Lo que ha sucedido en las elecciones de la Cambra de Comerç de Barcelona nos da un pretexto magnífico para reflexionar sobre el papel de los empresarios y directivos catalanes en nuestra sociedad.
Además de los acontecimientos políticos que han sacudido nuestro país en los últimos años, el mundo ha cambiado enormemente después de la larga crisis que se inició el 2007. Desde entonces, la convivencia ha sido más compleja; muchas personas han sufrido y han visto cómo se frustraban sus sueños de prosperidad.
"Mientras el mundo se transforma profundamente, el mundo empresarial catalán continúa empleando los mismos códigos de siempre"
Adicionalmente, el poder de la información ya no yace exclusivamente en los medios; las redes sociales ahora tienen un gran protagonismo. Transmiten información, corrientes ideológicas y, por encima de todo, conectan personas y posibilitan acciones coordinadas.
Mientras el mundo se transforma profundamente, el mundo empresarial catalán continúa empleando los mismos códigos de siempre, actuando cómo si nada hubiera cambiado en nuestra sociedad. Las instituciones económicas y empresariales de nuestro país son un buen reflejo.
La obligación de la clase empresarial es perseguir la excelencia, mejorar la productividad, regirse por criterios de ética y responsabilidad. Y por supuesto, tener afán de renovación y modernidad, cosa que implica, programar los relevos de liderazgo y fomentar la diversidad de aportaciones. Sin embargo, es tristemente constatable la escasa voluntad de renovación generacional y la poca sensibilidad de género. Por no hablar de la incomprensible desconexión existente entre el mundo empresarial y el mundo de la cultura y de la acción social.
Es nuestra obligación cambiar esta situación, configurando una nueva clase empresarial más comprometida y más responsable. Necesitamos un empresariado que no sólo trabaje por el legítimo beneficio económico de sus organizaciones, sino que también se implique en mejorar nuestra sociedad; un empresariado que entienda que un buen profesional no se limita a hacer bien su trabajo, sino que también está obligado a generar un impacto positivo en su entorno social.
Nos hace falta una nueva clase de líderes, que actúen fuera del mundo político, dispuestos a servir nuestra sociedad; profesionalmente muy preparados y humanamente comprometidos, que adopten un nuevo lenguaje, basado en los valores y en el compromiso.
En cuanto a lo que ha sucedido en la Cambra, en vez de rasgarnos las vestiduras, haríamos bien de iniciar una profunda reflexión y autocrítica sobre por qué el mundo empresarial es percibido como un ente distante y poco implicado en los problemas de la sociedad.
"Si la ANC quiere hacer una nueva ruptura unilateral después de las próximas elecciones, no tendría que arrastrar la Cambra al terreno político. Y la Cambra tiene que ser la sede de todos, del autónomo y del Ibex 35"
Ojalá los empresarios que legítimamente han ganado las elecciones gobiernen la Cambra con aciertos, renueven una institución que caía, de puro obsoleto, modernizándola y poniéndola al servicio del conjunto de las empresas de nuestro tejido económico, comulguen con sus postulados ideológicos o no.
Si la ANC tiene un programa para hacer una nueva ruptura unilateral después de las próximas elecciones, no tendría que arrastrar la Cambra al terreno político. Las victorias se tienen que saber administrar. Y la Cambra tiene que ser la sede de todos, del autónomo y del Ibex 35.
Y quien sabe, quizás repetir el milagro económico que se produjo en Catalunya a finales del s. XIX, donde el empresariado catalán brilló en innovación y apertura en el mundo.
Venimos de una tradición magnífica, que todos tenemos que preservar, para volver a liderar una revolución económica en nuestro país.