La tesis de Joan Capri era que "Comemos demasiada" y las fiestas de Nadal son la demostración empírica. Aperitivos variados (de hace unos años que siempre hay ostras), escudilla y carne de olla o canelons, asado o caldereta de pescado, vino, champán (tendríamos que ir desterrant la palabra cava), piña por desengreixar, turrones, café, barquillos de chocolate y gintònic. Y mañana más.
Sé que comemos demasiado porque lo he visto en las redes sociales. Con una carencia de impudicia muy poco mediterránea nos atrevemos a mostrar en el mundo uno de nuestros espacios más íntimos: la mesa parada con la familia alrededor. Infinidad de fotos, tuits, vídeos, stories y otros productos altos en azúcar digital inundan estas días las redes sociales. Se ve todo tipo de comer, de menaje del hogar y de parientes, todos sometidos a la ley del me gusta y del retuit. Vídeos con escenas de felicidad (verdadera o impostada) con niños sobreexcitada, cuñados barmans, suegros que hacen de extras y jóvenes que hacen el reportaje de can suyo por el Hola. He visto de todo estos días. Si en Joan Capri hagues hecho su monólogo "Comemos demasiado" hoy, habría añadido "…y tenemos la barra de enseñarlo!".
De hace unos años que al tradicional empacho gastronómico y familiar le tenemos que añadir el no menos tradicional empacho digital. Todo el que he enumerado hasta ahora empequeñece ante los grandes números de los mensajes que habéis enviado por Whatsapp. Mems, imágenes con textos de nivel de P3, vídeos de solidaridad, padres y madres noel con poca ropa, el vídeo de las oleadas que borran el 2018 y muestran el 2019 que ha hecho enfurecer un conocido presentador de quien no diré el nombre, fotos de las felicitaciones que han hecho vuestros hijos, fotos de vuestros hijos, fotos de fotos de vuestros hijos… y así hasta el infinito.
Y después de aitals excesos y con el año nuevo llegan los buenos propósitos. Hacer dieta, ir al gimnasio, salir a correr cada día, ensalada para cenar, dos litros de agua al día, dejar el chocolate, dormir ocho horas, leer más libros, escuchar más música clásica, ir más al teatro y ganar el premio Nobel. Lo sé porque también me lo habéis dicho en las redes sociales. El que no veo tanto son los buenos propósitos digitales. Más allá del ya también tradicional "este año me borro de Facebook" (seria el equivalente a ir al gimnasio cada día; no lo harás) no veo muchos más, sobre todo de los más abastables.
Os dejo unos cuántos: 1) no haré cinco fotos del mismo motivo, con una y que esté bueno basta; 2) no colgaré todas las fotos que haga ni haré Instagram stories de todo el que vea; 3) y si hago uno, no lo llenaré de textos y de emoticonos que tapen aquello más interesante de la foto; 4) si pongo texto procuraré que tenga un nivel superior a P3; 5) cada vez que comparta alguna información comprobaré la fuente, verificaré la autoría y me aseguraré que no sea fake news; 6) silenciaré todos los grupos de Whatsapp; 7) cuando esté hablando con alguien no atenderé el móvil; 8) a los conciertos miraré el concierto en ninguna parte de hacer fotos y vídeos donde no se ve nada y que no miraré nunca; 9) pondré el móvil en modo automático de no molestar de las 21 a las 8; y 10) traeré siempre reloj para no tener que mirar la hora al móvil.
Si haced todo esto de verdad que el 2019 será un mejor año por todo el mundo. Si no os veis con corazón, con sólo que os ponéis como propósito del año el punto número 5 ya habremos ganado este año que entra. Salud.