Cuando empezó la crisis motivada por la pandemia, y los gobiernos mundiales se preguntaban qué había que hacer, yo me manifesté a favor de lo que se denomina distribución de líquido por helicóptero. Es decir, imprimir y dar dinero a la gente para que gastara. A escala mundial, claro. Pero como que el mundo tiene la gran suerte de que haya gente más avispada que yo, la Unión Europea -y Estados Unidos también- decidieron hacerlo, pero aprovechando el estímulo para avanzar hacia una nueva economía.
España ha tenido un 2023 económicamente bueno. No podía ser de otra manera. Los fondos Next Generation han inyectado a la economía española el equivalente al 6% del PIB los últimos tres años. Un 2% cada uno de los años 2021, 2022 y 2023. Unos 70.000 millones de euros. Una barbaridad. Los economistas con los que hablo coinciden conmigo en que la bonanza económica de los últimos años viene de aquí. El gran misterio es que esta información no se propaga. Los fondos Next Generation son una gran caja negra de la cual nadie persigue la transparencia. Es tan sorprendente como irritante y exasperante. Vivir entre tantos millones de personas desinformadas me recuerda a tiempos lejanos, ya pasados. ¿Censura? ¿Dejadez? ¿Ignorancia? Todo esto se mezcla cuando se vive bajo dictaduras... Todo ello muy extraño, pero que nos da la medida de nuestros medios de comunicación, en supuesta democracia.
"Los fondos Next Generation han inyectado a la economía española el equivalente al 6% del PIB en los últimos tres años"
Cuando hablas con la gente te das cuenta que no son conscientes que la inyección de ayudas Next Generation llegan al bolsillo de todo el mundo. No es justo decir que las ayudas han sido otorgadas a grandes empresas en lugar de a pequeños proyectos. Ni tampoco que han llegado con más facilidad a proyectos públicos que no privados. Todo esto es cierto. Pero ahora no estamos hablando de equidad en el reparto de ayudas, sino de dinero.
Una inyección de dinero Next Generation a una empresa muy grande -una energética, por ejemplo- acaba llegando a todo el mundo. Habrá el importador de placas al cual le llegará una parte. Después el transportista que las trasladará al lugar. Y el fontanero/instalador que las pondrá en el techo de las casas y tendrá que comprar o instalar todo el material anejo, los vendedores también se verán beneficiados -conmutadores, enchufes, cables, etc.-. A su tiempo estos ingresos de toda esta gente -de todos estos actores digamos secundarios- irán a parar en forma de consumo a la carnicería, al restaurante, al taxista, a la mujer de hacer faena, etc. -si fuéramos un país mediamente evolucionado incluiría al mundo del libro y de la cultura, pero no parece que tenga que ser el caso-. Son las cosas que tiene la macroeconomía.
En consecuencia, podemos decir que estas ayudas que algunos calificarán de sectoriales no quedan limitadas al sector ni a la empresa que las recibe. Acaban siendo como una lluvia de dinero que afectan a casi todo el mundo. Por lo tanto, vienen a ser un reparto de helicóptero, como el que comentaba al principio, pero orientado a estimular un sector industrial de manera principal.
"No somos conscientes de que esta riqueza no la hemos generado nosotros"
Lo que he intentado razonar hasta aquí no se explica adecuadamente. Y se da la sensación, no solo que "España va bien", sino que "España lo está haciendo bien" cuando, de hecho, lo está haciendo fatal. Y una cosa pésima: no somos conscientes de que esta riqueza no la hemos generado nosotros. Algunos dirán: "¡bien, algún día la moma se acabará!". No se lo crean. Quizás el 2024 ya será menos espectacular que el 2023 y otros anteriores. Pero la moma continuará. Lo hablaremos la próxima semana.