El Reino Unido ya no está en la Unión Europea y no se ha hundido el mundo. Quizás porque los tratados firmados entre el Reino Unido y la UE seguirán vigentes hasta el 31 de diciembre de este año y quizás porque lo que el que pasó el pasado viernes fue un Brexit mediático, excusa para llenar portadas de diarios con la Union Jack, calles con veteranos de guerra y Twitter con hiperventilados.
La casualidad ha querido que mientras estaba preparando este artículo, recibiera un correo de Freeagent, nuestro proveedor de gestión empresarial en la nube, un servicio que te permite "gestionar tu empresa desde dónde quieras". En condiciones normales no habría hecho demasiado caso, pero resulta que Freeagent es un servicio con base en el Reino Unido, y en Mortensen, la empresa que tengo el honor de presidir, trabajamos desde su inicio.
Freeagent nos ayuda a hacer presupuestos, enviar facturas, hacer los balances bancarios y se encarga de enviar periódicamente correos automáticos a los clientes que nos deben dinero. Freeagent sabe catalán porque cuando en Mortensen se lo pedimos nos dijeron que si los ayudábamos con las traducciones, incorporarían nuestra lengua sin problemas al inglés y el alemán. Desde que pagamos la primera cuota que no me había preocupado más. Hasta hoy.
Desde hace días sigo el Brexit para intentar encontrarle el sentido: leyes del Parlamento Europeo, programas de la BBC, podcasts, análisis de consultoras globales, economistas por el "Leave", economistas por el "Remain", informes del WEF, artículos académicos (hay más de los que me pensaba), infografías, apuntes en blogs, artículos en los diarios, Twitter, Facebook, Instagram, Tinder... todo lo que he podido. Parece que hay tres grandes consensos: que el Brexit afectará el mercado único digital europeo, que a estas alturas no podemos decir si el Brexit es bueno o no, y que no lo sabremos hasta aquí a diez años, cuando sean evidentes las consecuencias.
Cómo hacer predicciones es muy complicado, especialmente si son sobre el futuro, me circunscribiré a lo que podemos saber hoy sobre los efectos del Brexit digital. Un par de anécdotas para empezar: las empresas británicas no podrán utilizar de ahora en adelante los dominios de alto nivel .eu (¿los utiliza alguien a excepción de las instituciones de la UE?), y los ciudadanos británicos estarán sometidos a costes de itinerancia cuando viajen al continente —y los continentales cuando viajamos al Reino Unido—; la decisión ya no estará en manos de la UE sino en las de las telecoms, y todos sabemos como acaba esto.
"A estas alturas no podemos decir si el Brexit es bueno o no, y no lo sabremos hasta aquí a diez años"
El grueso del Brexit digital, pero, está en los datos y su protección. Los datos ahora circulan libremente por territorios de la UE sometidos a la GDPR. Si el 2021 la GB es finalmente tratada como un país tercero, estaría sometida a regulaciones de transferencia de datos mucho más estrictos que hasta ahora. El caso contrario seria que la UE considerara la GB como un territorio fiable por el almacenamiento y procesamiento de datos y le otorgara el estatus de idoneidad (adequacy). En este caso los datos personales podrían continuar fluyendo sin restricciones. ¿De qué depende la idoneidad? Pues de una comisión de evaluación de la UE que puede tardar meses o años a decidirse pero que tiene pinta que se decantará por el "sí".
El Ed Molyneux, el director general y fundador de Freeagent, me dice que sabe que estamos preocupados por cómo será nuestra relación post-Bexit, que nos ayudará con la transición desde ahora hasta el 31 de diciembre, que desconoce a qué acuerdos se llegará en materia digital, que "no eres tú, soy yo". Le he respondido que no se preocupe, que mientras tanto esto nuestro sigue como solía y que vistas las relaciones en materia de datos con Andorra, Argentina, Canadá, las Islas Feroe, Israel, Isla de Man, Jersey, Nueva Zelanda, Suiza y Uruguay, todas con estatus de idoneidad, nuestra relación será por muchos años.