Impuestos y robots

12 de Septiembre de 2018
Antoni Garrell

Esta última semana las tormentas han vuelto a hacer destrozos al campo evidenciando que el clima, en nuestro país, adopta componentes desconocidos finos hace pocos años. Fuertes tormentas al inicio de septiembre que nos recuerdan las temperaturas extremas del pasado agosto, que originaron que en varios lugares del hemisferio norte careciera el agua a raíz de la evaporación en algunos ríos europeos. Estos fenómenos climatológicos extremos me han traído a pensar que siendo el agua el auténtico recurso estratégico, es incomprensible que con la tecnología existente no se ponga solución a este grave problema.

Hay demasiados intereses arraigados en el pasado que castigan el futuro colectivo en el albada de un nuevo tiempo acelerado por las tecnologías, los cambios de valores imperantes, los nuevos intereses geo-estratégicos, la gran dependencia de la ciencia y la tecnología, que nos crea una falsa sensación de seguridad, el incremento de herramientas y objetos dotados de inteligencia artificial (IA) y la creencia, por parte de la población con más capacidad de decisión, que el futuro no acontecerá tan diferente como el pasado. Parece que se quieran ignorar tanto la necesidad de desterrar los paradigmas que nos traen a la inmovilidad, como la afirmación del profesor Marvin Minsky, cuando le preguntaron si "los robots heredarían la Tierra", y él respondió: "Sí, pero los robots seremos nosotros".

"Se mire como se mire, se quiera ignorar o no, la tecnología reemplaza humanos de los puestos de trabajo"

Nodudas que estamos lejos de poder robotizar trabajos en los cuales hace falta imaginación enfrente a nuevas situaciones, o en aquellos que requieren inteligencia emocional. Ahora bien, también es cierto que Arjun Chandrasekaran, tecnólogo de Virgínia Tech, el 2016 formuló las bases de un algoritmo de aprendizaje para reconocer escenas de humor y crearlas; o que la China invertirá miles de millones para acontecer líder mundial el 2030 en IA. La robótica es omnipresente en muchos campos, no sólo en la industria, efectuando tareas que hasta ahora sólo desarrollaban los humanos, inclús en la agricultura donde los robots desarrollados por Australian Centro for Field Robotics de Sydney hacen todo tipo de tareas como arrancar las malas hierbas o recoger la fruta madura.

Se mire como se mire, se quiera ignorar o no, la tecnología reemplaza humanos de los puestos de trabajo. El último informe de la OCDE, analizando 32 países, explica que el 14% de los puestos de trabajo tienen una alta probabilidad de ser automatizados y un 32% cambiarán sustancialmente. En España el 20% pasarán a manso de robots.

Enfrente este escenario originado por el requerido aumento de la productividad, que manlleva puestos de trabajo, no se tendría que ignorar que el reto es como utilizar la tecnología en beneficio de todos. Hoy no es suficiente extraer capacidad productiva en la tecnología, como se ha hecho a lo largo de las tres revoluciones industriales precedentes. Ahora el objetivo es robotizar los procesos avanzando al fabricar productos inteligentes y, a la vegada, socializar los beneficios asociados a la automatización industrial y a la toma de decisiones automáticas, logrando una sociedad más libre, segura (que no es más controlada) y con modelos de desarrollo sostenible, un hecho no sólo posible sino indefugible. Para hacerlo, hay que aceptar, al igual que hace décadas lo fue la potencia mecánica, que en la industria 4.0 la capacidad de proceso autónoma e inteligente acontece la clave. Algo que ahora, igual que antes con el vapor, disminuye el tiempo para lograr resultados y la necesidad de mano de obra.

"Hay que ser realista y entender que el cambio, en cuanto a composición del trabajo, comporta que los robots y autómatas tendrían que tributar"

Hay que ser realista y entender que el cambio, en cuanto a composición del trabajo, comporta que los robots y autómatas tendrían que tributar. Grabar la potencia de cálculo que aporta productividad, es coherente en la línea que desde hace décadas también tributa la potencia instalada considerada como la suma de las potencias nominales de los equipos industriales de naturaleza eléctrica o mecánica en el Impuesto de Actividades Económicas. Un impuesto que no tendría que considerar el número de trabajadores, dado que es imprescindible crear puestos de trabajo.

Es la hora de tener presente el que pasó a finales del siglo XIX cuando se trabajaba 90 horas en la semana. Ahora estamos en un nuevo cruce donde también hace falta que la tecnología favorezca a todos, socializando los beneficios de su uso, tanto por los trabajadores que tienen que ver como disminuye progresivamente el número de horas trabajadas sin que comporte bajadas de sus ingresos y, a la vegada, se obtengan más recursos para financiar las políticas sociales.