En el septenio y pico de crisis económica nos hemos leído, unos y otras, todo tipo de reproches y aspavientos en relación con la praxis de los negocios; qué pasa con la ética empresarial cuando vienen mal datos y los balances tambalean? Hasta qué punto en ciclos depresivos y en periodos de turbulencia económica, cuando los directivos tienen que salvar los muebles, son permisibles actitudes indolentes con las personas y el entorno social? Es la ética empresarial un vestido de temporada que hace falta desar al armario cuando no toca?
Siempre hay retruques económicos, es cierto, pero esta vez han sido motivos políticos los que han porfiritzat los códigos de la ética empresarial. El octubrada nos ha abocado una secuencia de anuncios de deslocalización fiscal por parte de corporaciones fàtues y compañías pródigas. Donde queda aquel compromiso con la tierra y las personas? Donde se esconden los valores azotados en los vídeos de la RSE?
Además de un directivo le han estallado las costuras de los desprecios y la ranciesa. Turbias imágenes, deformas como las de aquel valleinclanesc callejón del Gato, las de un máximo representante de una de las nostrades -así nos lo habían hecho creer- grandes corporaciones bequetejant con el presidente valenciano. Nos ha hecho daño, francamente. No nos la merecíamos, aquella escena.
"Donde queda aquel compromiso con la tierra y las personas? Donde se esconden los valores azotados en los vídeos de la RSE?"
La promiscuidad de las compañías se aleja de cualquier patrón ético porque revela un compromiso de cartón piedra con la comunidad que las ha acogido y, individualmente, con las personas quehabían confiado. El decálogo de la ética empresarial de la FEGP propone "generar riqueza para retribuir adecuadamente los trabajadores y los propietarios y atender los deberes fiscales; así como colaborar en el progreso de la sociedad civil donde está arraigada y vive la empresa".
Si no hay un regreso, hay usura. Si se pierden las estéticas del compromiso, el resultado es pornográfico.
Y está claro, una vez más, serán las pequeñas empresas, aquellas que no se pueden alejar de sus mercados ni declararse fiscalmente irresponsables, las que se mantendrán en su lugar, calladas y anheloses de tiempos mejores.