Confianza, movilización, inspiración... son conceptos cada día más difíciles de lograr. En una sociedad llena de ruido, la confianza en las personas con responsabilidad de dirigir ciudades, empresas, familias... es cada día más baja. Un liderazgo en crisis nos lleva a una pérdida de la motivación y compromiso. La anhelada palabra anglosajona de engagement.
¿Cuál es el antídoto ante esta bajada de confianza? Cómo todo remedio, es siempre multifactorial. Pero lo resumiríamos con humildad, actitud positiva y adaptabilidad. Hoy el liderazgo se produce desde la pregunta, desarrollando la capacidad de escuchar y crear nuevas hipótesis, de gestionar desde la prueba-error. Sabiendo que nadie tiene respuestas ciertas en tiempos de incertidumbre, pero sí voluntades firmes.
"Hoy el liderazgo se produce desde la pregunta, desarrollando la capacidad de escuchar y crear nuevas hipótesis, de gestionar desde la prueba-error"
Las personas que lideran hoy necesitan altas capacidades en visión, resiliencia, comunicación fluida y curiosidad. Un/a líder es una persona capaz de alinear un equipo o comunidad en torno a un objetivo común. Reconociendo las aportaciones del grupo y los propios errores. Méritos compartidos, fracasos asumidos. Movilizando voluntades y consiguiendo resultados. Cuidando el bienestar de las personas, en clave de inclusión, desarrollo y equilibrio personal y profesional. Gestionando el conflicto como oportunidad de innovar, desde el consenso.
Igual cómo los grandes cocineros han abierto sus cocinas a los comensales, los y las CEO de organizaciones lideran desnudados. No importan solo los resultados, sino cómo se llega. Y hoy todo se acaba sabiendo y la transparencia es imprescindible. Por eso la ética y cultura corporativa son hoy los trajes del liderazgo. El cómo define más la identidad que el qué.
Antes los líderes eran resultadistas, hoy son relacionales. El liderazgo se hace con las personas, no para ellas.