Una vez leí que alguien definió al loco como aquel que, haciendo siempre lo mismo, espera resultados diferentes. Me atrevo a dar mi propia versión: la definición del tonto. Aquel que sin hacer nada espera que las cosas cambien. Y lo refino con la definición del vago: aquel que sin hacer nada espera que las cosas cambien gracias a otro. Ustedes se preguntarán por qué me interesa hacer dos definiciones. Fácil: nuestras administraciones están llenas de demasiados tontos y de demasiados vagos.
"Nuestras administraciones están llenas de demasiados tontos y de demasiados vagos"
Hace muchos años, el padre de un amigo mío se jubiló. Como había trabajado en Francia de temporero varios años, tuvo que ir al país vecino para regularizar una parte de la pensión que le correspondía como antiguo trabajador en territorio francés. Recuerdo que, al comentármelo, este amigo me explicaba la casi perfecta organización francesa. Los trabajadores temporeros recibían su salario perfectamente regulado y cotizado. Tenían un albergue donde se alojaban mientras residían en el país, etcétera.
Miro hacia nuestro país. Todo parece indicar que nos hemos vuelto ricos. Según el INE, en Cataluña tenemos un desempleo (con los oportunos maquillajes legales impulsados por el gobierno de Sánchez) del 9%. Entonces, si tenemos en cuenta que llamamos a temporeros -la mayoría africanos- para recoger la fruta de Lleida, podemos deducir que, además de ricos, nos hemos vuelto vagos. Pero, bueno, eso es motivo de otro artículo. Hoy vamos por los tontos y los vagos.
Como cada año, llegan temporeros a la provincia de Lleida para recoger fruta. Y, como cada año, aparecen los problemas. Muchos pueblos parecen habilitar albergues y pabellones para dar cobijo a estos temporeros. Pero, al final, muchos acaban yendo a Lleida y ahí aparecen los problemas. El espacio es insuficiente y los pobres inmigrantes deambulan por la ciudad con el consiguiente malestar de algunos vecinos. Seguro que esta canción les suena. Es la misma de cada año. Por eso quise hacer dos definiciones al principio del artículo para distinguir a los locos de los vagos-tontos. El loco, al fin y al cabo, sufre una enfermedad y no es dueño de sus actos (ya nos lo recuerda el derecho: actus non facit reum nisi mens sit rea). Pero los que hacen que el tema del alojamiento y contratación de temporeros no se resuelva, no son locos, al menos no declarados. Cobran un salario. Generalmente público.
Hay muchas preguntas que hacerse en el tema de los temporeros. Se supone que están contratados por empresas privadas -sean de naturaleza agrícola o industrial- y que se les paga de manera regular -quiero decir que el dinero negro no tiene cabida-. Y, para rematarlo, parece que no hay gente entre los que representan el 9% del desempleo que quiera hacer este trabajo. ¿O es que realmente no están desempleados?
"Como cada año, llegan temporeros a la provincia de Lleida para recoger fruta. Y, como cada año, aparecen los problemas"
Demasiadas preguntas para un país que se ha acostumbrado a unas administraciones públicas que, si antes ya trabajaban poco, ahora con el teletrabajo se les han abierto las puertas a un universo infinito para holgazanear. Y todo comandado por unos políticos que necesitan un manual para ponerse la gorra. ¿Que la incompetencia se ha vuelto crónica en las administraciones catalanas? Esperen, que en un próximo artículo hablaremos de las ayudas NextGen y de cómo se gestionan. Hay para mojar pan.