El miedo es una emoción básica que podemos experimentar a lo largo del día en numerosas ocasiones, y especialmente ante cualquier cosa que se interpone entre la felicidad o el sentido de bienestar y nosotros mismos. Puede provocar angustia, insomnio, sentimientos de culpa u otros sentimientos negativos.
El miedo nos hace sentir débiles y blandos del mismo modo que nos puede hacer reaccionar como fuertes y duros. Es irracional y aparece cuando menos lo esperamos. Nos acompaña siempre en todo momento y nunca nos deja. De hecho seguramente será nuestra principal aliada en situaciones que percibimos de carencia de control. Aprecio y quiere lo mejor de cada uno. "El miedo es mi compañero más fiel, nunca me ha engañado para irse con otro" (Woody Allen). De hecho, el miedo nos aprecia tanto que a menudo no nos deja ni respirar, en su afán de protegernos de todo aquello que no entendemos. Además, se relaciona y comunica con el miedo de las otras personas de una manera muy rápida y eficiente, un contagio en toda regla.
¿Cómo actúa el miedo? El cuerpo de las personas sufren una serie de cambios: el corazón palpita con más velocidad para enviar sangre a las extremidades y el cerebro, las pupilas se dilatan, y se producen tres hormonas, la adrenalina, la noradrenalina y los corticoides, también dichas hormonas del miedo. Los corticoides impiden que se produzca la conexión entre nuestras neuronas, la sinapsis, que cómo sabemos es la base de la creatividad. Por lo tanto, es biológicamente imposible que una persona sea capaz de desarrollar todo su potencial cuando vive en una situación constante de miedo, se paraliza. La parálisis del miedo.
"Es biológicamente imposible que una persona sea capaz de desarrollar todo su potencial cuando vive en una situación constante de miedo, se paraliza"
¿Como afrontar su contagio? El miedo se combate desde la racionalidad. Cuando hay balanceo a favor de la racionalización la emoción del miedo disminuye. Habrá que dar información traducida con indicadores, medibles que no se puedan rebatir desde las emociones. La actitud positiva y la confianza hará el resto.
La vacuna del miedo. Los valores y las creencias que alimentan la manera de ser de las personas configuran también los riesgos de aceptación del miedo. El autoconocimiento de uno mismo ayudará a identificarla y verla venir, haciendo que se haga cada vez más pequeña hasta que ceda espacio y deje vivir. Incluso habrá momentos de negociación con ella porque nos deje tranquilos. No se trata de echarla cuando menos de tenerla tranquila en aquellas situaciones que interese. Cómo decía Nelson Mandela, "no es valiente quien no tiene miedo sino quien sabe conquistarlo".