Podemos palpar que una de las tendencias actuales consiste en trasladar el populismo político a la sociedad. A base de insistir, determinados políticos pretenden trasladar esta peligrosa obsesión a los ciudadanos. Muchos medios -todos los generalistas de aquí, seguro- ayudan, toda vez que ya han perdido el hábito de informar y se dedican únicamente a divulgar. Si la información es correcta, ningún problema. Si es falsa, se divulga la mentira sin rubor.
A raíz de las elecciones a presidente de la República Francesa, los partidos extremistas populistas -los de derechas (Le Pen) y los de izquierdas (Melenchon)- han empezado a difundir de forma subliminal el concepto de semi-ilegitimidad de Macron dadas las circunstancias. Dicen que ha sido un frente anti-Le Pen. Peligrosísima estrategia si cala en los electores. De un tiempo a esta parte, la prensa insiste constantemente en hablar de sociedades divididas por el hecho de que una opción gana a la otra por poco margen. Siempre ha sido así. Miren, si no, en Estados Unidos, algunos ejemplos de triunfo ajustado desde la Segunda Guerra Mundial. Claro que no hay nada como caer en gracia (miren, si no, los resultados de Kennedy o Clinton).
Elaboración propia
El caso de Francia no es demasiado diferente, aunque allí, al solo haber dos candidatos finales, el ganador nunca puede obtener menos del 50%. Miren algunos resultados ajustados durante la 5ª República.
Elaboración propia
Bien, Macron ha ganado con el 58,55% de los votos. Claro que no cae en gracia, seguramente porque no es aquello que los medios consideran progresista. Le ha caído el calificativo de liberal, como la otra noche comentaba uno de los tertulianos de Tv3. Y ya se sabe que, no importa lo que hagas, esta etiqueta es letal.
Los franceses tienden a estar en permanente descontento, a menudo sin importar demasiado si el entorno es bueno o malo. Una actitud que, ya se lo comentaba la semana pasada, no es del todo mala si ayuda a que las cosas avancen. El dibujo del Hors-séries de Le Monde lo refleja bastante bien.
Pero bien es verdad que el bienestar francés se detecta solo pasar la frontera. En cantidad y en calidad -educación y orden-. Sus pueblos son un buen reflejo. Pero lo mejor para valorar la Francia actual es utilizar las estadísticas hasta donde sea posible. Y como el bienestar es una realidad relativa -funciona por comparación- y puesto que nosotros no practicamos el ejercicio del inconformismo, he aprovechado para comparar los datos franceses con los nuestros:
Fuentes: Eurostat, INE, IDESCAT, Agencia Internacional de la Energía
¡Ah! Y todo esto trabajando 35 horas semanales, desde el 2002. De acuerdo con que este descontento permanente francés nos beneficia, pero ¡Quién pudiera llorar con sus ojos!