Cuando acabé la carrera, en el 92, pasé unos meses en Madrid por motivos personales. Me sorprendió que muchos de los compañeros que conocí allí, jóvenes de mi edad, no buscaban trabajo inmediatamente al acabar sus estudios superiores: se disponían a pasar unos años preparando oposiciones. Eran chicos y chicas brillantes, el objetivo profesional de los cuales pasaba para convertirse en economistas del Estado, abogados del Estado, inspectores de Hacienda o controladores aéreos. Disponer de un título superior era la puerta de acceso a unas oposiciones y a un cargo en la alta administración del Estado. Algo muy extraño para alguien que, como yo, que venía de Barcelona, vibraba en aquellos momentos con el fervor olímpico, y aspiraba a trabajar en alguna empresa privada, industrial o del incipiente sector de las telecomunicaciones. En mi entorno, nunca, nadie, se había planteado opositar. Aquellos chicos eran los cachorros de lo que ahora denominaríamos deep state.
En las últimas semanas se han publicado diferentes artículos sobre los modelos económicos de Madrid y Barcelona. Las economías regionales de Madrid y Catalunya suponen, conjuntamente, el 38% del PIB español. Madrid ha dado el sorpasso recientemente a la economía catalana. Según la consultora internacional McKinsey, en su reciente informe The Future of Work in Europe, Madrid es una de las 48 ciudades más dinámicas del continente (superstar hubs), mientras que Barcelona entra en una decepcionante categoría de tourism haven (refugio turístico), si bien sobresale en este segmento por su fuerza de trabajo cualificada y capacidades de innovación.
"Las economías regionales de Madrid y Catalunya suponen, conjuntamente, el 38% del PIB español"
Indudablemente, Madrid cuenta con el poder del poder: la concentración de organismos regulatorios y legislativos, y el efecto de atracción que esto tiene sobre los centros de decisión empresarial (especialmente de grandes empresas). Pero Madrid tiene también a favor el poder de la geografía (para entender como la geografía determina el destino de los países y condiciona las rivalidades históricas entre naciones y ciudades, hay que leer a Robert Kaplan, The Revenge of Geography). El hinterland de Madrid (territorio de influencia sin obstáculos naturales) se expande a las dos Castillas, Aragón, Extremadura y parte de Andalucía. El hinterland de Barcelona sería Catalunya, en un modelo de influencia mucho más distribuido y con una insomne rivalidad interna entre ciudad y territorio (entre Barcelona y Catalunya). Madrid cuenta, además del poder de la geografía y del poder del poder, con el poder de la aglomeración económica (generación de economías de escalera por la concentración de actividades). Los tres poderes se realimenten y se refuerzan entre ellos: además poder político, más aglomeración económica y más expansión geográfica. Además expansión y aglomeración, más concentración de poder. La organización radial de las comunicaciones del Estado responde, en parte, a la operación histórica combinada de estas tres fuerzas. Madrid ejerce fuerza gravitatoria, atractiva de actividad y talento, y actúa de succión del espacio peninsular central (el famoso fenómeno de la España vaciada).
Barcelona tiene otras ventajas competitivas que hay que explorar y explotar. Si Madrid tiene el poder de la concentración de grandes empresas, Catalunya tiene el poder agregado de los clústeres de PYME's exportadoras. Si Madrid disfruta de un importante despliegue de servicios financieros, Barcelona desarrolla una vibrante cultura emprendedora, de nuevos modelos de negocio y de atracción de capital riesgo (¡tenemos que continuar por este camino! Nos imaginamos la potencia de 100 empresas catalanas high-tech, en el NASDAQ, ¿como tiene Israel?). Si Madrid dispone de redes de (muy preparados) altos funcionarios del Estado, Barcelona dispone de redes científicas modernas, organizadas; y de investigación biomédica de excelencia. Si en Madrid hay proliferación de instituciones internacionales, en Catalunya se encuentran centenares de discretos hidden champions (campeones ocultos, empresas tecnificadas exportadoras globales). Si Madrid genera externalidades económicas derivadas de la presencia de organismos ministeriales, Barcelona cuenta con cadenas de valor que evolucionan hacia modelos de Industria 4.0. Si Madrid tiene el poder conferido del Estado, Barcelona cuenta con la autoridad, la experiencia y la tradición de la industria y el comercio. Si Madrid opera como un cuerpo de gran masa, con fuerza gravitatoria atractiva de su hinterland, Barcelona es el núcleo de una galaxia de ciudades industriales medias que cooperan y compiten dinámicamente entre ellas. Si la geografía de Madrid facilita una expansión concéntrica, la posición privilegiada de Barcelona, entre el corazón Europeo y el Mediterráneo, la convierte en centro histórico y cultural de atracción de talento internacional y de turismo de calidad.
"Si Madrid opera como un cuerpo de gran masa, con fuerza gravitatoria atractiva de su hinterland, Barcelona es el núcleo de una galaxia de ciudades industriales medias que cooperan y compiten dinámicamente entre ellas"
Hay que potenciar estas ventajas competitivas, recuperar posiciones y resituarnos como uno de los 4 Motores Industriales de Europa, red que formó Catalunya con Baden-Wurttemberg, Rhone-Alpes y Lombardia, consideradas a los 80 entre las regiones más industrializadas de Europa (ahora estamos muy lejos de esta élite). La nueva globalización exigirá la construcción de nuevas ventajas comparativas en naciones y ciudades. Ventajas que ya no estarán dirigidos por las estructuras eficientes en costes, como en la vieja globalización, sino por la especialización tecnológica e innovadora; y por la capacidad de atraer talento. La teoría moderna de organizaciones afirma que, en tiempos de incertidumbre y cambio, los modelos distribuidos son más eficientes, adaptativos y resilientes que los modelos verticales y centralizados; y que las grandes concentraciones urbanas acaban para generar des-economías de escala (congestión, contaminación, alejamiento del medio rural, pérdida de calidad de vida). Barcelona, y Catalunya, tienen grandes oportunidades en la combinación entre la emprendeduría, la industria y la ciencia, con un modelo distribuido y una posición geográfica envidiable entre el mar y la montaña.
Madrid y Barcelona: como la novela de Charles Dickens, historia de dos ciudades. Aun así, mientras en Madrid parece percibirse un consenso implícito y silente entre todo el conjunto de agentes políticos, económicos y sociales sobre qué tiene que ser el modelo de desarrollo económico futuro, y un alineamiento alrededor de una sola idea de capital (parece que el conjunto de agentes tienen una visión común del Gran Madrid -hay una estrategia implícita y permanente en el tiempo-); en Catalunya este consenso no existe. ¿Quién marca el camino? ¿Cuál es el equivalente catalán al deep state? ¿Dónde está este sistema nervioso central de talento que sustenta y configura una visión consistente y coherente de futuro? Y, sobre todo, ¿cuál es el modelo económico que deseamos, y como lo potenciaremos?