La UE tiene muchos retos delante, pero el más importante que tiene es como evitar dejar de ser un actor global destacado en el nuevo mundo geopolítico que se está configurando. Europa ha gobernado el mundo durante quinientos años. En el siglo XX empezó su declive por la pujanza de los Estados Unidos. Ahora, China pretende ser la nueva gran potencia mundial. ¿Cómo puede la UE seguir teniendo un papel relevante si tiene que competir con Estados Unidos y China, y con otros muchos países que están cogiendo protagonismo?
Si la UE quiere ser un actor global destacado, tendrá que transformarse e introducir cambios radicales en su funcionamiento. Dos son las decisiones más importantes a tomar, reformar los tratados actuales para hacerlos más operativos y avanzar decididamente en la integración europea.
Una Comisión Europea con 27 países en la que todas las grandes decisiones se tienen que tomar por unanimidad es imposible de gestionar. Pero no parece fácil, y quizás ni factible, aceptar perder su derecho de veto y renunciar a cuestiones que afectan la soberanía nacional, como la relación exterior o la política de defensa. Aun así, si se quiere ser alguien en el mundo, no hay alternativa. La UE tiene que demostrar que tiene un gobierno fuerte, ágil, capaz de tomar decisiones y que habla con una sola voz. Pero hay muchas cuestiones a resolver.
La UE tiene que recuperar la soberanía de política exterior, económica, tecnológica y militar. Después de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, los Estados Unidos, como única potencia mundial real, decidieron como sería el Nuevo Orden Internacional. Desde entonces, la dependencia de Europa de los americanos ha sido muy elevada, especialmente en el campo militar.
"Si la UE quiere ser un actor global destacado, tendrá que transformarse e introducir cambios radicales en su funcionamiento"
Desde el año 1945, el mundo ha cambiado mucho. La democracia y la política liberal como modelo de sociedad único ha entrado en crisis. Ahora muchos países se están fijando, como modelo de éxito, con el sistema autoritario de China. Por otro lado, las sucesivas crisis han hecho resurgir el nacionalismo y el proteccionismo, y tiene como consecuencia un creciente intervencionismo de los estados en la economía y, para proteger sus intereses, una peligrosa cursa armamentística. Es el fin del libre comercio y de la globalización como durante tantos años se había entendido.
También la UE se tiene que replantear su política económica para adecuarla a la nueva realidad. La producción y el comercio mundial se están fragmentando y todos los países quieren ser más autosuficientes y reducir la dependencia de otras naciones, especialmente de las que no les generan confianza. Ahora se valora tener una política industrial que garantice disponer de los suministros básicos y que favorezca la reindustrialización.
Tener la industria en suelo europeo no es solamente un factor de seguridad de suministros, sino también de fuente de innovación, de creación de ocupación de calidad y de oportunidades para diversificar hacia nuevos sectores, algunos de los cuales tendría que liderar, pero que exigirán fuertes inversiones, formación e I+D. Y no podemos olvidar un reto capital. En la UE hay malestar y desconfianza hacia las instituciones. Habrá que demostrar a los ciudadanos que, a pesar de todo, no hay en ninguna parte en el mundo un modelo de sociedad democrática, de elevado nivel de vida, de seguridad personal y de protección social como la UE. Es un modelo de sociedad del cual nos tenemos que sentir orgullosos y tenemos que defender.