La economía de la felicidad

15 de Enero de 2018
Xavier Ferràs

Podemos dotar de una dirección moral a la economía? Siguen vigentes y válidas las ideas del Nobel Milton Friedman, según las cuales, "el único objetivo de una empresa era maximizar el valor por sus accionistas? Y, como afecta la revolución tecnológica al capitalismo moderno? En las dos últimas generaciones se ha generado más ciencia y tecnología que en las 10.000 anteriores. Y, en los últimos 10 años, el cambio tecnológico ha experimentado una aceleración exponencial sin precedentes. Hoy, una docena de tecnologías disruptives están llegando a la vez, realimentant-se mutuamente y transformando el conjunto de la economía y la sociedad: robótico avance, internet de las cosas, impresión 3D, inteligencia artificial, nuevos materiales, genómica de última generación...

En el origen de este fenómeno se encuentra la capacidad humana de capturar, procesar y transmitir información, la famosa "digitalización". Internet, una primera tecnología revolucionaria, provocó una oleada primigenia de cambio, en la cual todavía estamos inmersos. Hoy, el mundo se interconecta y se digitaliza de forma masiva. Y, cuando la digitalización penetra en procesos tecnológicos e industriales, las leyes de los sistemas digitales empiezan a imperar también en el mundo físico. Dos formidables fuerzas digitales transforman las bases económicas de los sectores empresariales: la ley de Moore (según la cual cada dos años se dobla la potencia de los computadores), y la ley de Costes Marginales Cero (según la cual, los sistemas digitales generan nuevas unidades de producto o servicio a coste cero). Efectivamente, un algoritmo de inteligencia artificial aplicado, por ejemplo a un servicio de atención al cliente, puede atender simultáneamente a miles (o millones) de clientes. El coste de absorber un cliente más, es cero. Por Amazon, Facebook o Google, el coste de tener un nuevo usuario es cero. Por un fabricante de software , una nueva unidad producida es una copia a coste cero del original.

"Cuando la digitalización penetra en procesos tecnológicos e industriales, las leyes de los sistemas digitales empiezan a imperar también en el mundo físico"

Las leyes de Moore y Costes Marginales Cero nos dibujan un escenario de productividad exponencial, y de costes marginales nulos. Estas fuerzas hacen posible, por ejemplo, que hoy tengamos información infinita y omnipresente, a coste prácticamente nulo. Algo que cualquier economista habría tildado de imposible y aberrante hace dos décadas. Disponemos de capacidad de interacción social casi infinita, a coste negligible (vía redes sociales). Se empiezan a configurar escenarios de energía infinita a coste casi residual: las energías renovables están llegando a niveles de eficiencia considerados imposibles hace sólo unos pocos años. Nuevas líneas de alimentación sintética, basadas en procesados de células madre, permiten ya elaborar alimentos a partir de nutrientes de la tierra y de energía solar, a coste prácticamente cero. Sorprendentemente, disponemos, o dispondremos pronto de información, educación, interacción, comunicación, energía y alimentación en excedencia, a coste cero. El cambio tecnológico nos trae a un mundo de abundancia. La tecnología es una fuerza increíble, casi mágica, de liberación de recursos. Podemos ir hacia una especie de utópico Jardín del Edèn. Aun así, el escenario global, lejos de ser un escenario idílico, parece un paisaje digno de hace un siglo: sufrimos conflictos geoestratègics, liderazgos autoritarios, crisis democráticas, emergencia de los populismos y dilución de las clases medianas.

Y es que las fuerzas de la digitalización (máxima productividad a coste marginal cero), algo soñado por el sistema capitalista, paradójicamente, lo están colapsando. Si el coste de producción es cero es porque desaparece un coste crítico en el equilibrio del sistema: los salarios, el instrumento distributivo por excelencia. No hay necesidad de salarios, porque las personas son sustituidas masivamente por algoritmos y robots. Centenares de millones de personas pueden verse desplazadas por paro tecnológico, expulsadas del mercado de trabajo, a una escalera nunca antes conocida. Y, sin trabajo, tampoco hay consumo. El sistema colapsa por el lado de la demanda. Estamos en un momento de bifurcación: la humanidad puede optar por la abundancia tecnológica, o por la desigualdad, el paro, la miseria y el conflicto extendido por todas partes, si no se introducen factores correctores.

"La humanidad puede optar por la abundancia tecnológica, o por la desigualdad, el paro, la miseria y el conflicto extendido por todas partes"

Qué hacer para solucionar este problema? Entramos en el que el profesor Brian Arthur ha bautizado como "Era Distributiva". Si, desde la Revolución Industrial, el capitalismo se ha enfocado al mejorar la competitividad, la eficiencia y la producción ("Era Productiva"); ahora el reto es estimular el consumo, desarrollar mercados y redistribuir rentas. Sin mecanismos redistributivos, el capitalismo digital puede evolucionar en una especie de tecno-feudalismo: unos pocos grandes inversores y afortunados emprendedores, los inventores de los Facebooks y Googles del futuro, pueden capturar la práctica totalidad de las rentas globales, sin crear riqueza extendida en forma de ocupación y salarios. Este fenómeno ya se está produciendo: Silicon Valley, el gran clúster innovador del planeta, es una de las sociedades más desiguales de la historia. Y hoy, sólo ocho grandes magnates acumulan tanta riqueza como el 50% de la población mundial. Definitivamente, el problema deja de ser productivo para ser distributivo.

En Josep Maria Coll y yo, autores del libro La Economía de la Felicidad exponemos en el mismo estos hechos, y sostenemos que un mundo mejor es posible. La utopía puede hacerse realidad. Y, por eso, probablemente en el plazo de algunas décadas, y en el marco de sociedades democráticas, culturalmente avanzadas y con un elevado grado de formación, una Renta Básica Universal será necesaria y habitual. Nosotros lo denominamos "Renta Digna Universal", una renta incondicional por el simple hecho de ser ciudadano, que impida caer bajo el umbral de la pobreza.

En un mundo donde la economía acontezca algo virtual, y donde las empresas operen autónomamente, sin necesidad de intervención humana, la riqueza generada tendrá que ser distribuida y puesta al servicio del ciudadano. Posiblemente, el concepto de "trabajo" como por ejemplo lo conocemos, desaparezca, y sea algo reservado a los algoritmos. Según la Universidad de Oxford, hacia el 2060, la práctica totalidad de tareas que hoy hacen los humanos podrán ser asumidas por robots y sistemas digitales. Y entonces? El que nos tiene que esperar no es la exclusión y la miseria, sino una auténtica "economía de la felicidad". Un futuro de clústeres de conocimiento, donde la pobreza se haya abolido, la tecnología trabaje para sustentar el bienestar global, nuevas formas de desarrollo humano surjan en nuevas economías del ocio, del deporte o de la filosofía; y donde los humanos podemos explotar de forma creativa, al máximo, nuestro potencial emprendedor e innovador. Creemos que es posible y, que, de hecho, avanzar hacia este escenario de abundancia es el gran reto, y la gran responsabilidad de nuestra generación.