La fisicalización del horror

28 de Noviembre de 2019
Josep Maria Ganyet | VIA Empresa

Aviso de exención de responsabilidad: soy de Tàrrega.
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Estos días por la plaza Mayor de Tàrrega no se anda demasiado bien. El motivo es que 1.062 sillas ocupan el centro de la plaza, cada una con un cartel con un nombre de mujer y su edad. Representan 1.062 mujeres e hijos asesinados desde el 2003 en el Estado español por culpa de la violencia machista. En la plaza se hace un silencio respetuoso, mezcla de luto y vergüenza colectiva que te deja con un nudo al estómago. Impresiona; una víctima es demasiado; 1.062 es 1.062 veces demasiadas.

La performance contra la violència masclista de Tàrrega | Maria Dolors Cirera
La performance contra la violencia machista de Tàrrega | Maria Dolors Cirera

1.062 mujeres muertas por violencia machista en el Estado español, 1.000 muertos por el conflicto Vasco, un millón de muertos en la guerra de Iraq, 2.996 muertos en los ataques de las Torres Gemelas, 140.000 muertos en la guerra de los Balcanes, 3,2 millones en los campos de exterminio nazis, 60 millones de muertos en la segunda guerra mundial, 40 millones en la Gran Guerra (la 1a Guerra Mundial, la que tenía que acabar con todas las guerras). Podría seguir con cifras, que de tantas, de tan repetidas y de tan descontextualizadas, ya no comprendemos ni nos impactan.

Para hacer un buen ejercicio de barbarie comparada, siempre recomiendo el multipremiado corto "The Fallan of World War II", que visualiza en contexto las víctimas de la Segunda Guerra Mundial. De una manera muy didáctica e interactiva muestra los muertos civiles y militares, sus nacionalidades, en qué teatros de operaciones y campos de exterminio murieron y en qué años, y los compara con otras atrocidades documentadas de la historia. Uno de los momentos impactantes del corto es del minuto 6 al 7 en que muestra la interminable columna de los 8,7 millones de rusos que murieron al conflicto; la columna rompe la escalera de la gráfica. También podéis explorar la versión interactiva.

Para calibrar el impacto del drama humano que representó la Segunda Guerra Mundial tenemos que ver los 18 minutos de cortometraje y poner mucha atención en los detalles, 18 minutos que inmersos en una cultura audiovisual de oferta digital infinita no tenemos (¡hay más enlaces para hacer clic!). A menudo el conflicto de la Segunda Guerra Mundial es condensado en la cifra de los 70 millones de muertos, apta para titulares, tuits y cuñados; una cifra que fuera de contexto dice muy poco (¡fue un 3% de la población mundial!).

Si visitáis los campos de concentración de Auschwitz encontraréis varias obras del periodista, fotógrafo y museògraf Paweł Sawicki donde muestra la magnitud de la tragedia. No son fotografías ni gráficas ni estadísticas ni cifras del horror nazi, sino que son montañas de cabellos, maletas, gafas, prótesis, cepillos, ollas y todo tipo de objetos cotidianos de los prisioneros. No es visualización de los datos del horror, sino la fisicalización de los datos del horror.

Otro ejemplo más cercano y no tan dramático (de momento) lo hemos visto muchas veces en el Telenotícies en épocas de sequía, cuando Tomàs Molina nos da los hectolitros de las reservas hídricas. Esto es un dato al que le falta el contexto para que nos aporte información. Lo que sí que entendemos, nos impacta y nos lleva a cambiar de hábitos es ver la imagen del campanario del embalse de Sau: si sólo se ve la punta, vamos bien, si hay gente paseando alrededor es que la situación es de emergencia.

Lo que han hecho en Tàrrega es esto, un ejercicio, no de visualización de datos sino de fisicalización de datos, una fisicalización que consigue emerger en uno entorno de sobreinformación infinita; un ejercicio crítico que nos impacta, nos interpela y nos empuja a la acción. A favor.