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Évole y la ganadería intensiva

07 de Febrero de 2018
Francesc Reguant fotografia

Hace unos años, atendiendo mi profesión, pedí a una reconocida periodista que corrigiera un dato técnico equivocado sobre la carne de porcino. Su respuesta me sorprendió desde un punto de visto de ética profesional: "No pienso defender la carne de cerdo". Nadie le pedía que defendiera la carne de cerdo, solamente le reclamaba rigor. Me lo recordó Jordi Évole el domingo y me supo mal. Esperaba un programa polémico en el cual probablemente aprendería y estaría de acuerdo con muchas cosas. Al contrario, encontré un programa sesgado y manipulador de una realidad compleja. No es creíble que nadie quisiera defenderle el trabajo de la granja, yo mismo le puedo presentar tantos granjeros orgullosos de su trabajo como quiera. No es –y lo sabe- representativa de nada la granja que mostró.

"No es –y lo sabe- representativa de nada la granja que Jordi Évole mostró"

La integración ganadera es una formula de gestión que ha permitido sostener la población y la vitalidad a las áreas rurales. Se basa en un reparto de responsabilidades, el integrador asume el riesgo de mercado y el ganadero, el riesgo productivo. Si se muere un cerdo, el coste es por el ganadero, razón suficiente para evitar pérdidas de animales, no por razones éticas sino simplemente económicas. Tampoco es cierta la imagen que cuestiona la seguridad sanitaria de la carne. La carne es un producto muy perecedero y –salvo excepciones que seguro que hay- está sometido a unas normas estrictas, a controles sistemáticos emanados de la Unión Europea y con unas industrias càrnies que no tienen nada de interés a poner en riesgo su reputación sanitaria.

Ahora bien, volvemos al comienzo. El hombre desde hace un millón de años ha comido carne, este hecho forma parte de la explicación de su desarrollo, la carne acontece un concentrado de vitaminas y minerales importantes por el cuerpo humano. La transformación de este producto también es inmemorial, el fuego marcó el primer proceso de transformación de la carne antes de su consumo, los procesos de conservación como el ahumado y el assecament se usaron desde tiempos prehistóricos, el uso de la sal como conservante procede del neolítico, los egipcios ya elaboraban un transformado pareciendo a la morcilla, la cultura del aprovechamiento del cerdo, por su fácil conservación, nace al neolítico y un producto como el jamón data del imperio romano.

Aun así esto no justifica que sea un hecho inamovible. Los movimientos que rechazan el consumo de carne por razones de contenido ético tienen toda la legitimidad, del mismo modo que son una realidad los estudios verso la producción "in vitro" de proteína càrnia. A la vez tienen razón aquellos que afirman que si prescindiéramos o tan sólo redujéramos el consumo de carne, reduciríamos la tensión medioambiental dado que la alimentación de acuerdo con la carne consume muchos más recursos para producirse y emite más gases de efecto invernadero que la alternativa vegetal. En tercer lugar, es cierto que un consumo elevado de carne puede producir efectos negativos para la salud. El mismo que pasa con el azúcar, el alcohol, el café, el chocolate, etc., con todos los matices posibles para cada uno de ellos. Son tres poderosos argumentos que orientan las tendencias a un menor consumo de carne a los países más desarrollados. Pero no en los países en desarrollo que hasta ahora han tenido una dieta poco proteínica y tienen derecho a mejorarla.

"Es un tema complejo que había que tratar con seriedad y no con afán de ganar audiencias sin que la realidad estropeara la noticia"

La FAO estimó que desde 2010 a 2050 en el mundo se incrementaría el 73% el consumo de carne y el 58% de la leche. Estos países quieren seguir nuestros pasos. Hace 50 años comíamos pollo por Nadal y algún domingo, hoy comemos pollo, cerdo, cordero y ternera tres golpes al día. Este salto solamente es posible con la ganadería intensiva, a pesar de que ahora vemos este consumo como excesivo. Es un modelo que va mejorando en seguridad sanitaria, bienestar animal y gestión de residuos. Un modelo, pero, susceptible todavía de muchas mejoras, absolutamente necesarias. Pero este es el modelo que tenemos, el modelo que ha permitido que todos comiéramos carne y que nuestros pueblos mantengan su vitalidad. Es un modelo cuestionable, por supuesto, pero desde la responsabilidad y la implicación. Es un tema complejo que había que tratar con seriedad y no con afán de ganar audiencias sin que la realidad estropeara la noticia.