Lo digital y la llegada de los servicios de streaming han modificado radicalmente el negocio de la música. Los artistas ya no ganan casi nada por la venta de su obra en soporte físico (vinilos o cedés), y ganan más bien poco por los derechos en las plataformas (como youtube o spotify), así que se han visto empujados a salir de gira más que nunca, dando lugar a un amplio circuito de festivales y actuaciones en directo.
"Lo digital y la llegada de los servicios de streaming han modificado radicalmente el negocio de la música"
La industria musical tiene la expectativa de crecer un 5% en todo el mundo los próximos cinco años, mientras que en el mismo período el segmento específico de la música en directo espera un crecimiento del 15%. Tres veces más. Salas y conciertos de música en directo hay muchos, pero específicamente festivales de música sólo en España ya hay 870, que juntos mueven unos 3,5 millones de espectadores. Es decir, los festivales de música mueven casi tantos espectadores presenciales como todos los partidos de todos los equipos de la primera división de La Liga de futbol española, con la diferencia de que la música en directo crece cada año en espectadores (y La Liga no) y además lo hace en el segmento joven y especialmente mujeres (que La Liga tampoco). La música en directo en España ha crecido un 10% anual cada uno de los últimos cinco años, y el 2017 facturó 270 millones de euros. El mismo 2017 la música en directo en Estados Unidos facturó 10.000 millones de dólares, así que aún queda mucho campo por correr. Un negocio apetecible.
Barcelona es un área de referencia en el sector. Tenemos un abanico de pequeños festivales interesantes como Vida, Jardins de Pedralbes, Cap Roig o Porta Ferrada, pero por encima de todo destacan los tres grandes buques insignia del sector: Primavera Sound, Sónar y Cruïlla, consolidados en el calendario, dotados de una estructura profesional estable y capaces cada uno de ellos de vender más de 100.000 entradas. Primavera ha puesto foco en la música indie, Sónar en la música electrónica y la exploración de lo que pasa entre ciencia, arte y tecnología, y Cruïlla pone el acento en la experiencia dirigiéndose principalmente al público local, al que quiere conocer y atender con un festival amable que combina música y valores.
"Los festivales de música mueven casi tantos espectadores presenciales como todos los partidos de todos los equipos de la primera división de La Liga"
Pero la industria de la música es poderosa y en este segmento hay mucha expectativa de crecimiento, así que se han empezado a mover los hilos a nivel global. Multinacionales como Live Nation están ejecutando un proceso de integración vertical mundial, y por un lado compran los derechos para gestionar las giras de los principales artistas, por el otro están comprando las principales empresas tiqueteras de cada país (las que gestionan la venta de las entradas) y finalmente están comprando festivales de música en todo el mundo. Ellos tienen a los artistas, ellos venden las entradas, y ellos tienen los festivales donde se harán los conciertos. Si tu festival pertenece al grupo, tendrás fácil acceso a los mejores artistas y a las plataformas de gestión de venta de tiquets. La alternativa es ir por libre, solo y pequeño, pero cuesta mucho luchar contra las economías de escala y poder de negociación de un grupo así. Ahora mismo se están configurando dos, quizás tres, grandes grupos mundiales de este tipo. Si estás en ellos puedes competir, si no estás en ellos es muy difícil. Es como tener un gran supermercado en una calle de Barcelona, uno y sólo uno, y tratar de competir en precios, catálogo y condiciones con Bon Preu, Carrefour y Caprabo a la vez, todos en la misma calle que tu. No podrás.
Live Nation promueve u organiza 30.000 eventos cada año, que convocan unos 60 millones de asistentes. De promedio, cada 16 minutos empieza un evento en directo organizado por Live Nation. Este 2019, en lo que va de año las acciones de Live nation han subido un 45%, un 20% sólo desde junio. Es en este contexto que debemos leer las noticias del verano pasado anunciando que grupos internacionales habían accedido al capital y propiedad de Primavera Sound, Sónar o Doctor Music. El único que aún aguanta independiente es el Festival Cruïlla, y si quiere continuar siendo un festival ambicioso no debería tardar demasiado en decidir cuál de las muchas ofertas que tiene le parece más interesante para continuar jugando en primera división. Lamentablemente, en Barcelona no hemos sabido leer nada de todo esto. Nos hemos dedicado a criticar el Sónar por haber aceptado capital de un fondo de inversión (que fácil es opinar y criticar cuando no conoces el negocio). Y la administración da síntomas de no haber entendido el momento y no ha ayudado nada. El pasado verano, cuando todo el sector estaba sufriendo estos movimientos, la ciudad se dedicó a alquilar los espacios municipales (Sant Jordi, Velòdrom…) a estos grandes operadores internacionales para que programasen estrellas mundiales en las mismas fechas que los festivales de casa: Beyoncé, Jay Z, Bruno Mars… todos operados por uno de estos grupos multinacionales, actuaron en Barcelona entre las fechas del Primavera y las del Cruïlla, debilitando aún más la posición de nuestros festivales en un momento estratégico. El mensaje era claro: “si fueses mío, habrían actuado en tu festival. Si no, competiremos contigo en tu casa y en las mismas fechas. Ve pensando en ello”. El Ayuntamiento, seguramente ignorante de todo, ayudando a los grandes grupos internacionales a presionar y contraprogramar a los festivales de casa. Alguien dirá que nuestros festivales reciben subvenciones, pero en otras ciudades de España y Europa estas subvenciones son 4, 10 y 15 veces más grandes. Y compiten con nosotros.
"En Barcelona no hemos sabido leer nada de todo esto. Nos hemos dedicado a criticar el Sónar por haber aceptado capital de un fondo de inversión (que fácil es opinar y criticar cuando no conoces el negocio)"
Ahora una huelga ha estado a punto de llevarse por delante la 26ª edición del Sónar. Una huelga originada por un problema laboral entre Fira de Barcelona y 60 trabajadores que defendían un derecho legítimo pero que nadie supo gestionar. Al final, si Sónar se cancelaba o no (afectando a más de 100.000 visitantes de 60 países) se decidió veinticuatro horas antes en la ruleta rusa de un juzgado. Ningún gestor se animó a resolverlo antes, cuando este mismo año se decidió expulsar a Uber y Cabify de la ciudad para satisfacer a los taxistas que ponían en riesgo el Mobile World Congress.
Barcelona era una ciudad de referencia en el mercado europeo de los festivales de música, una industria en clara tendencia de crecimiento. Los tres grandes festivales estaban creados y dirigidos por gente de casa, y no los hemos querido ni sabido ayudar. Doctor Music ha cancelado, Primavera ha sufrido un año flojo, Sónar ha sido maltratado y amenazado como nunca y cuesta entender porqué no se plantean seriamente instalarse en Berlín o cualquiera de las ciudades que sí les ha declarado amor. Y Cruïlla es probablemente la joya de la corona: el único que aún queda libre, y el que dispone de un sistema de gestión de públicos que ningún otro festival de Europa tiene. La tecnología de gestión del Cruïlla es propia y única, y todo el mundo la desea porque permitiría tener un centro unificado de mando capaz de gestionar decenas y quizá centenares de festivales.
John Hoffman y la GSMA quieren repensar su congreso de móviles, y tras mirar por todo el mundo han decidido hacer una alianza con Sónar para imaginar el futuro de los congresos. Cruïlla podría conseguir que Barcelona sea la sede desde dónde alguno de estos grandes grupos gestione todos sus festivales. No estaría mal que nuestros gobiernos ayudasen un poco.