Bruselas acaba de aprobar un nuevo paquete de sanciones (el décimo desde el inicio de la guerra) que tensa todavía más las relaciones comerciales entre los países comunitarios y el mercado ruso.
Desde el inicio del conflicto se han ido desplegando varios paquetes que pretenden aislar la economía rusa del flujo de comercio internacional, con impacto sobre sectores económicos y productos específicos. Este nuevo conjunto de medidas que está estudiando Bruselas da un paso más allá y se focaliza ahora también concretamente al apremiar específicamente la industria tecnológica del país y, consecuentemente, su capacidad militar. Se calcula que estas sanciones tengan un impacto de 11.000 millones de euros para la economía rusa.
Los diferentes paquetes sancionadores que se han ido aprobando tienen impacto sobre ámbitos especialmente relevantes en el contexto del conflicto como el sector de la aviación o los productos de doble uso (aquellos que pueden destinarse tanto al ámbito civil como al militar).
Además, se prevén restricciones a la exportación de tecnologías críticas y bienes industriales (incluyendo aquellas realizadas mediante países terceros como China) que resultan clave para el sistema de armamento ruso, pero también para otras industrias fundamentales como la de la automoción, que ha quedado totalmente desquiciada. Y por supuesto, los hidrocarburos son otro de los ejes clave de esta estrategia de aislamiento: desde el 5 febrero ya está en vigor la prohibición de importar gasóleo de Rusia, sanciones que desde diciembre ya se aplicaban sobre el petróleo crudo. Igualmente, también se prevén afectaciones para la importación de ciertos productos, como es el caso de los siderúrgicos, que afectan transversalmente otros industrias.
En paralelo, y también desde bien al inicio del conflicto, la Unión Europea, junto con otros socios, decidió excluir los bancos rusos del sistema SWIFT, el código internacional que facilita las transacciones financieras para impedir el acceso de Rusia a los mercados internacionales de capitales, iniciativa que ha impedido a la banca rusa poder financiar operaciones internacionales. En la misma línea, incluso se han impulsado restricciones sobre individuos o entidades concretas, como la limitación de pasaportes dorados para los ciudadanos rusos con alto poder adquisitivo y la congelación de sus activos en la Unión Europea.
¿Y en términos macroeconómicos, están sirviendo realmente todas estas medidas? Actualmente, la economía rusa está demostrando cierta resiliencia y durante este 2023 todavía crecerá. La tasa de paro es baja, los precios permanecen estables y la ciudadanía no está sufriendo escasez de productos hasta el momento. Pero si a priori estos datos podrían hacer intuir que las sanciones no estén teniendo un impacto relevante para Rusia, lo cierto es que su impacto macroeconómico tendrá efectos a medio y largo plazo, como ya empieza a desprenderse de indicadores como el déficit público, que se está disparando.
De entrada, los ingresos procedentes de los hidrocarburos han caído un 20% desde octubre, cosa que afectará gravemente las finanzas públicas rusas. A la vez, la producción industrial también ha disminuido, dada su dependencia de las importaciones de productos intermedios, que también se han visto impactadas por las restricciones, que han limitado toda la exportación de tecnología europea hacia Rusia. De este modo, el sector industrial ruso irá sufriendo una obsolescencia a consecuencia de este aislamiento y, en este sentido, el hecho que Rusia no pueda importar semiconductores afectará su capacidad tecnológica en sectores clave para su economía.
Pero el efecto más grande que comportará esta guerra será un profundo cambio en las dinámicas de las relaciones comerciales con este país, tal como ya lo empieza a evidenciar el hecho que el comercio con Rusia se haya reducido drásticamente. Así, las ventas del conjunto de la Unión Europea en el mercado ruso han disminuido un 38,1% durante el 2022. Y la misma tendencia se está dando en nuestra casa, incluso con un mayor impacto, porque en el caso de Catalunya, las exportaciones a Rusia han caído un 43,4% durante el 2022, a un ritmo similar al de la bajada de las ventas exteriores de todo el Estado hacia este país (-42%). Las cifras permiten constatar, así, el aislamiento que ya está empezando a vivir Rusia.
¿Y qué pueden hacer las empresas ante este escenario? Buscar alternativas que les permitan continuar siendo competitivas y creciendo a escala internacional. Desde ACCIÓ hemos tenido siempre clara esta premisa, que cobra especial importancia en un contexto global incierto como el actual, lleno de retos como la escalada de tensiones geopolíticas, las roturas de las cadenas de valor o la inflación por todas partes. De hecho, desde la Oficina Técnica de Barreras a la Internacionalización, ACCIÓ ha asesorado una cincuentena de empresas catalanas que tenían consultas específicas sobre la afectación que el conflicto entre Rusia y Ucrania puede tener para sus negocios.
Las exportaciones catalanas a Rusia han caído un 43,4% durante el 2022
A través de nuestra Red de Oficinas Exteriores de Comercio y de Inversiones, desde ACCIÓ nos ponemos al servicio de las empresas catalanas para asesorarlas a la hora de diversificar mercados. Lo hacemos siempre y, adicionalmente, en aquellos casos excepcionales en que las empresas se han visto afectadas por disrupciones en el mercado (cómo en el caso de Rusia, Ucrania y también en el de Algeria), hemos dado un paso más allá y les estamos ofreciendo dos proyectos gratuitos para ayudarlas a identificar mercados alternativos. En el supuesto de que nos ocupa, para que aquellas compañías que hasta ahora exportaban a Rusia y Ucrania puedan seguir haciendo negocios en el mundo, hemos identificado países tan varios como Australia, China, Polonia, Brasil o los Estados Unidos que también les ofrecen oportunidades.
No sabemos cuánto durará la guerra entre Rusia y Ucrania, pero lo que sí que tenemos claro es que nada volverá a ser igual. La guerra está redefiniendo las dinámicas comerciales en Europa y Asia Central. Y también lo notará Catalunya, pero tratándose de una economía dinámica, diversificada y abierta al mundo, los efectos negativos del conflicto se podrán paliar mejor que en otros territorios menos internacionalizados y que dependen excesivamente de un único socio comercial.