La semana pasada murió Alfedro Pérez Rubalcaba. Conocí la noticia tras leer los datos de la Intervención General del Estado que explicaban que, a lo largo del 2018, el sector público estatal español sólo ejecutó el 46,8% del presupuesto disponible para I+D+i. Es decir, España disponía de 7.003 millones de euros de presupuesto público para I+D+i pero sólo se ejecutaron 3.278 millones. Probablemente, por esta razón, recordé la tarea del profesor Rubalcaba comprometido con la universalización y mejora de la educación y el impulso de la ciencia en su etapa al frente del Ministerio de Educación y Ciencia, a principios de la década de los 90 y también, casi 10 años antes, al frente del gabinete técnico de la Secretaría de Estado de Universidades e Investigación.
"España disponía de 7.003 millones de euros de presupuesto público para I+D+y pero sólo se ejecutaron 3.278 millones"
Recordar Rubalcaba, en su tarea por impulsar la investigación y la formación, me llevó a pensar que en el Estado no se valora suficientemente la ciencia ni la investigación. Se le aplican pocos recursos a pesar de que el 80% de la población, cree que la inversión pública en este campo es insuficiente. De hecho España ocupa, en cuanto a inversión en I+D, la posición 17 de la UE de los 28, siendo superada por 5 países de la Unión con menor potencial económico.
Se ha esfumado el gran esfuerzo efectuado en el periodo 2000 al 2007 con el objetivo de llegar al 2% del PIB en I+D. Ahora bien, la crisis frenó aquella tendencia estando actualmente en 1,20% del PIB, lejos del 1,32% del PIB del 2008, fecha en la cual la crisis se hizo omnipresente y se empezó a recortar los recursos destinados a vertebrar futuro.
"Recordar Rubalcaba, en su tarea por impulsar la investigación y la formación, me llevó a pensar que en el Estado no se valora suficientemente la ciencia ni la investigación"
Una tendencia negativa que parecía cambiarse el 2017 cuando en España se invirtió un 6% más en I+D que el 2016, situándose en la cantidad de 14.052 millones de euros. Unos 302 euros anuales de media por habitante ante los 622 euros de media de la UE-28. Una cifra insuficiente en el contexto de la sociedad del conocimiento pero que, este es un aspecto importante, fue un incremento superior al crecimiento del PIB nominal, un 4,3%, lo que permitió situarse en el 1,20% del PIB, una décima superior al 2016 que fue del 1,19%, pero 2 décimas menos que el 2015 que llegó al 1,22%. Un incremento que ha contado, y este es un aspecto positivo que habría que cuidar, con la ayuda del sector privado que creció un 8,2% su inversión en I+D (muy por encima del 3% al 2016 y del 2% al 2015), ante el 3,4% de incremento del sector público.
En la actualidad la inversión en I+D en España es un 9,1% menos que el 2009, mientras que la UE a escala global invierte un 27,4% más. Probablemente esta carencia de inversión explica muchas cosas en cuanto a nuestro sistema productivo en cuanto a la carencia de productividad, salarios bajos y una competitividad a mejorar. Una cifra que dista mucho del objetivo de llegar al 2% del PIB en inversión en I+D el 2020, un reto ya imposible de conseguir. Una inversión en PIB alejada también, de la media de la Unión Europea que se situó en el 2,07%. Un porcentaje que pone en evidencia la debilidad de la Unión ante China y Estados Unidos, y las enormes dificultades que existirán para lograr el objetivo del 3% en el 2020.
Volviendo al principio, pensando en el profesor Rubalcaba, un hombre coherente e inteligente, recordé sus palabras después del atentado del 11-M del 2004 en TVE "merecemos un gobierno que no nos mienta". Creo que su muerte ha hecho que muchos nos cuestionamos el estilo de hacer política actual, y creo que su traspaso pone a la política y a los políticos actuales, ante el espejo del pasado reciente. Rubalcaba era un estadista, una persona que impulsaba las políticas de Estado. Aquellas que buscan consensos y se encaminan a cambiar tendencias, y comprometido con la función social de la política. Una tarea con la que todos nos tendríamos que comprometer.
En este compromiso respecto a ganar futuro y el necesario incremento de los recursos dedicados al I+D+y, hay que exigir, no sólo a las Administraciones dedicar más recursos a la investigación, sino que hay que trasladar esta exigencia al sector privado con políticas que incentiven su compromiso para dotar la I+D de los recursos requeridos. Por eso es imprescindible la colaboración pública-privada, una colaboración que tiene por objetivo garantizar el incremento de los recursos destinados a la investigación y a la innovación.
"La financiación de la actividad científica y la innovación no es un gasto, tiene que ser considerada a nivel social y político como una inversión que asegura el futuro"
Una colaboración pública privada basada en criterios de partenariado, es decir, unos y otros colaboran para desarrollar conjuntamente proyectos e iniciativas compartiendo riesgos, costes y los resultados logrados. Una dinámica de colaboraciones imprescindible, muy arraigada en los países anglosajones y extremadamente escasa en el nuestro. Para lograrlo, hay que entender que la financiación de la actividad científica y la innovación no es un gasto, tiene que ser considerada a nivel social y político como una inversión que asegura el futuro. Este criterio de inversión, implícito en los países del centro y norte de Europa, no es plenamente logrado en el Estado, por esta razón aquí se recortan las partidas correspondientes a la I+D+y en momentos de crisis económica, mientras que en aquellos países se incrementan.
Invertir en Investigar e innovar exige el compromiso de todos dado que es la clave de futuro. Una responsabilidad del sector privado y de todas las administraciones. Para ello es imprescindible mirar a largo plazo, no pensar y actuar para ganar las próximas elecciones sino para poner las bases para un futuro mejor en un horizonte a 12 o 15 años. Mirar a largo plazo, con criterios de pactos de Estado, algo propio de estadistas, exige alejarse de las actitudes sectarias y excluyentes, aparcar las ideologías que fomentan los tópicos que no permiten la requerida cooperación y colaboración que hace a las sociedades más fuertes y competitivas.