Vivimos en la era de la información. Nos hemos acostumbrado a ver cada día las noticias casi en tiempo real, a tener la posibilidad de acceder a múltiples fuentes de información, e incluso a poder intentar documentarnos antes de tomar ciertas decisiones. Además, parece que cada vez podemos acceder a más y mejores fuentes originales de información, y por tanto depender menos de los intermediarios. Cuando alguien me explica algo sorprendente, puedo dudar y pretender ir a la fuente original. Si me dicen que Messi marcó un gol increíble, puedo ver el video y confirmar que realmente lo marcó y ciertamente fue increíble. Y como lo he visto, me lo creo. Cuando me explican que Pablo Iglesias abandonó un debate, o que ha dimitido, no me cuesta demasiado ver el video donde abandonaba el estudio de radio donde le ofendieron, o escucharle a él mismo diciendo que deja la política. Y como lo he visto, y le he escuchado, me lo creo. Cuando me dicen que en Alcobendas ha llovido como nunca en lo que va se siglo, puedo intentar buscar los datos históricos de pluviometría en Madrid y confirmar si fue para tanto. No necesito creer a nadie, porque yo mismo he visto el video, he escuchado el audio, he accedido a los datos. Estamos en la sociedad de la información, rodeados de información, y la puedo utilizar para apoyar mis opiniones y decisiones.
Evidentemente no toda la información disponible es de la misma calidad, esto ha pasado siempre, pero últimamente hay un nuevo fenómeno muy preocupante: la tecnología actual permite generar información falsa difícil de diferenciar de la real. Hemos visto videos en los que Barack Obama o Lola Flores decían cosas que hubiésemos jurado eran absolutamente reales, y resulta que son falsos y generados por ordenador. Te puedo enseñar una foto mía en una calle de Kentucky pero yo nunca he estado en Kentucky. Con la tecnología actual soy capaz de generar un audio falso con una persona que tú conoces diciendo lo que yo quiera, y como reconocerás la voz, las expresiones y el tono… te lo creerás.
Por un lado, aumenta la capacidad de generar información falsa muy sofisticada, y, por el otro, aumentan los liderazgos más basados en ejes emocionales y menos en argumentos racionales
Estamos al inicio de un nuevo fenómeno más trabajado y diseñado de lo que parece: en la sociedad de la información aumenta la desconfianza en la información. Llamadme conspiranoico pero creo que esto se está empezando a utilizar de una manera consciente y malvada, y que estamos ante una tendencia orientada a aumentar los liderazgos irracionales. Los seguidores incondicionales de Donald Trump no estaban dispuestos a aceptar los datos o la información, por ejemplo del resultado electoral o el cambio climático. En Madrid el debate de si Isabel Díaz Ayuso ha gestionado bien o mal la crisis Covid ya no se hace en base a datos, o al menos cada cual utiliza los que le convienen y resultan contradictorios. La mayoría de argumentos xenófobos de la ultra-derecha sobre inmigración no soportan un análisis basado en datos.
Hay que estar muy atentos, porque la tendencia es la suma de dos factores: por un lado, aumenta la capacidad de generar información falsa muy sofisticada, que hará que cada vez sea más difícil saber qué te puedes creer y qué no. Y por el otro, aumentan los liderazgos más basados en ejes emocionales y menos en argumentos racionales. El resultado es que una sociedad cada vez más digital podría acabar evolucionando hacia una sociedad cada vez más desinformada. Antes la información era poder porque no todo el mundo tenía acceso a ella. Ahora que todo el mundo tiene acceso a la información, hay quien para poder mantener el poder se dedica a devaluar la información.