Invernar

15 de Diciembre de 2023
Ariadna Romans

Cuando vives en un país del Norte durante el invierno, y más trabajando desde casa, es fácil caer en una angustiosa rutina donde los días pasan sin pena y las noches se alargan demasiado sin que pase nada interesante. Si encima eres una intensa que vive la vida como si fuera una película, puedes incluso llegar a sospechar si te estás marchitando por dentro. El mal tiempo no es algo que las personas mediterranizadas (como diría Pol) estamos acostumbradas a sufrir. De hecho, en casa, si algo salva nuestros días de frío es que salga el Sol. Aquí no. Y cuando ocurre, más o menos una vez a la semana, corres en la ventana como si fuera el bien más preciado del mundo, cierras los ojos, y sueñas que estás en una terraza en Plaça Independència un domingo cualquiera. La desesperación después de unas semanas en este estado aumenta de forma exponencial.

En este clima frío, en este entorno inhóspito, me gusta pensar que estoy hibernando en una madriguera. Vivo con otros animalitos que me acompañan y me cocinan pollo asado o pasta carbonara. Me paso el día con ropa suave entre la cama, la mesa del comedor, la cafetería de la esquina, el gimnasio y la biblioteca, con paradas accidentales en el supermercado. Los fines de semana quizá hagamos algo, pero últimamente todos los vecinos organizan fiestas en sus comedores para evitar tener que salir al exterior. Es un tipo de vida recluida, casi monástica. Tiene su encanto si te engancha de buen humor, pero no siempre es así. A veces la oscuridad de fuera puede entrar en la habitación por un rinconcito, y parecer que vives en un modo somnífero, casi delirante, en el que la falta de luz y de Sol te puede hacer entrar en una especie de alienación profunda donde sientas que no sabes por qué estás haciendo las cosas, que todo te pese como una montaña y que hacer una lavadora parezca un éxito personal digno de presumirse por redes. La vida en el norte es hermosa, pero es dura.

"El hygge es una palabra noruega y danesa que se refiere a un sentimiento de bienestar, un ambiente alegre, íntimo y cálido"

Dicen que lo mejor que cuando llegas a un sitio nuevo lo mejor que puedes hacer es copiar las costumbres de allí. En Holanda y, por tanto, también en el resto de países donde todavía hay menos luz, esto tiene más sentido que nunca, especialmente por parte de una persona que vive en un puestu donde la gente se queja si bajamos de los quince grados. Los daneses se inventaron algo que se llama hygge, que supongo que al principio sólo debió de hacer alguna señora aburrida, pero después se popularizó con esta manía que hemos desarrollado últimamente para hacerlo todo bonito, para romanizarlo todo. El hygge es una palabra noruega y danesa que se refiere a "un sentimiento de bienestar, un ambiente alegre, íntimo y cálido". El hygge es algo que se ha puesto muy de moda, pero aquí arriba es un bien esencial: si no haces que las cosas parezcan bonitas, las cosas parecerán feas. No habrá un rayo de Sol que te haga parecer el día más amable. Por eso hace unos días que decoro el nido: he escrito frases bonitas en el mármol del baño con un rotulador que he encontrado en una cesta de mi compañera de piso, he organizado un pequeño jardín sobre el radiador y toda postal bonita con la cual me creo termina en mi pared. Mantengo mi entorno lo más bonito posible, me cocino cosas buenas y sólo me pongo ropa que me quede bien. Es una solución algo superficial, pero si esto me permite navegar este invierno y llegar a Navidad, ya tendremos bastante por ahora. En breve volverá a ser primavera y volveré a hacer vida en el parque, bañarme en el canal, comprarme flores y recordar que la vida es mejor vivirla en un país al que puedes ir a todas partes en bicicleta.