Estos últimos días las conversas han sido condicionadas, por un lado, por el referéndum del pasado 1 de octubre y las implicaciones de su resultado y, por otro, por las consecuencias de las decisiones de empresas de referencia que, con rapidez, han trasladado su sede social fuera de Cataluña. En sólo una semana 6 de las 7 empresas catalanas de la Ibex 35 siguieron el camino iniciado por el Banco Sabadell. Empresas que nacieron, crecer y acontecer referentes en Cataluña, empresas con ADN catalán que lo han sabido mantener en un mundo global muy condicionado por las asimetrías competitivas. Unas decisiones que, en algunos casos, son fruto de planes de contingencia establecidos hace tiempo, en otros por el mimetismo y por las peculiaridades del sector económico en que desarrollan su actividad, así como condicionados de mercado y su distribución de clientes y, algunas otras, por un nivel de nerviosismo que ultrapasa un análisis racional de los hechos.
Sin duda la capacidad tractora de las empresas que han anunciado el cambio de sede social es notoria. Si bien los efectos sobre la economía, a corto plazo, es más simbólica que real, sería una temeridad imperdonable no dar la importancia que tiene y los graves efectos sobre el perímetro de las pequeñas empresas que los prestan servicios especializados y de valor. considerando que el mundo que se configuró en el último cuarto del siglo pasado, la interdependencia global, una cierta cultura homogénea en cuanto a decisiones económicas y la incertidumbre es muy mala por toda decisión de inversión. En este contexto, no nos tendría que sorprender este movimiento de traslado de suyos, puesto que era previsible. Ignorarlo es mirarse el ombligo desde un cierto grado de prepotencia. Sirva como ejemplo el que pasó en Quebec a partir de la década de los 70, que comportó un enorme fortalecimiento de Toronto en términos de capital humano y financiero en detrimento de Montreal. Algunas declaraciones, o comentarios, evidencian una enorme inconsciència sobre del desastre económico que puede provocar, si se consolida, la tendencia deslocalitzadora, un hecho que hay que frenar para evitar que trasladen sus sedes operativas y capacidades productivas, en un marco en el cual era previsible que se despertara el nacionalismo español más arraigado en el pasado y la carencia de implicación internacional.
"Algunas declaraciones evidencian una enorme inconsciència sobre del desastre económico que puede provocar la tendencia deslocalitzadora"
Ahora bien, sin olvidar que hay que recuperar un marco que no eche las grandes empresas, no se puede olvidar la composición del tejido productivo catalán. Un conjunto de pequeñas y medianas empresas que son la columna vertebral en cuanto a generación de ocupación, cohesión y equilibrio territorial. Empresas, muchas de ellas de origen familiar, unas 208.000, que generan 1,24 millones de lugares de trabajos (un 68,2% del total), de las cuales, sólo el 1,4% tiene más de 250 trabajadores. Muchas de ellas son pequeñas, una de cada cuatro tiene una plantilla entre 10 y 20 trabajadores. Empresas que se esfuerzan a innovar, que se han internacionalizado, que tienen 'alma', es decir: empresas que están comprometidas con su ecosistema, con la gente, con los trabajadores, proveedores y clientes, con la sostenibilidad del planeta y, muy especialmente, con el progreso social.
Empresas que a menudo no tienen voz, que pasan desapercibidas o son ignoradas y que no reciben la atención y el requerido escalf. Ahora más que nunca hay que pensar en ellas y emprender políticas de economía productiva para potenciarlas, considerando sus fortalezas y debilidades. Empresas que afrontan escenarios inciertos en los cuales se hacen presentes grandes desafinaments en momentos complejos. Ahora no se puede seguir olvidando aquellos que desde la emprendeduría han acontecido empresarios, creando empresas, que permiten convertir el progreso técnico y científico en progreso social, aportando los entornos que posibilitan lo desarrollan de la actividad con solidez y mirar al futuro con confianza. Es hora, pues, sin más demora, de escuchar al grueso del tejido productivo catalán y pensar con ellos.