Durante un montón de años -casi quince- fui el director responsable, dentro de la multinacional donde trabajaba, de proveer la tecnología para los eventos. Mayoritariamente deportivos, pero también otros. El grupo era, además, patrocinador de los Juegos Olímpicos. He contado que estuvimos presentes en más de una veintena de eventos. Intentaré sintetizar de qué va el tema, según yo observé.
Operación política. Cualquier evento de masas es una operación orquestada por los políticos. Las motivaciones pueden ser diversas. Todas parten, sin embargo, del mismo principio: la voluntad de los políticos que están en el poder de proyectarse y salir a la prensa. En el caso catalán, además, sufrimos el Síndrome Barcelona, puesto que los Juegos propiciaron que Maragall se perpetuara de alcalde y le diera, posteriormente, una carrera política determinada. Esta es una realidad aquí y en Timbuctú. Y así lo entienden los comités centrales propietarios de los derechos del acontecimiento en cuestión (Comité Olímpico Internacional, FIFA, Copa América, etc.). Su mercado son los políticos ávidos de primera plana.
Hay gente que prefiere vivir del orgullo de mostrar una ciudad resultona antes de vivir en su casa con un mínimo de confort
Populismo. El gran obstáculo con el que topa cualquier forma de racionalidad a la hora de debatir este tema es el populismo. El panem et circenses del cual la mayoría de población -en democracia o en dictadura- está ávida. Se elaboran eslóganes para engatusar fácilmente al ciudadano medio que, demasiado a menudo, y en cuanto al deporte, utiliza la cabeza solo para peinarse. "¿Poner Barcelona en el mapa!", "Abrir Barcelona al mar" fueron lemas de Barcelona'92. ¿Quieren animalades de mayor vacuidad? El objetivo consiste en excitar la porción de hooliganismo que todo el mundo lleva dentro. Un tipo de patrioterismo a ras del suelo. Hay gente que prefiere vivir del orgullo de mostrar una ciudad resultona antes de vivir en su casa con un mínimo de confort. Así se llega a la marranada que representa la Barcelona actual y de la que muchos antiguos alegres olímpicos ahora se arrepienten.
Esconder el trabajo no hecho. Deseos finales para organizar un gran acontecimiento hay diversos. Unos son de puro mantenimiento de prestigio y que se organizan de vez en cuando. ¿Ejemplos? Francia, Estados Unidos, Reino Unido, China... Se trata de recordar quién es quién. Otros lo hacen para que el mundo no olvide que existen: Australia, últimamente un Japón en declive, etc. Los peores de todos, sin embargo, son aquellos estimulados por políticos que buscan en la excusa extraordinaria hacer aquello que no hacen de oficio. Y aquí es donde encaja Catalunya. En Barcelona'92 llegaron a tener la cara de reconocer implícitamente que existía una cosa que se decía déficit de balanzas fiscales entre Catalunya y España. "¡Barcelona solo avanza a golpe de acontecimiento, de lo contrario hay cosas que no se hacen nunca!". La raíz del problema se deduce, pero nunca se explicitó. ¡Hay que tener morro! Pues, ahora, volvemos. Y como nuestros políticos -dotados, como la mayoría, de una gran cobardía- no quieren enfrentarse y pelearse por el destino de nuestros impuestos, vuelven a la carga. Utilizando el Pirineo como excusa. Y todo aliñado con un, ahora sí ahora no, referéndum que parece la Mesa de Diálogo o los Ojos del Guadiana, que aparecen y desaparecen de manera sorpresiva.
Modelo de negocio. Ahora les explicaré el modelo de negocio que, por experiencia, conozco bien puesto que, como he dicho, he estado en el otro lado -patrocinador y proveedor- de varios eventos, incluyendo varios Juegos Olímpicos. Las empresas que participan en cualquier evento lo hacen para ganar dinero. Una parte de los beneficios -aquella que dedicarían a publicidad de manera ordinaria- la pagan las empresas por avanzado al comité organizador (ya sea el local o el internacional) para que su nombre aparezca por todas partes. Nada más. Pero este dinero "publicitario" es utilizado para mantener la maquinaria burocrática -generalmente funcionarios temporalmente asignados al comité organizador local-. El dinero para hacer cosas (obras, servicios, etc.) se los tendrá que gastar el erario público en cualquier caso. No hay ningún efecto multiplicador salvo el que explico más abajo. Dicho de otra manera, si un puente construido por el evento cuesta 100, costaría 100 (incluso menos) si se construyera sin evento. Lo digo porque lo sé.
Los países avanzados no utilizan la excusa de los eventos para hacer cosas, porque todo sale más caro, puesto que una parte del gasto se va en pompa innecesaria
Oportunidad. Lo que sí es cierto es que un evento sirve para poner fechas y calendarios en un corto plazo de tiempo. Para hacer cosas que de otra manera se alargarían años y años. Por eso los países avanzados no utilizan la excusa de los eventos para hacer cosas, o bien no se presentan, o renuncian, a la candidatura (por ejemplo, Alemania, Suiza, Italia, Suecia, etc.). Porque es evidente que todo sale más caro que si las cosas se hicieran como toca, puesto que una parte del gasto se va en xerinola innecesaria. ¿Hablamos del Palau Sant Jordi, del abandonado Estadio Lluís Companys, del Velòdrom d’Horta...? ¿Y de tantas y tantas infraestructuras innecesarias?
Quién sale ganando. Además de los políticos, que ya he mencionado, el único sector que se beneficiaría de un impulso tan radical es el sector turístico. Barcelona es ejemplo. Y si alguien cree que todo el tema ha merecido la pena para llegar al Río de Janeiro del Mediterráneo en lugar de luchar por haber sido un tipo de Milán o de Múnich, allá él. Pero merecerá la pena preguntarse por qué, después, no somos ni una Llombardia ni una Baviera y por qué nuestra población no disfruta de sus beneficios. Los medios se dedican a entrevistar a los empresarios del sector turístico para propagar la bonanza de unos Juegos en el Pirineo. Espero que no entrevisten a los fabricantes de armas para hablar de las ventajas de la guerra de Ucrania. Ni a los accionistas de Pfizer para elogiar las virtudes de la COVID-19. Ni a los amos del prostíbulo de la Jonquera para saber si están a favor o en contra del proyecto del gobierno españoles de prohibir la prostitución. Pregunta: ¿por qué no se encargan estudios para industrializar el Pirineo en lugar de describir cómo lo destruirán con unas Olimpiadas? La industria agro-alimentaria es fundamental para el país. Representa el 25% de nuestra capacidad productiva y contamos con una feria gennuina, Alimentaria, que habría que cuidar y promocionar más de lo que se hace. Se necesitan buenos ganaderos, buen producto y buena industria transformadora -que no llega a poder competir con la francesa o la italiana-. ¿Por qué no se hace esto en lugar de tonterías típicas de país subdesarrollado que cree que el turismo lo sacará de pobre? ¿Alguien espera que el Pirineo se levante en contra de los Juegos? La trampa de los gobernantes es de una frivolidad impresentable. "Pronúnciate: o Juegos Olímpicos, o nada". La gente del Pirineo está olvidada ¿y ahora se le quiere pedir que prometa que si les toca la rifa renunciarán al premio?
Conclusión. Intentar sustituir aquello que no se hace cada día para mirar de hacerlo con un tipo de Fiesta de Gracia al por mayor es un error. Insisto en que no nos conocemos lo suficiente. A sabiendas de cómo son nuestros políticos, nuestros pueblos -por cierto, los del Pirineo son los menos horripilantes de todos, por ahora-, conociendo nuestro empresariado turístico, etc. sabiendo todo esto, digo, organizar unos Juegos Olímpicos en el Pirineo bajo la marca Barcelona constituye ni más ni menos que una animalada de proporciones bíblicas. Una manera más de continuar con la destrucción del país por otros medios, sin desarrollar sus capacidades productivas. Y con un sobrecoste innecesario. Si estuviéramos bien gobernados, estas cosas nos las explicarían las propias instituciones en lugar de esconderlas.