Estas elecciones presidenciales en Estados Unidos son un fascinante caso de estudio desde el punto de vista de la teoría de juegos, especialmente en cuanto al comportamiento de los principales directores ejecutivos tecnológicos y su posición respecto a Trump. Algunos, como Elon Musk, son abiertamente favorables; otros, como Tim Cook de Apple, Sundar Pichai de Google o Mark Zuckerberg de Meta, mantienen conversaciones en privado, pero sin respaldar a ninguno de los candidatos en público. Un curioso baile de poderes y contrapoderes en el que los directores ejecutivos de grandes empresas tecnológicas influyen en el futuro de la democracia.
La administración Biden, con Kamala Harris, ya ha demostrado su interés por la regulación y el control de las grandes tecnológicas; la Comisión Federal de Comercio ha abierto causas antimonopolio contra Google, Amazon, Apple y Meta, que podrían obligarlas a dividirse. Trump muestra sus credenciales antirregulación a través de Elon Musk, a quien dice que nombrará jefe del “Department Of Government Efficiency” (Departamento de Eficiencia Gubernamental), encargado de eliminar el exceso de burocracia y regulación, incluyendo —oh, sorpresa— aquellas que afectan sus empresas. (Cabe señalar que las iniciales del nuevo departamento serían DOGE, una criptomoneda en la que Musk invierte y que manipula a voluntad con sus tuits. Al hacerse pública la intención de Trump de crear un DOGE liderado por Musk, la criptomoneda homónima subió un 22%).
Para simplificar, haremos dos hipótesis: que Kamala Harris continuará con la regulación de las grandes tecnológicas de Biden —un incentivo para que las tecnológicas se alineen con Trump— y que Trump es un peligro para la democracia, por lo tanto, un incentivo para alinearse con Harris. Un recorte de derechos democráticos puede afectar negativamente a la economía; las medidas económicas propuestas por Harris son muy superiores a las de Trump, según 23 premios Nobel de Economía.
Los multimillonarios directores ejecutivos de las tecnológicas tienen tres opciones: apoyar explícitamente a Trump, implícitamente o guardar silencio. Todas con costos y beneficios.
El dilema del prisionero
En el dilema del prisionero, dos individuos racionales se encuentran en una situación donde podrían acabar en la cárcel. Deben decidir entre cooperar o traicionar al otro, con diferentes consecuencias según su elección. El escenario es el siguiente:
- Si cooperan (es decir, no delatan al otro), reciben una pena moderada por un delito menor.
- Si uno de ellos traiciona al otro (delatándolo) y el otro guarda silencio, el que traiciona queda libre, mientras que el otro recibe una pena severa.
- Si ambos traicionan, reciben una pena grave, aunque no tan alta como la que recibiría quien guarda silencio cuando el otro lo delata.
Aunque la cooperación sería la mejor opción para ambos (si miran el beneficio conjunto), la falta de confianza mutua lleva a una situación en la que la traición mutua es a menudo la estrategia.
"La administración Biden, con Kamala Harris, ya ha demostrado que están a favor de la regulación y el control de las grandes tecnológicas"
En este caso, los prisioneros son los directores ejecutivos de tecnología —excepto Musk, que va por libre— y la decisión que deben tomar es si apoyar o distanciarse de Trump. Las opciones pueden simplificarse en dos: "cooperar" (evitar el apoyo público a Trump y, por tanto, alinearse con valores democráticos) o “no cooperar” y apoyar a Trump para evitar las medidas reguladoras de Harris.
Si todos "cooperan" evitando apoyar públicamente a Trump, corren el riesgo de aumentar el escrutinio y posibles medidas punitivas si Trump vuelve al poder. Por otro lado, si dejan de cooperar individualmente y se alinean con Trump, reducen los riesgos regulatorios de Harris, pero alimentan las tendencias autoritarias de Trump, haciéndose cómplices. Se arriesgan a dañar la democracia, lo que podría afectar su reputación pública (X ya ha perdido el 80% de su valor, usuarios y anunciantes). La decisión de Jeff Bezos de blocar el posicionamento de su Washington Post a favor de Kamala Harris le ha costado más de 200.000 suscriptores y destacados colaboradores del diario.
"Una decisión conciliadora con Trump es una manera de protegerse de riesgos futuros"
La elección racional e interesada de cada director general sería, en teoría, "no cooperar" para minimizar el riesgo individual y maximizar la penalización de represalias para la competencia en caso de victoria de Trump. La búsqueda de la ganancia individual lleva a un resultado subóptimo para todos. Esto explicaría el apoyo abierto de Musk y las llamadas de otros directores a Trump sin posicionarse públicamente a favor de Harris.
Una decisión conciliadora con Trump es una manera de protegerse de riesgos futuros, independientemente de las verdaderas creencias políticas de cada consejero delegado (no veo Tim Cook ni Sundar Pichai demasiada MAGA). La elección de alinearse con Trump se convierte en una estrategia de mitigación del riesgo, una manera de mantener lejos pulsiones reguladoras y el mal menor es que Trump recupere la presidencia.
El equilibrio tecno-político de Nash
Para entender esta convergencia estratégica, recurrimos a otro concepto de teoría de juegos: el equilibrio de Nash. Este es un estado en el que cada jugador, conociendo las estrategias de sus oponentes, no tiene incentivo para cambiar la suya. Representa un estado estable en el que nadie gana nada alterando su posición.
"Si todos mantienen una postura neutral o ligeramente de apoyo, minimizan su exposición colectiva al riesgo"
Parece que los directores de tecnología han encontrado el equilibrio de Nash en el silencio y el apoyo tácito a Trump, sin avales explícitos, pero sin oponerse públicamente. Cada director sabe que si denuncia abiertamente a Trump, mientras sus competidores no lo hacen, podría quedar en una posición vulnerable si ocurre un cambio político. En cambio, si todos mantienen una postura neutral o levemente de apoyo, minimizan su exposición colectiva al riesgo.
El riesgo de destacar y convertirse en un objetivo de ataques políticos en caso de una victoria de Trump, o de regulación en caso de victoria de Harris, pone los beneficios empresariales muy por encima de los morales. Al mantenerse dentro del equilibrio, cada director se asegura de no sobresalir, protegiendo así sus empresas e intereses.
Tecnología vs. democracia
Las implicaciones más amplias de este comportamiento son preocupantes. La elección de priorizar los intereses de la empresa sobre los principios democráticos ilustra las vulnerabilidades de depender de los líderes corporativos para el liderazgo ético. Este tipo de ambigüedad estratégica, aunque racional desde una perspectiva empresarial, puede erosionar la confianza pública y consolidar aún más la percepción de los CEO de las grandes tecnológicas como oligarcas con poder de decisión sobre el Estado. Algo similar a los oligarcas rusos que apoyaron a Putin. Spoiler: no acabó bien. Que se lo pregunten a Mijaíl Jodorkovski, en su día el hombre más rico de Rusia, hoy exiliado en Londres tras nueve años de prisión y la pérdida de su imperio.
No obstante, desde una perspectiva de teoría de juegos, las acciones de estos CEO tienen sentido. La industria tecnológica, como cualquier otra, se rige por incentivos, y el incentivo para evitar una regulación negativa para sus intereses es demasiado poderoso. Es un juego de suma cero donde la democracia puede quebrar imperios multimillonarios y, más importante aún, donde imperios multimillonarios pueden quebrar democracias. La elección racional es a menudo la opción más segura, aunque no sea la más loable moralmente.
"La industria tecnológica, como cualquier otra, se rige por incentivos, y el incentivo para evitar una regulación potencialmente negativa es demasiado poderoso"
Cuando enfrentan amenazas empresariales existenciales, incluso los líderes tecnológicos más innovadores y progresistas pueden volverse conservadores y reaccionarios. Los incentivos individuales y empresariales a menudo conducen a desequilibrios indeseados.
Ojalá me tenga que comer este artículo martes por la mañana.