El último mapa de estrés hídrico de la península ibérica muestra que Catalunya no es una de las zonas con mayor estrés hídrico. Sin embargo, desde mi punto de vista la situación todavía es preocupante. La demanda de agua aumentará inevitablemente al mismo ritmo de crecimiento de la población, que en Catalunya se estima que llegue a los 10 millones de personas en 2050, mientras que las precipitaciones disminuirán entre un 20% y un 40% para el mismo período, la temperatura aumentará y la imprevisibilidad de las lluvias crecerá.
Estas previsiones lo que demuestran es que los principales problemas a los que debemos enfrentarnos como sociedad en el ámbito del agua no son de carácter coyuntural, como los episodios de sequía que vamos sufriendo puntualmente -cada vez de forma más intensa y prolongada-, sino que lo que debe preocuparnos más son los problemas de carácter estructural que arrastramos desde hace mucho tiempo y que de momento parece que no somos capaces ni de afrontar, ni de resolver satisfactoriamente. Unos retos, estos estructurales, que superan por mucho los problemas puntuales de sequía y, por tanto, hay que afrontarlos desde ahora mismo.
Uno de los principales desafíos es la red de distribución de agua, que pierde un 20% de su caudal por escapes. Por otra parte, la red está poco interconectada, restando flexibilidad y resiliencia al sistema hídrico catalán, y además la bicefalia en la gobernanza del agua, con la Agencia Catalana del Agua (ACA) y la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), dificulta la gestión eficaz. Por su parte, los ayuntamientos, responsables de las redes urbanas, a menudo carecen de recursos para mantener estas infraestructuras, pero nadie quiere plantear una subida de tarifas por tacticismo político. A todo esto hay que añadir que la Directiva 2000/60/CE de la UE obliga a que todos los costes asociados a la gestión del agua que consumimos se repercutan en el recibo que cada mes pagamos empresas y particulares, por tanto, los precios de el agua aumentarán para cubrir estos costes, que en la actualidad sólo son el 50%.
Si analizamos la situación actual del agua en la industria, responsable de un 9% del consumo total de agua en Catalunya, frente al 19% de uso urbano, el 70% de uso agrícola y el 2% de ganadero, nos encontramos con que cuando el uso del agua no es muy intensivo, este elemento es percibido como un bien con poco valor económico y de disponibilidad asegurada. Por el contrario, tenemos las empresas que utilizan de forma más intensiva este recurso y que ya saben desde hace tiempo que además de cumplir con todas las normativas que regulan su uso, y pagar todos los cánones que les corresponden, deben seguir invirtiendo por mejorar su eficiencia, dado el riesgo cada vez más evidente de posibles restricciones en su suministro.
Por eso, desde nuestro punto de vista, nos parece necesario reclamar que, en momentos de alerta, no podemos exigir la misma reducción de consumo a una empresa que ya esté haciendo un uso muy eficiente de este recurso, hacia a otra que no lo haga, como no podemos pedir la misma reducción de agua a un agricultor de secano que de regadío en la misma situación.
Hoy solo somos capaces de producir el 35% de los alimentos que consumimos los 8 millones de catalanes
Si en vez de la manufactura analizamos el binomio agua y producción de alimentos, la industria de los alimentos, lo primero que debemos tener en cuenta es que a nivel global sólo un 0,002% del agua de nuestro planeta se puede utilizar para el consumo humano. En el caso de Catalunya, el primer reto que tenemos es que cada vez dispondremos de menos agua y de mayor necesidad de producir alimentos. Hoy sólo somos capaces de producir el 35% de alimentos que consumimos los 8 millones de catalanes. Si como ya hemos mencionado, se estima que en 2050 la población alcanzará los 10 millones de habitantes y dado que la necesidad de agua para la alimentación es de 3,500 litros por persona al día, queda claro que estamos muy lejos de lograr la autosuficiencia alimentaria.
A la previsible falta de agua, sumada al incremento de población previsto, debemos añadirle que nuestro país tiene un espacio muy limitado de cultivo, 21 habitantes por hectárea cultivable, comparado con los 7,5 en el resto del Estado, o con países como Francia donde sólo son 2,7 habitantes por hectárea de cultivo. Con este panorama creo que queda claro que no podemos quedarnos de brazos cruzados mirando al cielo para resolver una situación cada vez más grave.
Hay que medir el esfuerzo de los consumidores y empresas para ser eficientes, utilizando la huella hídrica para evitar penalizaciones arbitrarias y promover una gestión responsable del agua
Desde la Cecot reclamamos un gran plan para Catalunya, similar al PNIEC estatal, para garantizar la disponibilidad y calidad del agua, proteger el medio ambiente, y prevenir y reducir los efectos adversos de inundaciones y sequías. Esto incluiría inversiones en desaladoras, regeneración de aguas, innovaciones tecnológicas y el aprovechamiento de los acuíferos, con el objetivo de una gestión eficiente del agua.
Y es necesario medir el esfuerzo de los consumidores y empresas por ser eficientes, utilizando la huella hídrica para evitar penalizaciones arbitrarias y promover una gestión responsable del agua. Como dice el dicho, "que del agua que nos viene, ni una gota se estropee."