Ayer un problema técnico en una empresa norteamericana dejó a casi todo el mundo toda una hora sin Internet, y esto nos ha demostrado dos cosas:
La primera, que Internet ya es indispensable. Es muy joven y muy tierna, pero ya la necesitamos para casi todo. Antes en casa todo el mundo tenía velas por si se iba la luz. Ahora si se va Internet no tenemos alternativa, así que ya es indispensable. No hace demasiado que hemos aprendido que parar informáticamente una compañía equivale a paralizarla, y hemos visto ataques informáticos que han parado la actividad de Mapfre, Prosegur o el SEPE. La pandemia nos ha enseñado que los chavales que no tenían Internet se han quedado sin escolarizar, y que la gente que no tenía Internet no podía teletrabajar. Y ayer la caída de Internet nos ha enseñado que sin la red se paran servicios casi básicos. Es fácil, sin Internet no tenemos un correcto acceso a la educación, la salud, el ocio, la información o el trabajo. Internet no es un servicio. Es un derecho. Y así deberíamos tratarlo, tanto en lo que respecta a derechos como a deberes. Un derecho básico de la ciudadanía y no un servicio comercial.
La segunda es que el mundo está más conectado e interconectado que nunca. El matemático y meteorólogo Edward Norton Lorenz explicó en 1972 su metáfora del efecto mariposa para ilustrar la interrelación entre un batir de alas aquí y una tormenta allá. Ayer un batir de alas en una empresa de servicios informáticos en los Estados Unidos provocó una hora de violentas tormentas en todas las webs del mundo. Igual que ha pasado con la Covid, una cepa del virus originada en India, Reino Unido o Brasil se propaga por todo el mundo sin que seamos capaces de impedirlo pese a que imponemos un toque de queda a toda la población mundial. Estamos conectados.
Ayer se paró Internet, y tomamos conciencia de que si se para Internet se paran demasiadas cosas
Así pues, Internet es un servicio básico para el desarrollo de la ciudadanía de todo el mundo, y no sólo la de algunos países o regiones. Hay que garantizar sus usos, así como sus derechos y deberes. Debemos sacarlo de la lógica comercial, como ya hemos hecho con la justicia, la educación o la salud. Ya sabemos que quien tiene más dinero tiene una mejor justicia, educación y salud, pero lo que no puede ser es que alguien con menos dinero no tenga acceso a una mínima justicia, educación y salud. Queremos que los derechos básicos sean para todo el mundo sin distinción de raza, color, sexo, nacionalidad, idioma, religión, origen social o poder adquisitivo.
Ayer se paró Internet, y tomamos conciencia de que si se para Internet se paran demasiadas cosas. El tratamiento que le damos a Internet ya no puede continuar siendo sólo comercial y adaptado a las reglas del mercado, es necesario que le demos tratamiento de derecho social. Hará falta gestionar muchos intereses económicos y políticos y por tanto llevará tiempo. Más vale que empecemos ya.