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Investigación y colaboración pública privada

17 de Mayo de 2019
Antoni Garrell

La semana pasada murió Alfedro Pérez Rubalcaba. Conocí la noticia tras leer los datos de la Intervención General del Estado que explicaban que, a lo largo del 2018, el sector público estatal español sólo ejecutó el 46,8% del presupuesto disponible para I+D+i. Es decir, España disponía de 7.003 millones de euros de presupuesto público para I+D+i pero sólo se ejecutaron 3.278 millones. Probablemente, por esta razón, recordé la tarea del profesor Rubalcaba comprometido con la universalización y mejora de la educación y el impulso de la ciencia en su etapa al frente del Ministerio de Educación y Ciencia, a principios de la década de los 90 y también, casi 10 años antes, al frente del gabinete técnico de la Secretaría de Estado de Universidades e Investigación.

"España disponía de 7.003 millones de euros de presupuesto público para I+D+y pero sólo se ejecutaron 3.278 millones"

Recordar Rubalcaba, en su tarea por impulsar la investigación y la formación, me llevó a pensar que en el Estado no se valora suficientemente la ciencia ni la investigación. Se le aplican pocos recursos a pesar de que el 80% de la población, cree que la inversión pública en este campo es insuficiente. De hecho España ocupa, en cuanto a inversión en I+D, la posición 17 de la UE de los 28, siendo superada por 5 países de la Unión con menor potencial económico.

Se ha esfumado el gran esfuerzo efectuado en el periodo 2000 al 2007 con el objetivo de llegar al 2% del PIB en I+D. Ahora bien, la crisis frenó aquella tendencia estando actualmente en 1,20% del PIB, lejos del 1,32% del PIB del 2008, fecha en la cual la crisis se hizo omnipresente y se empezó a recortar los recursos destinados a vertebrar futuro.

"Recordar Rubalcaba, en su tarea por impulsar la investigación y la formación, me llevó a pensar que en el Estado no se valora suficientemente la ciencia ni la investigación"

Una tendencia negativa que parecía cambiarse el 2017 cuando en España se invirtió un 6% más en I+D que el 2016, situándose en la cantidad de 14.052 millones de euros. Unos 302 euros anuales de media por habitante ante los 622 euros de media de la UE-28. Una cifra insuficiente en el contexto de la sociedad del conocimiento pero que, este es un aspecto importante, fue un incremento superior al crecimiento del PIB nominal, un 4,3%, lo que permitió situarse en el 1,20% del PIB, una décima superior al 2016 que fue del 1,19%, pero 2 décimas menos que el 2015 que llegó al 1,22%. Un incremento que ha contado, y este es un aspecto positivo que habría que cuidar, con la ayuda del sector privado que creció un 8,2% su inversión en I+D (muy por encima del 3% al 2016 y del 2% al 2015), ante el 3,4% de incremento del sector público.

En la actualidad la inversión en I+D en España es un 9,1% menos que el 2009, mientras que la UE a escala global invierte un 27,4% más. Probablemente esta carencia de inversión explica muchas cosas en cuanto a nuestro sistema productivo en cuanto a la carencia de productividad, salarios bajos y una competitividad a mejorar. Una cifra que dista mucho del objetivo de llegar al 2% del PIB en inversión en I+D el 2020, un reto ya imposible de conseguir. Una inversión en PIB alejada también, de la media de la Unión Europea que se situó en el 2,07%. Un porcentaje que pone en evidencia la debilidad de la Unión ante China y Estados Unidos, y las enormes dificultades que existirán para lograr el objetivo del 3% en el 2020.

Volviendo al principio, pensando en el profesor Rubalcaba, un hombre coherente e inteligente, recordé sus palabras después del atentado del 11-M del 2004 en TVE "merecemos un gobierno que no nos mienta". Creo que su muerte ha hecho que muchos nos cuestionamos el estilo de hacer política actual, y creo que su traspaso pone a la política y a los políticos actuales, ante el espejo del pasado reciente. Rubalcaba era un estadista, una persona que impulsaba las políticas de Estado. Aquellas que buscan consensos y se encaminan a cambiar tendencias, y comprometido con la función social de la política. Una tarea con la que todos nos tendríamos que comprometer.

En este compromiso respecto a ganar futuro y el necesario incremento de los recursos dedicados al I+D+y, hay que exigir, no sólo a las Administraciones dedicar más recursos a la investigación, sino que hay que trasladar esta exigencia al sector privado con políticas que incentiven su compromiso para dotar la I+D de los recursos requeridos. Por eso es imprescindible la colaboración pública-privada, una colaboración que tiene por objetivo garantizar el incremento de los recursos destinados a la investigación y a la innovación.

"La financiación de la actividad científica y la innovación no es un gasto, tiene que ser considerada a nivel social y político como una inversión que asegura el futuro"

Una colaboración pública privada basada en criterios de partenariado, es decir, unos y otros colaboran para desarrollar conjuntamente proyectos e iniciativas compartiendo riesgos, costes y los resultados logrados. Una dinámica de colaboraciones imprescindible, muy arraigada en los países anglosajones y extremadamente escasa en el nuestro. Para lograrlo, hay que entender que la financiación de la actividad científica y la innovación no es un gasto, tiene que ser considerada a nivel social y político como una inversión que asegura el futuro. Este criterio de inversión, implícito en los países del centro y norte de Europa, no es plenamente logrado en el Estado, por esta razón aquí se recortan las partidas correspondientes a la I+D+y en momentos de crisis económica, mientras que en aquellos países se incrementan.

Invertir en Investigar e innovar exige el compromiso de todos dado que es la clave de futuro. Una responsabilidad del sector privado y de todas las administraciones. Para ello es imprescindible ​mirar a largo plazo, no pensar y actuar para ganar las próximas elecciones sino para poner las bases para un futuro mejor en un horizonte a 12 o 15 años. Mirar a largo plazo, con criterios de pactos de Estado, algo propio de estadistas, exige ​​alejarse de las actitudes sectarias y excluyentes, aparcar las ideologías que fomentan los tópicos que no permiten la requerida cooperación y colaboración que hace a las sociedades más fuertes y competitivas.